La última explicación esgrimida por Vox para no apoyar la moción sobre la libertad de prensa aprobada el pasado martes en la Asamblea Regional ha sido el hecho de poder vetar a determinados medios de comunicación que no cumplen “con un deber constitucional”. Qué cosa. Si se fijan, es un sinsentido. Ningún veto a un medio de comunicación por el mero hecho de ser crítico puede tener relación con una obligación con la Constitución. A eso, más bien, se le llama censura. De toda la vida. Pero parece que ahora, con la situación en Cataluña cada día más complicada, metes el adjetivo 'constitucional' a cualquier barbaridad y ya te crees -y haces creer- que llevas la razón.
Del retorcimiento del lenguaje y del cinismo sabemos mucho en la Historia. Cómo cambiando determinadas palabras y conceptos se puede manipular a una sociedad. Por ejemplo: la Radio Televisión Libre de Las Mil Colinas en Ruanda se refería a los tutsis como cucarachas antes y durante de la guerra civil de 1994. “Si las cucarachas se esconden en las escuelas, con qué llenaremos las tumbas”, era una de las muchas frases con las que se invitaba a los hutus a asesinar tutsis con la mayor frialdad del mundo durante un conflicto en el que murieron un millón de personas en cuatro meses.
Mil Colinas fue reconocida como la radio del odio. Los tutsis también eran identificados con otros animales, como serpientes y ratas. “Los tutsis no merecen vivir, hay que matarlos” o “a las mujeres preñadas hay que cortarlas en pedazos y abrirles el vientre para arrancarles el bebé”, eran otro de sus muy poco sutiles mensajes.
Esta realidad de cómo el poder puede manipular el lenguaje, los conceptos o las emociones hasta hacernos creer lo contrario de lo que sucede en realidad o para impulsarnos a crear una determinada realidad está muy bien reflejada por autores como George Orwell o Aldous Huxley.
El primero ya puso de relieve en 1984 'el pensamiento doble' o la capacidad de mantener ideas contradictorias en la mente al mismo tiempo. Esta disonancia cognitiva aparece en términos como 'el Ministerio de la paz', que está encargado de la guerra, o el 'Ministerio de la abundancia' que es responsable de mantener bajo control la escasez económica. En Un mundo feliz de Huxley, por ejemplo, las mujeres son consideradas como 'seres neumáticos', permanentemente obsesionadas con su cuerpo y tomando fármacos para no envejecer. Huxley describe una sociedad cuyas emociones son manipuladas a través del soma, una droga, a través del cual se alcanza una 'armonía' y un control absolutos.
Habría que preguntarse cuáles serían nuestros somas actualmente y, sobre todo, entender que no podemos aceptar que un veto a un medio de comunicación se llame “deber constitucional”.
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