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Catalunya lo ocupa todo

Susana Díaz

Javier Pérez Royo

No está ocurriendo solo en España. La degradación de la democracia que se viene extendiendo como una mancha de aceite en los países respecto de los que desde hace muchos decenios no cabe dudar de su calificación como auténticas democracias, está alterando la articulación normalmente aceptada entre las distintas formas a través de las cuales se expresa periódicamente el cuerpo electoral. Una cosa son unas elecciones generales y otra distinta unas elecciones municipales, regionales o europeas. Y sin embargo, últimamente parece que todas son la misma.

Lo acabamos de ver en el país europeo aparentemente más estabilizado política y constitucionalmente con la celebración de las elecciones en Baviera y en Hesse. Los resultados de ambas elecciones han sido interpretadas en clave federal. No solamente fuera de Alemania, donde casi nadie es capaz de recordar quiénes se enfrentaban en dichas elecciones y qué tipos de gobierno se pueden constituir a partir de dichos resultados, sino también dentro. Es el debilitamiento de Angela Merkel lo que se ha subrayado, así como lo que dicho debilitamiento puede suponer para el inmediato futuro de la Unión Europea, que tiene que hacer frente al Brexit y a unas elecciones parlamentarias europeas más que problemáticas.

Las elecciones municipales, regionales o autonómicas, siempre han tenido una lectura estatal o federal, pero nunca como lo están teniendo en la actualidad. Tanto dentro como fuera de Alemania, parecería que ha sido Angela Merkel quien se ha presentado a las elecciones en los dos Länder como candidata a la presidencia. Los resultados locales son indicadores de un proceso de degradación del sistema federal.

Esta lectura en clave estatal de un proceso electoral regional está teniendo una expresión todavía más intensa en España como consecuencia de la intensidad del deterioro institucional muy superior al de Alemania, por un lado, y como consecuencia de la proyección del conflicto en la integración de Catalunya el Estado, por otro. Catalunya está teniendo mucha más presencia que Andalucía en el proceso electoral que debe acabar el 2 de diciembre. A pesar de que tanto el PSOE como Adelante Andalucía están haciendo esfuerzos enormes para que el debate electoral se produzca en clave andaluza, no parece que lo estén consiguiendo. El PP y Ciudadanos han decidido que se produzca en clave catalana y estatal. Y parece que, por lo menos en lo que a titulares en los medios de comunicación se refiere, lo están consiguiendo.

Se nota en el propio diseño de la campaña. Mientras que ni Pablo Iglesias ni Pedro Sánchez están teniendo protagonismo perceptible en la campaña electoral de las formaciones de la izquierda andaluza, Pablo Casado y Albert Rivera/Inés Arrimada parece que son los candidatos de PP y Ciudadanos, con Catalunya además como único mensaje.

En Andalucía hasta el momento siempre han sido líderes andaluces los portadores de las campañas en las elecciones autonómicas. Incluso el PP, en el que siempre ha habido una dependencia notable de la organización andaluza respecto a la nacional, únicamente cuando emergió y se consolidó la figura de Javier Arenas, el partido empezó a competir con posibilidades de éxito. En los demás, ni siquiera se ha planteado que pudiera ser de otra manera.

Dicho con otras palabras: las elecciones andaluzas siempre han sido andaluzas. Después su resultado se proyectaba más allá de las fronteras de la comunidad autónoma. Pero las elecciones siempre tenían lugar en clave andaluza. Por eso, a pesar de que las elecciones generales y las andaluzas se celebraron conjuntamente en 1996, hubo un resultado divergente. El PP con José María Aznar ganó las primeras. Manuel Chaves contra pronóstico se impuso en las segundas. Y en 2011, tras el triunfo arrollador de Mariano Rajoy, se celebraron elecciones andaluzas en marzo de 2012 y el PSOE con José Antonio Griñán mantuvo la presidencia de la Junta de Andalucía.

Andalucía ha resistido hasta la fecha todos los intentos de imponer una lógica estatal a sus elecciones autonómicas. ¿Continuará siendo así el próximo 2 de diciembre o el impacto del conflicto en Catalunya hará que sea diferente?

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