Por qué es mala idea para Madrid y para el equipo rojiblanco llamar a una calle del Atlético Aviación

Luis de la Cruz

23 de noviembre de 2025 06:00 h

0

La Junta de Gobierno del Ayuntamiento de Madrid aprobó el pasado 30 de octubre nombrar las vías que rodean el Estadio Metropolitano en honor al propio club. Las cuatro calles se llamarán avenida del Atlético Aviación, calle del 26 de abril –fecha de fundación del club–, paseo de los Colchoneros y calle de 1903.

José Luis Martínez-Almeida, que suele hacer gala de sentimiento colchonero, explicó que la decisión se ha tomado para “dotar de identidad cultural y deportiva al entorno de la sede del Club Atlético de Madrid, reconociendo su historia, símbolos y fechas significativas”.

Entre las cuatro referencias elegidas llama la atención la del periodo de octubre de 1939 hasta diciembre de 1946, cuando la entidad se denominó Atlético Aviación. ¿Por qué ponemos en duda en el titular de la noticia la conveniencia de celebrar este corto periodo de tiempo de la historia del club? Porque, como explicaremos a continuación, se trata del nombre franquista que el equipo tuvo que asumir en la primera posguerra, cuando fue absorbido por el estamento militar franquista como parte de su proyecto fascista (en esos momentos abiertamente identificado aún con los países del Eje).

En 1937 había surgido en Salamanca el Aviación Nacional, formado por soldados del Ejército del Aire del bando sublevado. Llegó a jugar el Campeonato de Aragón de la España Franquista y la Copa del Generalísimo de 1939. Al terminar la contienda, el equipo buscó un acuerdo con un equipo para poder jugar competiciones deportivas.

El Aviación Nacional había negociado antes con el Real Madrid, pero la posición del club blanco, a pesar de haber sufrido también los embates de la guerra, era algo mejor que la de sus vecinos, lo que le permitió poner condiciones más exigentes a los militares. Hay un cierto consenso en que el hecho de tener el campo de Chamartín en propiedad –aunque estuviera destrozado–, al contrario que el Athletic Club de Madrid, fue la base sobre la que pudieron rehacer el equipo con independencia. También se barajaron otras posibilidades, como el hoy extinto Club Deportivo Nacional de Madrid.

El Athletic Club de Madrid estaba arruinado, el Stadium Metropolitano (que no era de su propiedad, pero era su feudo) destruido y tenía un pie en segunda división después de haber quedado penúltimo en la temporada 1935-36. Según muchas voces, su desaparición era más que probable, lo que le llevó a aceptar esta suerte de rescate político–militar (si es que ambas cosas se podían separar en este momento) forzado.

Aquel Ejército del Aire franquista que engendró el Aviación Nacional no era otro que el que nació después del golpe de Estado, cuando los rebeldes se hicieron con el control de unos 90 aviones y apenas un puñado de pilotos, una parte de ellos civiles. No tardaría en crecer con la ayuda de la Legión Cóndor alemana y la Aviazione Legionaria italiana.

La Guerra Civil Española es tristemente conocida por ser pionera en los ataques aéreos masivos y continuos contra poblaciones civiles. Raids mortíferos de desmoralización de la población como los que sufrió intensamente la ciudad de Madrid y ataques brutales como los de Guernika o La Desbandá malagueña. Y no solo fue cosa de nazis y mussolilianos, también actuaron por su cuenta, como en los bombardeos durante la retirada a Francia. La Aviación Nacional –sí, se llamaba como su equipo de fútbol se hizo cargo al terminar la guerra de la aviación en el país y se convirtió en el nuevo Ejército del Aire franquista.

Es absurdo pensar que ningún equipo de fútbol de la posguerra quedara fuera del dirigismo del estado fascista. En 1941 se creó la Delegación Nacional de Deportes (DND) dentro de la Secretaría General del Movimiento (FET de las JONS), que ponía y quitaba a su antojo presidentes de federaciones y fiscalizaba la vida deportiva del país. El modelo, con la figura del general Moscardó al frente, era en realidad un calco del desarrollado en la Alemania nazi o la Italia fascista.

Los nombres de los clubes se hispanizaron y es entonces cuando el Athletic Club pasó a ser Atlético. Pero lo mismo sucedió con el propio Athletic de Bilbao, Betis Foot-ball Club, o el Racing de Santander, entre muchos otros.

El control franquista de los equipos, que en otros se formalizó en la imposición de sus dirigencias o el cambio de nombre, alcanzó su máximo exponente en el caso del Athletic Club de Madrid. Había que reconquistar el Madrid republicano, que había hecho gala de una agónica resistencia, en todos sus ámbitos. El Ejército del Aire, por su parte, era el exponente de la pretendida modernidad del nuevo régimen, el estandarte de un estado que a esas alturas se quería militar.

