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Murcia y aparte es un blog de opinión y análisis sobre la Región de Murcia, un espacio de reflexión sobre Murcia y desde Murcia que se integra en la edición regional de eldiario.es.

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La catedral soñada

Catedral de Murcia

Antonio Martínez Cerezo

Murcia —

CANTERA DE CANTEROS

Las madres montañesas lo sabían por experiencia. Tener un hijo cantero era perderlo. Así que el mozo aprendía a trabajar la piedra hacía el hatillo con los útiles del oficio, se despedía de la parentela y partía hacia donde requirieran sus habilidades. Normalmente, el viaje era sin retorno. Siendo lo habitual que el artista en agraz se asentara y acabara sus días donde la tierra le fuera propicia.

Fue el caso de Jerónimo Quijano «El Montañés. Nacido en La Montaña hacia 1495 y fallecido en Murcia en 1563. Oriundo acaso de Buelna (la que a mano tiene Quijano), la historia le sitúa como aventajado alumno de Vigarny y rendido admirador de Siloé. Y a poco, trabajando en el retablo de la Capilla Real de Granada y en la sillería del coro y retablo de la catedral de Jaén, con López de Velasco.

El borgoñón (por quien mandó misas en su testamento) fue quien le instruyó en la escultura y le recomendó encaminarse al sur. Mas fue en levante, en el principal templo murciano, donde Quijano halló la catedral de sus sueños, a la que se dedicó en cuerpo y alma. Fidelidad sin fisuras, que siguiendo sus mandas, rememora la capilla de la Virgen del Patrocinio, donde el escultor más ligado a este templo en su suelo reposa.

LA CATEDRAL DE NUNCA ACABAR

Tres siglos y medio llevó erigir el edificio y 272 años su gallarda torre (98 m de altura). Trabajar en tan ambiciosa obra fue para los artistas un reclamo irresistible. Siguiendo a Francisco y Jacobo Florentino, Quijano llegó a Murcia cuando la nave catedralicia ya estaba coronada y la torre comenzaba a despegar del suelo. Y a orillas del Segura, fincó para la gloria.

Casado en tierra de olivos con Isabel de Mercado, en 1525, ésta le dio dos hijos y dos hijas, una de las cuales, Juana Quijano Mercado, matrimonió en Murcia con el doctor Castellano Ferrer, médico de cabecera de Felipe II. Antes o después, tras fallecer su primera esposa Quijano casó con Francisca de Onteniente, con la que tuvo otros dos hijos y un notable ascenso en la escala social. Empero, lo que más le popularizó en la ciudad de acogida fue su intervención en la catedral, sin perjuicio de otras espléndidas obras suyas en varias localidades del reino.

LOS FLORENTINOS

El siete de julio de 1519, fue nombrado maestro mayor de la catedral de Murcia el escultor Francisco Florentino (1480-1522), quien la diseñó y comenzó a levantarla (19-X-1521). Muerto a poco (marzo siguiente), le sucedió su hermano Jacobo Florentino (1476-1526), excelso pintor y escultor, discípulo de Miguel Ángel, «alto, enjuto, cenceño, rubio y blanco» «muy dado a la jarana y en extremo perezoso». Contrariando su fama, Jacobo por una vez en su vida fue tan diligente que acabó el primer cuerpo de la torre (66 palmos de altura) en tan solo cuatro años. Siendo suyo también el diseño y parte de la sacristía interna, con su cajonería.

Y «EL MONTAÑÉS»

Dieciséis de noviembre de 1526. El cabildo murciano contrata a aquél cuyo apodo revela su origen. Sueldo: 100 ducados de oro y el trabajo de escultor aparte. Caución: 500 ducados de oro de fianza, para que no se marchara. Y además, ciudadano excusado (libre de impuestos). Quijano se aplicó a la construcción del segundo cuerpo de la torre con tanto empeño que lo acabó en tan sólo diecinueve años. Baquero lo registra en Rebuscos: «Construyó pues y ordenó y labró nuestro maestre Jerónimo el segundo cuerpo de la torre, con un gusto ya más sobrio y castizo, aunque no menos elegante que el del primero. (...) Su ordenación es jónica. Llega hasta el segundo cornisón y tiene de altura setenta palmos castellanos».

POR SUS PASOS CONTADOS

Del inspirado artista cántabro hablan tres de las cartelas que la autoridad competente ha tenido a bien colocar en cada uno de los tramos de las dieciocho rampas internas de la torre, conducentes hasta su máxima altura.

1526. Muere Jacopo Florentin, dejando casi concluido el primer cuerpo de la torre. Este año llega a Murcia Jerónimo Quijano, quien continuará las obras del edificio.

Jerónimo Quijano, maestro mayor de la diócesis, realiza el proyecto de la portada de la antesacristía, un original diseño con influencias del renacimiento italiano.

Muere el obispo Lang que ordenó la construcción de la torre. El nuevo obispo D. Juan Martínez Silíceo, impulsa las obras del segundo cuerpo, bajo la dirección de Jerónimo Quijano.

En 1541, Carlos I visitó la ciudad y oyó misa en la catedral. Donde el emperador se negó a sentarse de espaldas al túmulo de las entrañas de Alfonso X el Sabio, por respeto a su predecesor. Quijano, a la sazón maestro mayor de obras de la diócesis, acompañó al monarca y le informó sobre el avanzado estado del proyecto. Concluido cuatro años después (diciembre de 1545).

MEMORIA VIVA

Requerido en la iglesia de San Clemente de Cuenca, Quijano rehusó por carta (27-I-1555), por andar al copo: «Y después que a esta tierra vine, no he podido holgar un día ni he tenido tiempo para ver mi hacienda ni ninguna parte della». Cierto. «El Montañés» extendió su labor a los templos de otras localidades. Memorables obras suyas en la catedral murciana son la portada del Ecce Homo (antesacristía), la capillas del Sarcófago, de la Transfiguración (o de los Verategui), del Socorro (o bautismal) de San Antonio (o del Corpus), del Cristo de la Misericordia, de la Encarnación, de San Juan de la Claustra y de Junterón.

Sin menospreciar las demás —muchas y notabilísimas— justos es destacar ésta como joya a visitar con alma receptiva. En su interior, luce sobre el túmulo en blanco mármol italiano donde Junterón, protonotario del Papa Julio II, descansa en espera de la prometida Resurrección, la llamada Bóveda de Murcia y la Adoración de los Pastores (en el mismo material) atribuida a Quijano. Y en el exterior, la leyenda «De Junterón es» que pronunciada de corrido da «De Junterones», y la espléndida crestería, verdadera filigrana en piedra sillar de por sí dorada a la que los resoles confieren pátina de oro viejo y la hacen vibrar cual si verdaderas láminas de oro fueran.

Por imperativos del destino, que es el que escribe las grandes biografías, Quijano tuvo dos patrias. En Murcia, donde acabó sus días, se guarda de él cumplida memoria. En Cantabria, donde vio la luz, está por ser reconocido.

*Antonio Martínez Cerezo es escritor, historiador y académico

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