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Juntos

Dos mujeres se abrazan

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A pocos días del final de 2020, los medios publicamos nuestros resúmenes del año. El panorama es tan lúgubre como el año. Nuestra serie, original del Guardian, se llama The Lost Year, el año perdido. Es una referencia a las vidas perdidas, el tiempo en común perdido, los trabajos perdidos, la felicidad perdida. Pero la serie no es pesimista: en cada pieza hay un trasfondo de lecciones aprendidas o del progreso con la crisis como acicate, por ejemplo para la ciencia. Sacar lo bueno de lo terrible es algo que ha pasado antes en la historia después de epidemias y guerras. También es cierto que tenemos hambre de contar algo bueno que nos sirva para explicar tantos meses de sufrimiento y miedo. 

Hasta ahora, mi resumen favorito del año es un episodio del podcast de Sam Sanders, un periodista de la radio pública de Estados Unidos que habitualmente hace una síntesis de la semana con las noticias políticas y culturales. El episodio se llama La vida en tiempo de coronavirus, y es muy sencillo. Son las voces de oyentes contando cómo han pasado este año, casi sin intervención ni preguntas de Sam. 

Desde la historia de Jack, un niño de seis años que se ha quedado sin colegio, hasta la de Anne, una mujer de 99 años que huyó a Brooklyn desde Alemania en la Segunda Guerra Mundial y que es la más esperanzada de todos. Son voces encadenadas que relatan desde las dificultades para ligar en pandemia hasta el peor de los sufrimientos de no poder acompañar a un ser querido moribundo porque tú tienes coronavirus. Reflejan de manera muy completa la experiencia de millones de personas a la vez y en todo el mundo. Y eso en sí mismo es extraordinario.

Nunca el mundo entero había vivido algo de manera tan parecida a la vez y en tiempo real (en 1918 o en 1945 no había manera de compartir tan rápido). En el año más solitario estábamos juntos. 

Está claro que la pandemia no ha sido igual para todos. No es lo mismo haber enfermado que no. No es lo mismo haber acabado en un hospital o una unidad de cuidados intensivos que haber estado en tu casa esperando a que se pase la tos. No es lo mismo poder trabajar desde tu salón que haber tenido que arriesgarse cada día frente a una camilla, un volante o un mostrador. No es lo mismo haber conservado el trabajo que haberlo perdido. No es lo mismo estar solo que acompañado. 

Pero cada una de esas experiencias se ha repetido por todo el mundo y millones pueden entender qué está pasando por la cabeza de otros millones. Estamos pasando por esto juntos, y eso tiene un valor que tal vez permanezca más allá de los horrores de 2020 y los que aún nos quedan en 2021. En el proceso lento y penoso de salir de ésta tal vez salgamos más juntos.

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