Hace algo más de una década, el expresidente socialista de la Comunidad de Madrid, Joaquín Leguina, expresó en voz alta un pensamiento que muchos albergaban pero que no todos se atrevían a exteriorizar. Que cualquier responsable público o dirigente de un partido tendría que haber trabajado en algo antes de meterse en la política. Leguina añadió, incluso, que esta debería ser una exigencia de los estatutos de todos los partidos para que no se pueda llegar a la cumbre de la política sin haber trabajado en nada. El expresidente autonómico madrileño, que dijo ser firme partidario de suprimir las juventudes de los partidos, consideró esta apreciación como “una elemental defensa de la política”.
Para Leguina, este problema era especialmente significativo en las dos principales formaciones: el PSOE y el PP. “Nosotros, es que miras alrededor, y ves gente que no ha terminado la carrera porque no le ha dado la gana, gente que hizo la primera comunión y se metió en las juventudes socialistas… Lo primero que haría es decir que nadie entrase en un partido sin haber trabajado antes en algo, aunque fuera de peón”, concluyó Leguina, hoy tan aclamado desde algunos sectores conservadores en nuestro país.
Aunque en el seno de estas organizaciones haya excepciones, todos conocemos casos cercanos de gente que se ha situado -y muy bien- en el mundo de la política trepando desde las juventudes de sus partidos. Por eso no es de extrañar que surgieran voces como esta, clamando para que se supriman este tipo de formaciones llamadas, en muchos casos, a promocionar a los más leales y fieles al mando establecido en detrimento de quien actúa con criterio propio; esto es, a los más serviles al jefe frente a los que osan cuestionar algo.
Los recientes casos de falsificación de currículos por parte de diversos políticos españoles no es sino la prueba del nueve respecto a lo expuesto. Gente sin experiencia laboral dispuesta a suplir su carencia formativa con mentiras arriesgadas. ¿O acaso pensaban que avanzado el siglo XXI, con sus adelantos tecnológicos, no se iba a descubrir el montaje? Es el caso, entre otros, de la que fuera diputada del PP, Noelia Núñez; el actual presidente del Senado, el popular Pedro Rollán; los dirigentes socialistas valencianos José María Ángel Batalla y Pilar Bernabé; o en la Región de Murcia, la secretaria de Vox y teniente de alcalde de Lorca, Carmen Menduiña, quien aún mantiene en la web de su partido que es diplomada en Geografía e Historia por la Universidad de Murcia, carrera que nunca se ha impartido en esa institución educativa, ni antes ni después del plan Bolonia.
Que la política solo la pudieran ejercer los abogados del Estado, los inspectores de Hacienda o los registradores de la propiedad, pongo por caso, sería tan inconcebible como obligar hoy a los zurdos a escribir con la mano derecha o a mondar la fruta. Algunos compartimos el criterio de que un profesional especializado en determinada área, que haya gestionado algo en su vida laboral, puede ser un buen elemento imbricado en la Administración municipal, autonómica o estatal aunque carezca de una titulación específica. Lo que ya no es de recibo es que alguien llegue a un puesto de relieve en la vida pública por su capacidad para colocar sillas en un mitin, pegar carteles en campaña electoral o aplaudir las ocurrencias y reírle las gracias al candidato de turno.