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OPINIÓN
Cómo las teles de la EMT me amargaron el viaje con anuncios antiokupas y contenidos sobre Ana Rosa

Canal Bus

Luis de la Cruz

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Si eres usuario habitual de los autobuses de la Empresa Municipal de Transportes (EMT) de Madrid conoces de sobra Canal Bus, o lo que es lo mismo, las teles de los autobuses. Una programación en bucle de unos diez minutos de duración formada por contenidos informativos o culturales breves mezclados con anuncios de 10 o 20 segundos cada uno.

Según la información de la empresa que opera las teles de los autobuses interurbanos y urbanos de Madrid, el servicio consta de 1.000 pantallas emitiendo 18 horas al día, 365 días al año, con unos 400 pases diarios, para “un público cautivo que asegura un 90% de impactos”, dicen dirigiéndose a los potenciales anunciantes, que copan una parte significativa de la emisión.

La sección cultural del canal, convenientemente patrocinada por un portal de compra de entradas online, consiste actualmente en una sucesión de cuatro festivales de música veraniegos. Esta es una de las constantes del canal: solo el hecho de que los viajeros no seamos tontos es garantía de distinguir qué es publicidad y qué es contenido dentro de la parrilla. No solo los anuncios no están marcados como tal, sino que a veces aparecen bajo el título de las secciones (Cultura, Deporte, Planeta vivo, Salud, etc.).

Mientras el severo sol de Madrid se filtra por los ventanales del autobús, estas teles nos advierten de los rigores típicos del verano: las quemaduras solares, la otitis piscinera, infecciones ginecológicas y hasta los piojos, que parece que no dan respiro ni cuando los niños están de vacaciones. El currito viaja preocupado por no llegar sudado a la oficina y esa ventana a la realidad que se le aparece en el transporte público no le provee de mayor escapismo que el anuncio publicitario de un touroperador.

Y por si el trabajador se había hecho ilusiones de cambiar alguna vez nuestro infierno de asfalto por un paraje exótico, la pantalla lo ilustra acerca de la cobra rey, cuya picadura es capaz de matar en menos de treinta minutos a su víctima.

Pero la tele de los autobuses también viene con juegos de entretenimiento, encuestas para ejercitar nuestra curiosidad que nos enriquecen con el conocimiento de distintos asuntos seleccionados por su pertinencia. En el trayecto de la semana pasada pude jugar a adivinar en qué equipo juega el inglés Bellingan o la ciudad de nacimiento de la conocida informadora Ana Rosa Quintana.

Hablando de Ana Rosa, ¡menudo sobresalto el anuncio de una empresa anti okupas que salta en medio de las noticias! Qué delicadeza visual digna de aquel primer internet de páginas porno y gifs animados. Más información publicitaria de interés para los viajeros: empresas inmobiliarias que valoran tu piso, o un gabinete de abogados especializado en indemnizaciones por accidentes laborales (dentro de la sección Salud).

Entre tanta publicidad también hay espacio –faltaría más– para anuncios de servicio público (el Canal Bus Rapid o los mercados de abastos), algunas citas azarosas de escritores, notas sobre la próxima pretemporada del Madrid y el Atleti, rincones madrileños (como la sala de arte de Canal en Chamberí), las evoluciones de la cantante Aitana o la noticia de que un restaurante peruano de Madrid ha salido reseñado en una importante lista. Espera, ¿o es esto también contenido patrocinado? No lo sé. En todo caso, entre el alarmismo de la cotidianidad estival y los anuncios, he aprendido que se puede decir indistintamente calima o calina. No hay mal que por bien no venga.

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