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Sobre este blog

Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

El mes del plástico

José Luis Salgado

Es un hecho: la navidad empieza antes cada año. Y es que la gran máquina publicitaria que alimenta el monstruo consumista por excelencia necesita tiempo para fijar sus mensajes en nuestro subconsciente y la competencia es feroz. La navidad es la sublimación del sistema capitalista, la orgía de una sociedad de usar y tirar, el momento del despilfarro absurdo que se repite año tras año. Diciembre es el mes en el que nos volcamos en un consumo efímero, pero compulsivo, un mes en el que olvidamos toda consideración previa para tirar la casa por la ventana.

Lo políticamente correcto es percibir este consumismo navideño como algo positivo, ya que se crea empleo y se reactiva la economía. Pero claro, esa es la visión cortoplacista del capitalismo: pan para hoy y hambre para mañana. Estamos hablando de empleos temporales y, en la mayoría de los casos, precarios y mal pagados. Para muchas familias, un empleo en la campaña navideña supone un empujón en su precaria economía, aunque no se solucionen los problemas reales que tienen que padecer. Pero al menos tendrán para pagar la factura energética y no pasarán frío durante el invierno. Si les da para pagar las infladas facturas del oligopolio energético, claro.

Pero el problema de fondo es que nuestra mentalidad consumista es sumamente destructiva a medio y largo plazo, algo que no podemos obviar. Seguramente haya alguien que haya calculado la huella ecológica de estas fiestas navideñas, pero simplemente con un cálculo a ojo es evidente que es altísima. Este último mes del año supone la puntilla a los datos que se disparan de los gráficos del cálculo de la carga ecológica del planeta. Algo que cada vez es más evidente que no nos podemos permitir.

Diciembre es el mes del plástico, de la cultura de usar y tirar y de la obsolescencia programada. ¿Cuántos regalos navideños estarán el próximo año por estas fechas olvidados en un armario o en vertederos, no solo en los más cercanos, sino en países de Asia o África? Todo ese consumo de recursos naturales y energéticos no habrá servido de nada, no los podremos destinar a disminuir la brecha cada vez mayor entre ricos y pobres, entre quienes disfrutamos de absurdos y efímeros lujos y quienes solamente intentan sobrevivir.

Se supone que en estas fechas celebramos –cada cual que escoja su motivo- el solsticio de invierno, el fin de año en nuestro calendario, las saturnales o el nacimiento hace más de dos mil años de un tipo judío que hablaba de amor y de valores austeros. Aunque las fiestas navideñas hayan perdido su valor religioso, tanto por la secularización de nuestra sociedad como por la perversión de valores que el modelo económico imperante ha conseguido pensando en el beneficio económico a corto plazo, es el momento de valorar si toda esta locura consumista vale la pena. Si no es hora de sumar pequeños gestos para cambiar algo que cada vez es más evidente: cada navidad contribuimos desde los países ricos a acelerar el cambio climático, a agravar la crisis de recursos que ya empezamos a percibir y a ahondar en las desigualdades entre ricos y pobres tanto aquí como en otros países.

Disfrutar de unas fiestas navideñas diferentes es posible si queremos. Cualquier pequeño gesto cuenta, pero cuentan más los gestos mayores. No es fácil cambiar el chip en una sociedad que sufre un incesante bombardeo publicitario, pero es importante vencer esos valores mercantilistas y consumistas que ahora mismo imperan en nuestro imaginario colectivo. Si consumimos productos de comercio justo, productos ecológicos, si hacemos nuestras compras en el pequeño comercio, disfrutaremos de igual forma de las fiestas y además habremos dado un paso más en la dirección correcta, aquella que permitirá a las próximas generaciones seguir celebrando estas fiestas. Una navidad basada en alternativas de consumo sostenibles y socialmente responsables es la mejor forma de poner en entredicho este modelo de consumo basado en el despilfarro de recursos y de personas. Seguro que Olentzero, Papá Noel y los Reyes Magos estarán encantados de no tener que cargar con toneladas de productos de plástico que en realidad no necesitamos y de ver que hacemos algo de forma activa para mejorar nuestra sociedad.

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