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La pesca: una amenaza para el equilibrio internacional

Profesor de Historia contemporánea en la Universidad de Castilla-La Mancha
Pesca profesional en El Hierro
11 de abril de 2023 06:01 h

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El tablero geopolítico de los últimos años ha sufrido alteraciones importantes, sobre todo debido a la pandemia, a la guerra de Ucrania y al cambio climático. El nuevo desorden mundial se ha vuelto más complejo y esto ha obligado a añadir factores explicativos a la hora de entender la coyuntura actual. Se han reforzado variables que hasta ahora no habían tenido un gran protagonismo, como es el caso de la seguridad energética y, al mismo tiempo, se han incorporado cuestiones a las que la opinión pública apenas les había prestado atención, como es el caso de la pesca. Hasta este momento, esta actividad ha sido comprendida como una actividad primaria que proporciona alimentos, pero en escasas ocasiones se ha reflexionado sobre la capacidad de influencia en el débil equilibrio internacional, a pesar de que existen numerosos argumentos que demuestran la pesca es una actividad con una gran capacidad de influencia en las relaciones internacionales. De hecho, en los últimos años, el Foro Económico Mundial ha alertado de que la pesca se presenta como un potencial foco de conflicto que sería incluso comparable a las guerras del petróleo. Aunque la integración de la pesca como un elemento de conflicto internacional comenzó con la aprobación de la protección de las 200 millas a finales de la década de los setenta, en los últimos años se ha incrementado exponencialmente la tensión. El principal motivo ha sido la coincidencia del aumento del consumo mundial de pescado con el descenso de la población marina. Entre 1988 y 2018, según la OCDE, los recursos han disminuido un 41% y esto ha generado un incremento de las disputas por el control de las aguas y de los recursos. Y todo ello en un momento en el que se han recrudecido las tensiones entre las grandes potencias mundiales.

El resultado de todo ello son conflictos y tensiones puntuales que, como una lluvia fina, pueden acabar provocando un desbordamiento.  

Desde hace unos años, China, Rusia, EEUU y algunas potencias medias como Japón o incluso España luchan por controlar las aguas de África y de América Latina para hacerse con el control de especies como el atún, y esto está generando continuas fricciones en tierra y mar. En ese marco, en abril de 2021, Filipinas acusó a China de pescar en sus aguas, de generar una “milicia marítima china” de pescadores que tensionaban las relaciones con Manila y de utilizar esta actividad para aumentar su control de las aguas del mar del Sur de China. Meses más tarde, en diciembre, en Europa este sector volvió a acaparar las portadas de los diarios. Los pescadores franceses se manifestaron enfrente de la isla de Jersey rodeados por los barcos militares británicos para denunciar la nueva vecindad post-Brexit. No hay que olvidar que fue precisamente la pesca uno de los asuntos más complejos de las negociaciones de la salida británica de la UE. El foco del debate era que desde Londres querían evitar que barcos europeos, sobre todo franceses y en menor medida españoles, faenasen en sus aguas.

En los últimos días han aparecido nuevos ejemplos de situaciones similares. Los pescadores ghaneses han denunciado la sobrepesca china en sus aguas, el uso de productos químicos y la pesca ilegal. Estas acciones, no solo condicionan la vida y la alimentación de los pueblos costeros de este país, sino que también contribuyen al agotamiento de los caladeros. Desde Argentina, esta misma semana, también han denunciado la sobreexplotación del Agujero Azul, aguas internacionales frente a los territorios marítimos argentinos, debido a un vacío legal en los reglamentos internacionales. Como en las ocasiones anteriores, gran parte de la flota pertenece a China, aunque también hay barcos de Corea del Sur, Taiwán, incluso de España.

Detrás de estos conflictos, al igual que sucede con las energías fósiles y con las materias raras, se encuentra la lucha por el control de los recursos. En el caso de que no se tomen medidas internacionales para el control y conservación de los caladeros, las tensiones irán aumentando proporcionalmente al descenso de la vida marina. Por todo ello es importante incorporar esta cuestión a la agende geopolítica y medioambiental. Solo de esta manera se podrá evitar que esa lluvia fina se convierta en tormenta y, entonces sí, provoque grandes desbordamientos. 

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