Cañete 'on fire'
“Si soy yo mismo, me quemo”, ha desvelado Miguel Arias Cañete al tiempo que daba una nueva dimensión al concepto “machismo”. Para ser machista antes bastaba con ser imbécil. Ahora hay que ser intelectualmente superior y tener al menos un asesor avisándote que conviene no parecer demasiado listo cuando debates con una mujer, porque eso sí que es machismo. No se exhibe la superioridad intelectual sobre las mujeres, se les compran unos zapatos bonitos o un bolso elegante; ese es el verdadero feminismo. Y luego aún dicen que los hombres no podemos pensar en dos cosas a la vez. Cañete on fire sí, y cada una resulta aún más temible que la anterior.
Tienes razón Miguel. Haces bien en disimular lo que piensas de verdad. Contente Cañete, que te pierdes. Hay mucha tontería suelta, no te enciendas. Que si miembros y miembras, que si cuotas, que si igualdad, que si derechos de las mujeres y las minorías, que si matrimonio gay, que si los inmigrantes tienen derecho a buscarse un trabajo y dejarnos sin aquellos camareros de antes que sí sabían tratarnos a los señores... Se vuelve interminable la lista de cosas ante las que uno debe envainarse su superioridad intelectual y achantarse para que no le crucifique esa coalición de liberales, gays y feminazis que dictan lo políticamente correcto.
Hay que saber callar y adaptarse. Pretender como que sí, que te importa, que tienen razón, que vale, de acuerdo, que todos somos iguales y debiéramos tener los mismos derechos y oportunidades; incluso se podría aceptar que seguramente deba ser así, siempre que ellas y ellos sean de los nuestros y gente decente. Cañete es un hombre que ama a las mujeres, pero ellas tienen que dejarse. Cuesta mucho guardarse aquello que uno siente de verdad, en sus entrañas, si se presentan por los otros y te vienen con la matraca de la igualdad cuando todo el mundo sabe que en eso del machismo hay mucha exageración y mucho cuento.
Aunque tanta contención también tiene sus ventajas. A ti te han sacado en un cartel electoral donde si se mira fijamente más de un minuto te pareces a Richard Gere en Pretty Woman y si se superan los dos minutos, recuerdas a Charlton Heston en Los Diez Mandamientos. Y eso sí que es obrar milagros.
La prueba más evidente de cuánta razón tienes, cuánto te comprenden y cuánto valoran tu silencio la encuentras en tus propios compañeros de partido, las mujeres y hombres del Partido Popular. Ha sido emocionante verles salir en tromba a arroparte y apoyarte, a decir que eres el mejor candidato, el más conocido y respetado, el más listo, el más sabio, el más guapo, el más bueno, que en el fondo tienes razón y no te hemos entendido y hay mucho mal pensado. Hagamos como que no ha sucedido. Ni un matiz, ni un reproche, ni una palabra de queja por parte de las mujeres del Partido Popular, que son de orden y se lo merecen todo. Por parte de los hombres, risas y camaradería virilmente entendida, por supuesto. Si no saben aguantar una broma, que se vuelvan a la cocina. Qué ejemplo de unidad tan necesario en un momento cuando se han perdido todos los valores y la sociedad precisa de buenos ejemplos y tanta pedagogía política.
La derecha española es así, señora, ni un paso atrás, ni para tomar impulso; no es viril. Reconocer una equivocación es de cobardes y además estamos en campaña electoral. Los errores no se reconocen, se tapan. Además, ¿quién ha dicho que haya sido un error? La política es ganar elecciones. Los principios y la honestidad quedan para los perdedores.