Careo Bárcenas-Rajoy

BÁRCENAS: Bien. Como sabe, mi defensa ha solicitado este careo tras negar usted reiteradamente la veracidad de mis declaraciones.
RAJOY: ¿Eh? ¿Me habla a mí?
B: Sí.
R: Perdone, estaba mirando el Marca. Va fatal el 4G aquí. Oiga, ¿no nos conocemos? Su cara me quiere sonar.
B: Basta de tonterías, me conoce perfectamente.
R: Es que, ¿sabe qué pasa?, que soy un fisonomista malísimo. Al ministro Dastis, como tenía aquella cara tan anodina el hombre, siempre lo tomaba por el camarero del Congreso. Año y medio me pasé pidiéndole sacarina. Y él: “Presidente, que Marruecos está movilizando al Ejército”. Y yo pensando: “Fíjate qué enterado está el bigotes este”. En fin, ¿quién dice que es usted?
B: ¡Bárcenas!
R: ¡Acabáramos! ¿El de Taburete? Le hacía más joven.
B: ¡El padre! ¡Luis!
R: ¡Ay, calla, el de los Excel! Te has hecho algo en el pelo, ¿no?
B: ¡Señor Rajoy, exijo que detenga esta farsa! Usted sabía que el partido tenía una contabilidad paralela.
R: ¿Paralela a qué?
B: A la legal.
R: ¿Y dónde se juntaban?
B: ¿El qué?
R: Las paralelas.
B: No se juntaban, por eso… Por eso eran paralelas.
R: Oiga, no me líe, sabe perfectamente que no me manejo bien en matemáticas. Me arroja estos conceptos complejísimos con la aviesa intención de enredarme en ellos, ¿cree que no me doy cuenta?
B: Le enseñé los papeles que lo demostraban.
R: Que demostraban, ¿qué?
B: ¡La contabilidad paralela!
R: ¿Los papeles aquellos subrayados en amarillo?
B: ¡Esos!
R: ¿Los que, con visible indignación, intenté fotocopiar para enviar a la Fiscalía?
B: ¡¿Cómo?! ¡Pero si los trituró en la destructora de documentos!
R: Bueno, mire, lo que no se le puede exigir a un presidente es que también sea experto en ofimática. ¿Qué culpa tengo yo de que todos los electrodomésticos se parezcan? Me pasé una legislatura diciéndole al sacapuntas eléctrico: “¡Carmen, ponme con Soraya!” Hasta la semana pasada no me enteré de que la mujer me oía a través de la puerta.
B: ¿Y qué me dice de las primas?
R: ¿Las de quién?
B: ¡Las suyas!
R: Pues poca cosa. La mayor se casó en Santiago y ahí sigue.
B: ¡Las primas de su sueldo! ¡Usted cobraba un extra cada mes y nunca se quejó!
R: ¿El piquito aquel fuera de nómina?
B: Ese.
R: ¿No era el reintegro de la lotería?
B: ¿Qué? ¡No! ¡Ese dinero nos lo daban unos empresarios!
R: Ya me extrañaba a mí que ganásemos tantas veces. Yo, fíjese, llegué a pensar que era una cosa medio mística, en compensación por el accidente aquel de helicóptero. Le decía a mi mujer: “Mira, Elvi, otro reintegro, esto es el karma por lo de Móstoles”. ¿Empresarios dice?
B: ¡Empresarios! ¡Nos traían el dinero en sobres! ¡Algunos se los di a usted directamente, no puede fingir que no se acuerda!
R: ¿Unos que eran blancos y así como alargados?
B: Sí. Sobres. Sobres normales, blancos, alargados, ¡sobres!
R: Calla, ¿no eran cartas de fans?
B: ¿Fans? ¡Usted no tiene fans!
R: ¡Maldita sea, Elvi tenía razón! He vivido en una mentira, presa de mi ridícula arrogancia. Pues le va a parecer una tontería, pero jamás abrí ninguno de esos sobres. ¿Y qué dice que había dentro?
B: ¡Dinero negro!
R: Francamente, no me extraña que tenga usted tantos problemas con la justicia. Ahora me dirá que las obras de Génova se pagaron con ese dinero.
B: ¡Claro que se pagaron con ese dinero!
R: Si eso no es una confesión, no sé qué lo es. En fin, aunque todo esto es interesantísimo, me temo que tengo que ir a hacer cosas de registradores de la propiedad.
B: ¿Cómo? Pero no puede…
R: Que, por cierto, me quedé el sacapuntas electrónico. No vean qué invento. Una vez aprendes a usarlo, ya no puedes hacer otra cosa. Señorías, letrados, muchas tardes y buenas gracias.
23