El proceso se vendió como una fusión porque interesaba a todas las partes: al club histórico, que había sorteado la desaparición, y al Estado por asociarse con la imagen de uno de los clubes decanos del fútbol madrileño. Pese a la permanencia de colores y estatutos, la realidad es que fue una absorción, evidenciada en la presidencia del Comandante Francisco Vives, que se había unido a la aviación franquista en la ciudad de Sevilla.

El nuevo club, tocado con las alas del Aviación Nacional franquista, permaneció en Primera División tras derrotar al Osasuna en un partido en el que se jugaban una plaza en la máxima división, y se hizo con las ligas de las temporadas 1939/40 y 1940/41.

El investigador –y seguidor del Atlético de Madrid– José Óscar Plaza Buján desarrolla en su tesis doctoral cómo el engendro Atlético-Aviación supuso “una herramienta fundacional clave del nuevo régimen que articuló simbólicamente la unión entre el ejército del aire, el Estado español y un club deportivo”.

El periodo de refundación militar coincide con la identificación del franquismo con El Eje, lo que se verá reflejado en algunos partidos amistosos organizados por el régimen y publicitados por el NO-DO. De hecho, el primer noticiario franquista estuvo protagonizado por las imágenes del partido entre un combinado de la Aviación italiana y el rojiblanco en el estadio de Vallecas (a beneficio de los huérfanos de la Aviación española). Aquel día, los jugadores de ambos equipos formaron con el brazo en alto, en contraste con las imágenes que, pocos años atrás, mostraban durante la guerra a los jugadores del Athletic Club de Madrid con el puño arriba .

 El equipo será desmilitarizado en 1946, terminada la Segunda Guerra Mundial y con el franquismo tratando de convencer al mundo de que habían quedado atrás sus veleidades fascistas. El 23 de diciembre de 1946 jugará su último partido con el nombre Atlético Aviación contra el San Lorenzo de Almagro. El equipo argentino –que venció 1 a 4–se encontraba inmerso en una gira por nuestro país que acompañaba el encuentro de los generales Franco y Perón, uno de los principales apoyos internacionales de nuestro régimen. Una vez desmilitarizado, el equipo pasó a ser uno más de la liga española (y a llamarse Club Atlético de Madrid), volviendo al escudo anterior a la fusión.

De igual manera que el franquismo utilizó al Atlético de Madrid como elemento de propaganda interna durante la inmediata posguerra, lo haría años después con su vecino de la capital, el Real Madrid, para extender su propaganda al exterior. El Real Madrid –que había recuperado el apelativo monárquico después de la guerra– veía después de la contienda con pavor cómo el proyecto de prolongación de la Castellana, donde Franco planeaba instaurar la ciudad de los vencedores, pasaba por encima del decrépito campo de Chamartín.

Consiguieron que el plan urbanístico variara su dibujo para rodearlo y Santiago Bernabéu (que fue nombrado por el régimen en 1943) hizo de la construcción de un nuevo Chamartín junto al anterior su mayor empeño. Aunque la financiación provino de la venta de obligaciones entre los aficionados, el proyecto de un gran estadio encajaba como anillo al dedo en los planes del franquismo para convertir la Castellana en un lujoso escenario de resonancias imperiales, pensado para exhibiciones públicas de masas como la que había tenido lugar con motivo del primer desfile de la victoria.

Pedro Bidagor, al frente de la Dirección General de Arquitectura falangista y uno de los responsables de Cuelgamuros, presidió el concurso convocado por el Real Madrid para el proyecto arquitectónico de un estadio que se inauguraría en 1947. El coso sería en las siguientes décadas el escenario de las espectaculares demostraciones sindicales, con las que Francisco Franco pretendía darse baños de masas y demostrar el poderío del régimen. A partir de los años cincuenta, con la llegada de sus éxitos internacionales, el club se convertirá en un arma de propaganda internacional del franquismo, que se sustanció en giras internacionales y una estrecha relación del club con la dirección general de Política Exterior o el Ministerio de Asuntos Exteriores.

¿Alguien imagina bautizar la explanada frente el Bernabéu como plaza de las Demostraciones Sindicales? Pues llamar a una calle aneja al estadio Metropolitano del Club Atlético Aviación se antoja parecido. Volviendo a las palabras del alcalde Martínez Almeida sobre “reconocer su historia, símbolos y fechas significativas”, ¿no sería mejor subrayar el nombre Athletic Club de Madrid? El que vio nacer al equipo y se mantuvo hasta la imposición franquista posterior a la guerra.