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Opinión - ¿Y ahora qué? Por Marco Schwartz

Madrid apuesta por el turismo de lujo: espacios históricos del centro se convierten en 'hoteles trofeo'

La afirmación Madrid es un gran hotel podría servir para ilustrar un artículo sobre la terciarización del centro de nuestra ciudad y el auge de la vivienda turística en detrimento de su uso residencial. Sin embargo, hoy vamos a utilizarla para, al hilo de algunas noticias que han salido a la luz pública últimamente, llevarla un paso más hacia su literalidad. Parte del patrimonio de Madrid centro está adaptándose al uso hotelero. A uno de lujo, como ya sucediera con el primer hotel Four Seasons de la capital de España, construido en el edificio del Banco Español de Crédito, denominado también Palacio de la Equitativa, en el contexto de la Operación Canalejas.

Pero los ejemplos son cada vez más. La cadena hotelera internacional Marriot está a punto de inaugurar su Madrid Edition (cinco estrellas) en parte del edificio del viejo Monte de Piedad, en la Plaza de las Descalzas–el Monte de Fundación Montemadrid seguirá ocupando otra–. Dos centenares de habitaciones de lujo, todas las comodidades que se le presuponen a un establecimiento de estas características y el también insoslayable bar en la azotea.

En este caso, las líneas del edificio desvelan un origen reciente –es de 1975– aunque conserva la imponente portada de la capilla del antiguo Monte de Piedad, realizada por Pedro de Ribera. El entorno de las Descalzas reales, espacio histórico de Madrid donde los haya que guarda –en algún lado andarán– las esencias del viejo arrabal de San Martín, es ahora un poco más cosmopolita y lujoso, a unos minutos de Sol. Menos provinciano que el Cortilandia, que allí al lado tiene lugar cada año, y más finolis que bajar a rebuscar en las cubetas de La Metralleta, la tienda de discos del parquin de la plaza.

Hace unos meses, algunas personas y asociaciones defensoras del patrimonio se llevaron las manos a la cabeza por la desaparición del antiguo Real Cinema de la plaza de Ópera, en cuyo solar ha emergido el hotel Ocean Drive Madrid. El que fuera el primer gran cine de la capital fue derribado y ha dado paso a un establecimiento de lujo de la cadena OD Hotels, que está a punto de inaugurarse. Sus privilegiados huéspedes podrán admirar las obras de arte originales que adornan sus habitaciones y, como si de un palco se tratase, tomarse un cóctel mirando hacia el Teatro Real o a los tejados del Madrid de los Austrias.

Suma y sigue. El edificio Metrópolis, la icónica cuña coronada con una victoria alada que separa las calles de Alcalá y la Gran Vía, cuya silueta adorna centenares de diseños hechos para souvenirs, también se convertirá pronto en un hotel. Tal y como contamos en Somos Madrid, el Ayuntamiento ha dado vía libre al cambio de uso de terciario y comercial a uno de hospedaje.

O lo del antiguo convento de las Recogidas, en la calle de Hortaleza, un antiguo convento protegido que fue sede del sindicato UGT, del que acabamos de saber se convertirá también en establecimiento hostelero, en este caso un hostel de 300 camas.

La idea de fortalecer el peso del sector turístico en Madrid está muy presente entre sus rectores. Existe una estrategia política de las élites políticas madrileñas y del país –a través de Madrid Destino y Tourespaña– que podríamos ver encarnada en la creación de Forward_MAD, foro del sector del turismo de lujo y de negocios que se celebró el pasado mes de octubre, y que quiere constituirse también como think tank sectorial

Actualmente, la Comunidad de Madrid es la tercera en número de viajeros y la cuarta en pernoctaciones, con una cuota de mercado del 15,74%, detrás de las comunidades autónomas de Canarias, Andalucía y Cataluña. Sin embargo, si ajustamos el objetivo hasta dejarlo en el centro, en la ciudad, ésta escala hasta el primer puesto de los ránquines con más viajeros (612.292) y pernoctaciones (1.310.806), por delante de Barcelona y Sevilla (datos de la Encuesta de Ocupación Hotelera de la CAM de diciembre de 2021).

Dentro de la apuesta turística de la ciudad, el peso del turismo más selecto –de excelencia, se llama ahora– se va haciendo cada vez más presente. El sector estima que cada uno de los militantes en el turismo de lujo –típicamente procedentes de Estados Unidos, China, Rusia, Oriente Medio o Venezuela– gastan 35.000 euros por viaje. Actualmente el número de hoteles de 5 estrellas en la región es de 35, con 11.00 plazas hoteleras en ellos, pero, como hemos visto, pronto serán más.

Otro indicio de la importancia del turismo de lujo en el modelo de ciudad que se está desarrollando es la capacidad del propio sector para intervenir en Madrid. Un buen ejemplo de ello: Exacorp One, la empresa que construye el gran hotel de Montera, costeó los cuatro tomos y más de 2.000 páginas de documentación para el parquin de la plaza del Carmen. El resultado será un diseño con ventajas para el hotel, como una conexión directa desde el aparcamiento a su establecimiento.

El desembarco de los hoteles de lujo a espacios patrimoniales y centrales de la ciudad llega de la mano de corrientes urbanas que son comunes al resto de grandes ciudades del mundo (su tematización y tercerización) y llevan aparejados una inevitable reducción de la diversidad de los usos de nuestros espacios patrimoniales. Hubo un tiempo en que la calle de Alcalá era conocida entre los madrileños como la calle de los banqueros. Vía por excelencia del capital financiero del país y su capital a finales del siglo XIX, las formas burguesas de sus edificios acompañaban en la empresa de subrayar el camino de las élites desde el centro de la capital hacia el Madrid del eje Prado-Recoletos. Como hubo un tiempo cercano en que las grandes salas de cine eran parte de la identidad de nuestro centro urbano, las oficinas aún no huían del mismo o era posible imaginar la sede de un gran sindicato en el lugar donde unas monjas trataban de redimir a las prostitutas siglos atrás.

Los vecinos de los grandes centros urbanos corren hoy el peligro de convertirse en figurantes de un decorado dispuesto para el turismo (de lujo, interior o de masas), participes de un simulacro de ciudad o de un gran hotel cuyos contornos históricos se vean reducidos a bellas carcasas a golpe de fachadismo.