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The Human League pone el broche final a la XXIV edición de La Mar de Músicas

The Human League

José Perelló Oliva

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Llegó el último día de esta XXIV edición de La Mar de Músicas. Los sonidos electrónicos y los sintetizadores serían los protagonistas de esta jornada cuyo broche final lo pondría The Human League.

Era uno de los nombres destacados de esta edición del festival. El grupo de Sheffield ha sido parte importante en la historia de la música como pioneros del Electro-Pop junto a grupos de la talla de Depeche Mode, Gary Numan o Kraftwerk, creadores de este estilo que marcó los años 80 en la que los sintetizadores sustituyeron a las guitarras y las cajas de ritmo a las baterías acústicas.

El grupo liderado por Philip Oakey comenzaba el concierto en el auditorio con un lleno total y un ambiente de mucha expectación entre el público, que dicho sea de paso, era de una media de edad muy alta. Este año la programación ha tratado de componer un crisol de músicas que abarquen un abanico estilístico muy amplio, aunque quizás algunos de los grandes nombres (Texas, Morcheeba y The Human League) tratan de rememorar viejas épocas de gloria más que apostar por bandas que estén vivas en la actualidad. La realidad es que en estos conciertos no ha quedado un asiento libre, dejando un buen sabor de boca a los asistentes.

Los más de 40 años sobre los escenarios se hacían notar en cuanto a una puesta en escena impecable con todos los instrumentos de blanco inmaculado y en una disposición de simetría total. Sobre blancas tarimas se elevaban los tres músicos atrás (batería electrónica y dos teclistas) y frente al público Philip Oakey con sus dos coristas a los lados: Susan Ann Sulley y Joanne Catherall, pilares sobre las que se apoya el cerebro de la banda británica y que lo acompañan desde los primeros años 80.

Sonaron hits como “Mirror Man”, “Seconds” ,“Heart like a Mirror” o “Human” que se iban sucediendo con un ritmo imparable, acompañados de unas proyecciones un tanto simplonas (pac-man, pong y demás mitos de esa década dorada). Philip Oakey se mostraba canción tras canción como un excelente vocalista con una voz sobria y potente que sobresalía ante las capas de sintetizadores.

Los asistentes (sobre todo el numeroso grupo de jubilados británicos) coreaban todas y cada una de las canciones que la banda proponía. Coreografías, lentejuelas y numerosos cambios de vestuario daban dinamismo al show con un Philip Oakey que mantenía la atención del público con un constante movimiento por el escenario. Una producción perfectamente diseñada para el puro entretenimiento de sus vetustos fans.

No era mucho más que eso, pero estaba perfectamente ejecutado. The Human League se ha convertido sin duda en una perfecta orquesta tributo de sí misma. Trabajan al servicio de sus canciones, que hacen revivir la añorada juventud para esa generación que vivió los años 80, que supuso un tremendo cambio en el aspecto estético, tecnológico y musical.

Como mandan los cánones, dejaron para el final su gran éxito: “Don´t you want me”. Fue uno de los singles más populares de la década y la gente lo esperaba con devoción. Bastó el comienzo de la canción (con su reconocible línea de bajo electrónico) para que todo el público se levantase de sus asientos y comenzara a cantar. Una suerte de karaoke multitudinario ante la ausencia deliberada del líder de la banda. Todo perfectamente medido y calculado para que el respetable se llevase un memorable recuerdo volviendo atrás en el tiempo a esos años en los que llevar hombreras y el pelo cardado era estar en la cresta de la ola.

El concierto finalizó con un par de canciones de bis para que el público, ya en pie, se desmelenase con otros hits reconocibles de la banda como “Being boiled” y “Electric dreams”.

Un cierre perfecto para un show revival de música de los años 80, ciertamente inusual para este festival, que ha contado con una programación de lo más completa en variedad y calidad, pero que, quizás con respecto a otras ediciones, los grandes nombres no han sido de primer nivel.

Al finalizar el concierto y previo a los conciertos del castillo, la organización del festival había preparado un emotivo video-resumen de esta XXIV edición de La Mar de Músicas que mantuvo al público pegado a sus asientos y que cerró con un gran castillo de fuegos artificiales. Un buen broche final, al estilo de las fiestas populares, de este pueblo efímero que se crea en Cartagena durante dos semanas para disfrutar de uno de los mejores festivales de nuestro país.

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