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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Las ferias

Marcos Díez

La película se titulaba Las ferias. Bueno, en realidad no era estrictamente una película. Quiero decir que no era un largometraje. Vamos, que sí era una película pero no una de esas películas que uno imagina cuando escucha la palabra película. Qué lío. El caso es que era un corto documental rodado en los años 60 en Santander. Lo había grabado, montado y locutado un joven que, con el tiempo, se convirtió en un director de culto y dio clases de cine en la Universidad  de Barcelona.

Las ferias se proyectó en la filmoteca de la ciudad. La imagen y el montaje eran un poco toscos pero todos estábamos encantados viendo aquello. La voz en off hablaba de la llegada de los feriantes y relataba desprovista de emoción el proceso de montaje de los puestos y las atracciones. Suciedad, trabajo, cansancio, miseria. Esas cosas. Y luego la alegría, las luces, el ruido, la diversión. Había también imágenes de los veraneantes disfrutando de la playa, por la mañana, y de las ferias por la tarde y la noche. La voz en off era meramente descriptiva y no opinaba, lo que permitía que los espectadores tuviésemos la ilusión de darnos cuenta nosotros solos de todas esas contradicciones y paradojas y nos sintiésemos un poco más inteligentes.

Otro de los atractivos de la película es que la ciudad parecía otra. Cada vez que una zona muy cambiada aparecía en las imágenes se escuchaban cuchicheos, algunos incluso se atrevían a realizar comentarios en voz alta. Qué cambiado está todo, repetía todo el rato una mujer. Cómo pasa el tiempo, suspiró un hombre. Fíjate en los coches, qué viejos pero qué nuevos son, comentó alguien. En la sala había mucha gente mayor, personas que parecían acudir a reencontrase con su pasado.

Yo disfrutaba de la película muy tranquilo hasta que apareció en las imágenes mi madre. La reconocí al instante porque desde siempre he contemplado en el salón una foto que se hizo cuando tenía diecinueve o veinte años. Es una foto preciosa en la que ella se ríe a carcajadas mientras hace un gesto en el que parece querer impedir que la retraten. A veces contemplo esa fotografía y me cuesta entender que mi madre fuese tan joven y tan guapa y tan feliz. Qué cosas. Como decía, mi madre apareció en las imágenes y yo me sobresalté tanto que por poco me caigo del asiento.

Cuando comencé a asimilar que era mi madre empezó lo peor pues descubrí que paseaba cogida de la mano con un hombre que no era mi padre. Todos sus aniversarios escucho lo mismo, que desde que se conocieron descubrieron que estaban hechos el uno para el otro, que no hubo otros hombres o mujeres en sus vidas y todo eso. Pero allí estaba mi madre, paseando con un tipo bien parecido que a ratos la agarraba de la cintura. La cámara, quizá porque eran una pareja joven y acaramelada, se entretuvo bastante tiempo en ellos.

En un momento de la película, él se giró y pude ver que tenía una marca oscura y grande en su mejilla derecha. Pese a todo era un hombre atractivo. Mi madre parecía fascinada y no dejaba de reírse. Junto a los caballitos se besaron. En realidad, fue ella la que lo besó a él. Entonces él cogió una cámara de fotos que colgaba de su cuello y se dispuso a hacer una foto, mi madre no paraba de reírse y parecía decirle que no lo hiciera mientras alargaba la mano hacia el objetivo. La película se centró después en los niños que mendigaban unas monedas para poder subir a los coches de choque. Permanecí muy atento pero no volvieron a aparecer.

Cuando terminó la película me quedé sentado mientras el resto de la gente, poco a poco, abandonaba la sala. No podía moverme. No dejaba de pensar en la fotografía del salón, que era la favorita de mi madre. Pensaba en lo feliz que mi madre estaba en esa foto. Pensaba en el hombre de la mancha en la cara, pensaba en mi padre, que nada sabía de esa misteriosa relación, y pensaba en mí, que parecía ignorarlo todo de mi madre.

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