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Sobre este blog

Murcia y aparte es un blog de opinión y análisis sobre la Región de Murcia, un espacio de reflexión sobre Murcia y desde Murcia que se integra en la edición regional de eldiario.es.

Los responsables de las opiniones recogidas en este blog son sus propios autores.

A través de las grandes alamedas, por la ciudad horizontal, hasta que la dignidad se haga costumbre

"La 'política' discurre entre la gente vecina que cada mañana se mira a los ojos en el mismo entorno"

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Si tu corazón creativo consintiera este acto, imagínanos, sin prisas, jugando a la arquitectura en un viejo parque de tierra, entretenidas y absortas, en amor y compañía. Echado sobre las grandes alamedas, el sol de invierno mima la escena; por la pasarela de sus rayos cosquillea las cabezas. Alguien llama 'libertad' a no tener que marcharnos deprisa y corriendo, a saludar con hospitalidad a quien llega. De hecho, un medio ambiente asfaltado, alrededores de muros y vallas y accesos blindados no te preparan más que para normalizar una prisión exclusiva, una pocilga donde hinchar el ego. Es, ciertamente, lo contrario. ¿Acaso tú le pondrías al campo puertas con tu cara? Considera que, si coincidimos en un parque, es porque nos estimula compartir aventuras e ingenios y regodearnos en las conquistas grupales.

Imagínanos celebrando que, por fin, hemos desahuciado al policía que cada cual arrastra en su interior, ese agente de ansiedad que muerde los padrastros, dicta un ritmo frenético, te reprieta los huesos entre jornadas mecánicas, compromisos, pagamentas y paquetes inmediatos, te disuade de quedarte hablando largo y tendido, te aporrea incompasible los nervios… Ha sucedido algo fabuloso: le hemos encantado. ¿Quién se opondría a mantener un debate sobre sus sueños? ¿Quién se negaría a sentarse junto a iguales así de libres? Con la conversación, al recordar experiencias y reconocernos confraternizados en deseos primarios, nuestros dedos irían ensortijando la hierba embarrizada que asoma en la superficie de la tierra; bajo el corro de alientos parlanchines, estos dedos se propondrían labrar la infraestructura de una ciudad comúnmente fantaseada, a ratos confesión dicharachera de jilgueros.

¿Te imaginas los espacios más luminosos urbanizados para abrigar las relaciones comunitarias inagotables con que podríamos enriquecernos? Un hábitat de cuidados recíprocos, inspirador de todo tipo de proyectos voluntarios, proveído de mobiliarios para el reposo público... Una ciudad horizontal, migratoria y peregrina, de músicas, afectos y autogestión, comunicada con avenidas musgosas, pinares llenos de níscalos -yo diré “guíscanos”-, almendros, oliveras, valles de árboles frutales. De ningún modo estas manos que cooperan estarían inventándose un territorio. ¿No crees que más bien dotarían los terrenos de un paisaje político acorde con nuestras necesidades y capacidades? ‘Político’ no tiene por qué sonarte a esa clase de actores energúmenos, 'los políticos', que se turnan en un sillón dirigente para fruncir el ceño entre cháchara, sobres gruesos y aspavientos. La 'política' discurre entre la gente vecina que cada mañana se mira a los ojos en el mismo entorno, posa los pies en la tierra y las manos a la obra sin focos.

Tan política que no se resigna, ni un segundo de vida más, a sostener en sus palmas la gran fábrica industrial de individuos, de tan solos, desolados, de tan prediseñados al nacer, aturdidos y exhaustos, que nos han estado señalizando como la única vivienda posible e imaginable para los seres humanos. Ese rascacielos mundial en cuya bóveda tres moiras divinas y capitalistas enhebran, en la fina aguja del mercado, los vasos sanguíneos del 99% de terravivientes ha de mezclarse con la tierra que pisamos. Por muy macizas que parezcan, una lluvia original va permeando las losas de las pirámides, rocía esos laberintos verticales de autoridades que desde ciudades puntiagudas -las llaman 'capitales'- se nos repantigan en el lomo, se nos cuelgan a las espaldas, nos susurran: “esfuérzate”, “gánate el pan”, “consigue dinero”.

Monolitos como el monarca, la presidenta, el ministro, la jueza, los jefes, la condición de cónyuges contraídos como propiedades privadas, serán escombros que nutran el lecho rocoso de la tierra que estamos pisando. ¿Mandantes por arriba? ¿Para qué habríamos adoptado mangantes diarios de nuestra energía? Aquí, en el viejo parque, lloverá mucho y sobre mojado habrá ternura, confianza y alborozos estudiantiles. En esta realidad circundante, tanta palabrería escrita en las altas trastiendas de las capitales no resultará código constituyente y, por tanto, tampoco arrojadizo. La autonomía verdadera de las localidades debe de oler como el petricor en los bosques: los seres vivos, prójimos y queridos, nómadas rebuscando en las raíces más húmedas, nos regalamos democracia recién extraída. De tan lúdicas, y metidas hasta la rodilla como estamos, en la arena del viejo parque reverdecen las semillas de alegría. Abultan de esperanza mientras los tallos de conciencia serpentean solidarios. La arena reboza las frentes, va empapando los sudores de la diversión colectiva, nos imprime mosaicos terrosos, dorados.

En la niñez, hasta se antojaba ingerirla a puñados… Cuántos de ellos no caían fríos, picando, pesados, dentro de la ropa. Medio parque se abalanzaba después por el desagüe de la bañera… Con todo, esa arena hay que seguir jugando las veces que haga falta. No la convirtamos en piedras de nostalgia; las usará aquel policía interno para avasallarte de nuevo las entrañas. No se te metan en los ojos las patrias fantasma, el trazo de sus nombres mayúsculos, la intriga de naciones, razas, enemigos, ejércitos, armas de fuego, banderas, pulseritas e himnos, unidad de golpes al pecho. No te las convoque el cansancio como un presente de orgullo: son trampas de saliva seca en comisuras personalistas para machacar el sentido común de los que intentamos sobrevivir al raso. Todo eso pertenece al suelo, es simplemente pasado, lo venimos pisando con memoria. No se te claven las chinas del papa currele muy hombre ni de la mama muy mujer ama de casa, currela aun más precaria, que por cuatro paredes cerradas a portazos en una colonia se les reclamó ceder la sangre de su juventud a los bancos, moler sus cuerpos en la doctrina binaria sexo-género de los Estados, dejarse domesticar para perpetuar el mercado-mundo.

No se te ocurra explicarles que han sido socialmente modelados en la dominación para reproducir una macroestafa, por los siglos de los siglos, hereditaria. Háblales del viejo parque de tierra, donde las arenas, tú ya lo sabes bien, siempre fueron movedizas. Si tu corazón creativo consintiera este acto, imagínanos, sin prisas, andando camino, poniéndole huellas de paz, diálogo y convivencias a la tierra. Seríamos felices sin el grillete de los relojes, las pantallas y la cartera. Imagínanos yendo al viejo parque de tierra el año que viene, campando a través de las grandes alamedas, por la ciudad horizontal, hasta que la dignidad se haga costumbre. 

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