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Empleados públicos: ¿solución o problema?

Teletrabajo.

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La pandemia nos ha puesto frente a un espejo y resulta que vamos desnudos, igual que el emperador. Hemos descubierto que tenemos grasas donde debería haber músculo, y solo huesos donde creíamos que había fibra y tendones. El famoso teletrabajo ya no es una experiencia piloto, sino una realidad, y cometeremos un grave error si lo cerramos de un portazo al día siguiente de que la pandemia pase a formar parte de los libros de Historia.

Si no afrontamos nuestro propio futuro, nos convertiremos en parte del problema de este país, y no de la solución. Poco a poco nos iremos desintegrando como un azucarillo en un café hirviendo, y, sin darnos cuenta, pasaremos a la insignificancia antes de lo que nos creemos.

Las organizaciones sindicales, cada vez más debilitadas y en entredicho, serán las primeras en institucionalizarse. De hecho ya casi lo están, y, por lo tanto, perderán la gran oportunidad de convertirse en el contrapeso social y laboral que los trabajadores necesitan. La atomización de las relaciones laborales es el mejor ejemplo de lo que estamos hablando, y mientras se sigan cambiando fotos por liberados, firmas por subvenciones, estarán engordando para morir. 

Decreto a decreto, privatización a privatización, el servicio público sigue perdiendo capacidad para convertirse en el mejor y mayor garante de la ley, y eso significa que, dentro de nada, la pregunta que habrá que responder es fácil: ¿para qué queremos tantos empleados públicos?

De nada servirá que tengamos los índices de empleados públicos más bajos de la OCDE, ni tampoco que nadie garantice la transparencia de las actuaciones administrativas. La ley de la selva habrá ganado, no la batalla, sino la guerra. Y entonces será demasiado tarde.

En 2030 el 30% de los trabajadores públicos estarán jubilados. No hay planes, no hay estrategia. Por no haber, no hay ni tan siquiera un protocolo para evitar que la experiencia y el conocimiento que ahora mismo atesoran miles de empleados públicos sea aprovechado, y eso significa que estaremos 'muertos'.

La COVID-19 nos está haciendo daño como país, la economía está sufriendo, miles de empresas están al borde del cierre, y demasiados trabajadores y trabajadores vuelven al abismo de la desesperación. Esperemos al menos que nos sirva a los empleados públicos para darnos cuenta de que, si seguimos viviendo en el siglo XX, seguiremos en el lado del problema.

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