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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Sobre el nacionalismo español

Manifestación de Societat Civil Catalana en Barcelona pro 155.

Marcos Martínez Romano

España es una nación porque millones de personas se sienten nacionalmente españolas. Este componente subjetivo hace que esto sea innegable. Sin embargo, también pareciera que es una nación “fallida”, mal construida, en la que ni sus élites ni sus intelectuales han sabido erigir una idea nacional uniforme y moderna al estilo francés, ni mucho menos han tenido la capacidad para comprender la plurinacionalidad como realidad de España. Ni han impuesto “ilustradamente” ni han construido y seducido democráticamente.

Por el contrario, España se edificó sobre el viejo solar castellano, imponiendo por la fuerza de las armas su hegemonía al resto de naciones peninsulares. Así, España, lejos de ser una suma de los pueblos que la componen, continúa instituyéndose sobre el dominio del nacionalismo oligárquico castellano sobre los demás.

Esto hace que el nacionalismo español viva en una esquizofrenia permanente. Asegura que Cataluña es parte constitutiva de España pero a la vez que es necesario “españolizar a los niños catalanes”. La quiere consigo, pero obligándola a dejar de ser ella misma. Quiere una Cataluña castellanizada para afirmar el dominio de su idea uniforme de España. Tratando de afirmar su españolidad, la niegan. Pues muestran a las claras que la españolidad de Cataluña se basa solo en la fuerza por la que a lo largo de la historia los restos del viejo Imperio han conseguido mantenerla consigo, pero sin asimilarla jamás.

Esta esquizofrenia explica la reacción agresiva del nacionalismo español en los últimos tiempos sintetizada en el “a por ellos”. Cataluña, para el nacionalismo español, es otro frente al que seguir afirmando la identidad propia por la vía de la negación y la imposición. Pero, a la vez, es una parte subordinada de esa identidad dominante a la que no se la puede dejar decidir su destino porque, en caso de que decidiera la ruptura o una relación en pie de igualdad dentro de un mismo marco jurídico, se vendría abajo la relación de subordinación que constituye la identidad nacional española hegemónica.

El nacionalismo español no acepta que su nación pueda ser democráticamente discutida mientras tacha de nacionalistas a los demás. La Constitución, en su artículo 2, regula una realidad nacional prepolítica, previa al pacto Constitucional. Esta es la mayor expresión de su esencialismo. Y es por ello que ante cualquier intento de poner en discusión política la nación española, el nacionalismo español de los partidos dinásticos reacciona con agresividad. Si la nación es prepolítica, su cuestionamiento se asemeja a una herejía en un sistema de creencias religioso.

Y, además, el español es un nacionalismo de Estado, que es históricamente el más agresivo porque tiene un aparato jurídico-administrativo-policial a su servicio. El que usa para materializar la reacción agresiva ante la puesta en discusión democrática sobre su nación.

Del federalismo imposible al independentismo por necesidad

En su ensayo “Sempre en Galiza”, Castelao, padre del nacionalismo gallego y federalista convencido hasta comprobar los límites para el desarrollo de un proyecto federal, afirmó que “nosotros queremos ser hespañoles, pero a condición de que este nombre no nos obligue a ser castellanos”.

La imposibilidad material de hacer esto efectivo a lo largo de la historia explica el fracaso de la construcción nacional española. Tanto por la renuncia de la oligarquía a aceptar la base federal de España como por su voluntad de imponer su proyecto de dominación de base castellana sobre las demás naciones peninsulares. España nunca ha sido la suma de los pueblos que la componen, sino el intento de una de ellas de imponerse sobre las demás. Esto es lo que, en buena medida, ha conducido a la progresiva deriva del proyecto catalanista -tradicionalmente federal y con voluntad de democratizar España- hacia el independentismo. Del federalismo imposible al independentismo por necesidad para poder seguir existiendo como nación.

La única forma de haber construido una España en la que todas sus naciones cupieran hubiera sido un modelo que permitiera la relación de igualdad entre ellas. Y el pleno desarrollo nacional de cada una de ellas en el proyecto común. Es decir, España como suma de sus partes y no como dominio de una de ellas sobre la anulación de las demás.

La pregunta es: ¿es posible la construcción de una idea de España como suma voluntaria de sus partes permitiendo que estas se desarrollen plenamente? Para mí, es imposible sin que previamente una o varias de esas naciones que la forman logre su pleno desenvolvimiento mediante la ruptura con el Estado español. Que además parece encaminado a una recentralización autoritaria a corto plazo. Como también escribió Castelao “sólo en una España rota subsiste una España roja”. Y hoy esta condición pasa por Cataluña.

El secuestro de la izquierda por el nacionalismo español

La dificultad para hacer esto posible reside en que este nacionalismo español autoritario y monopolizado por la derecha es hegemónico precisamente porque ha conseguido que la mayor parte de la izquierda -subalterna e históricamente derrotada en este proyecto nacional oligárquico- asuma su marco mental.

Para muchas figuras de la izquierda el problema catalán es visto más como un estorbo que como una oportunidad. Porque al pensarlo desde su mirada española (con un Estado ya constituido) no entienden que el derecho de autodeterminación es un fin en sí mismo para todo aquel pueblo que desee ejercerlo, sin hacer caso de lo que otros pueblos (en este caso el pueblo español) piensen de ese proceso. Por eso la defensa teórica de este derecho no se concreta en propuestas prácticas viables. Y por eso esta colonización mental del nacionalismo español en la izquierda se reproduce hasta en la organización interna de los partidos políticos de la izquierda española.

Sin que esta izquierda se libere del secuestro del nacionalismo español hegemónico, será imposible llevar a cabo una democratización de España sin una ruptura previa de la misma.

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