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Murcia y aparte es un blog de opinión y análisis sobre la Región de Murcia, un espacio de reflexión sobre Murcia y desde Murcia que se integra en la edición regional de eldiario.es.

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Sin esperanza, con convencimiento

Ángel González, delegado del Gobierno en Murcia desde 2004 a 2008 / Joaquín Clares

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El primer delegado del Gobierno que tuvo en la Región el Ejecutivo de Zapatero fue el profesor universitario Ángel González. Lo nombró un Consejo de Ministros en abril de 2004. Estuvo en el cargo durante una legislatura. Era un hombre culto y sensible que había iniciado en 1982 sus escarceos políticos en el CDS de Adolfo Suárez. En 1987 resultó elegido diputado en la Asamblea Regional por esta formación. Cuando el partido centrista se descompuso, en 2000 se afilió al PSOE. Como si de un verso suelto se tratara, sorprendió bastante su designación como representante gubernamental en esta comunidad autónoma. Con un perfil intelectual y moderado, poco dado a la brega en el barrizal de la política, supo ser consciente desde el primer instante de que ostentaba un cargo que, por el carácter del organismo que dirigiría, tendría que alejarlo de la militancia pura y dura.

Una tarde, en la que yo seguía la caravana socialista en la campaña electoral de las autonómicas de 2007, acudí a cubrir un mitin del PSRM-PSOE en Molina de Segura, en el que intervendría el candidato a la presidencia del Ejecutivo regional, Pedro Saura. Al llegar al local junto a otros periodistas, observé a Ángel González sentado en solitario en la última fila de butacas. Me dirigí hacia él y le pregunté extrañado cómo era que no se sentaba en la parte delantera, en función de su cargo relevante. Se incorporó del asiento, me sonrió y me dijo muy serio: “Para nada. Yo estoy aquí en mi condición de militante de base, porque sé perfectamente distinguir entre mi cargo institucional y lo otro. Mientras sea delegado del Gobierno no haré un uso partidista del mismo. Eso lo tengo muy claro”. Me parecieron aquellas palabras de un razonamiento tan ético, como lógico y respetable.

Recordé la anécdota esta semana al conocer que el actual delegado del Gobierno, el también socialista José Vélez, será el encargado de dirigir la gestora del partido constituida en Molina de Segura tras la suspensión de militancia de la alcaldesa, Esther Clavero, dimisionaria luego del asunto de las vacunas. No pienso que esté el partido para desechar dirigentes de cierto nivel, pero la verdad es que, en ocasiones, en política, los errores solo se pueden pagar con dimisiones. Yo lo que sí creo es que poner a Vélez en esa tesitura es un error flagrante, como los que vienen protagonizando en cadena algunos otros dirigentes de esta formación política desde hace ya tiempo. Que el representante del Ejecutivo central en la Región baje al barro de la política doméstica para, en teoría, apaciguar las aguas en una agrupación convulsa, por muy importante que esta sea, no es de recibo. Así de claro y contundente. Por mucho que se trate, como alguien lo ha definido, “del hombre de Ferraz en la Región”. 

Y es que en política, como en otras disciplinas de la vida, los gestos suelen ser muy importantes. Y tener un perfil institucional en ese cargo, aparte de saber vender bien los logros y aciertos de su Gobierno, deberían ser el santo y seña del que lo ostenta. Abulense de origen, Ángel González, que además tenía nombre y apellido más de poeta que de cantautor -de ahí rescato el título de este artículo-, nunca hubiera caído en ese yerro. Porque siempre tuvo claro para lo que estaba en el despacho de la avenida del Teniente Flomesta. Y porque su vertiente pedagógica la ejercitaba a diario, teniendo muy presente lo que era lícito y lo que no. Murió prematuramente, en 2010, como casi dos años antes lo hizo su correligionario José Ramón Jara, el que pasó por ser la gran esperanza blanca de un partido que parece empeñado en no levantar cabeza desde la década de los noventa del siglo pasado.

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