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Murcia y aparte es un blog de opinión y análisis sobre la Región de Murcia, un espacio de reflexión sobre Murcia y desde Murcia que se integra en la edición regional de eldiario.es.

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Un poco de cordura

Santiago Abascal, Pablo Casado y Albert Rivera, en el estrado en la manifestación en Colón contra Pedro Sánchez.

Manuel Segura Verdú

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Pablo Iglesias se lamenta de que Pedro Sánchez no quiera pactar con él. El todavía líder de Podemos parece olvidar lo ocurrido en marzo de 2016 cuando su formación impidió el cambio en este país. Por entonces, PSOE y Ciudadanos llegaron a un pacto para regenerar la política española a través de dos centenares de medidas consensuadas. Los socialistas, con 90 escaños, y Cs, con 40, precisaban, por lo menos, la abstención del PP o de Podemos. Nada más lejos de la realidad: los de Iglesias no dudaron en votar con los populares y el resto de grupos -menos Coalición Canaria, que se abstuvo- para tumbar la investidura de Sánchez.

Quizá si aquel acuerdo se hubiera fraguado hoy estaríamos en otra disposición en este país. Es posible que desde una hipotética alianza PSOE-Cs, que no pinza, con el beneplácito para el caso del PP, se hubiera mostrado un posición más contundente ante la deriva independentista desatada en Cataluña. Y, a la vez, que todos estos años de desgobierno y provisionalidad, de sucesivas consultas electorales y de presupuestos prorrogados, tan solo quedaran en un mal sueño.

Sin obviar que al poder económico siempre le interesará más un gobierno cuanto más alejado de los extremos, es evidente que de aquellos polvos vienen estos lodos. Es sorprendente que Pablo Iglesias se nos lamente ahora de la desafección que por su formación mantienen los socialistas. Podemos se derrumba mientras otros se enamoran, como Ingrid Bergman le susurraba a Bogart en la imprescindible 'Casablanca', ya que a Pedro Sánchez, de cara al 10 de noviembre, se le abre una nueva posibilidad de alcanzar acuerdos con Albert Rivera, el mismo que hace unos días aún abominaba de él. Sí, Sánchez, el de la banda, al que gritaba, tras ganar los últimos comicios generales, en la puerta de Ferraz, toda aquella militancia enardecida: “¡Con Rivera, no! ¡Con Rivera, no!”. Y con quién si no, como se ha comprobado desde esa noche hasta hoy.

Es probable que el líder de Cs haya vuelto al redil tras manejar encuestas muy poco favorables para sus intereses electorales. Queda patente que Cs nunca debió caer en los brazos del PP, al que ha venido calificando desde hace demasiado tiempo y sin rubor como 'socio preferente'. Y menos aún, coquetear con Vox para, en definitiva, apuntalar a los populares, a los que responsabilizó en el pasado por sus reiterados casos de corrupción. Cs, ese proyecto ilusionantemente socialdemócrata en sus orígenes y en el que muchos creímos, que desembocó luego en los derroteros liberales, ha visto cómo la plana mayor de sus fundadores ha ido saltando progresivamente del barco, por la borda, ante la deriva que llevaba el partido naranja. Ahora Rivera anuncia su predisposición a retomar aquellas banderas de comienzo de 2016. Tampoco perdamos de vista el nuevo proyecto de Íñigo Errejón en este proceso de cara al futuro. Lo que nos hubiéramos ahorrado los españoles si entonces hubiera imperado la cordura, tanto en los unos como en los otros.

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