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Cosas de psiquiátrico

Alfonso Rus junto a Mariano Rajoy

Cristina Pardo

Esta semana conocimos que había cien cajas con documentos sobre adjudicaciones irregulares de Alfonso Rus en una nave del psiquiátrico de Bétera, en Valencia. A estas alturas, el listón de nuestra capacidad de sorpresa está muy alto, altísimo. Pero Rus nunca defrauda. Él, que fue presidente de la Diputación, había asegurado en su día que ese psiquiátrico no se cerraría nunca. Era hasta conmovedor su interés por los pacientes, sobre todo si eran cuadrados y recibían tratamiento en una nave. Rus era un político atípico, con tanta cara como carisma, demasiado natural; tanto, que los dirigentes nacionales del PP se removían en la silla cuando subía a hablar en los mítines. Tan pronto amenazaba a los militantes con darles una paliza si no votaban a Cañete, como les llamaba “burros” por creerse la promesa electoral de que él traería la playa a Xátiva. También tenía otros grandes éxitos, como aquel día que propuso celebrar la victoria con “champán y mujeres”. “Las nuestras”, tuvo que puntualizar Rus. Era la alegría de la huerta. Y claro, recibió los elogios de Rajoy, como casi todos los imputados de la Comunidad Valenciana (“Yo te quiero, Alfonso, coño. Te quiero”). Y ya se sabe que donde Rajoy pone el ojo, pone un sumario. Rus opta por el humor incluso en sus momentos más bajos. Esta semana dijo que, cuantas más cosas se conocen, más convencido está de que se demostrará su inocencia. El otro día me contó una persona que había hablado con él, de imputado a imputado, que Rus está muy decepcionado con el partido, porque le han dejado tirado. Parece muy duro ser un cómico tan brillante y quedarse sin público.

El exalcalde de Xátiva es una de las personas con problemas judiciales que ha demostrado tener más ingenio, aunque hay que reconocer que hay muchos candidatos. Recordemos, por ejemplo, a los suegros de Granados diciendo que el millón de euros que apareció en su altillo lo habían dejado los fontaneros o los trabajadores del Ikea. En este país hay gente que se ha metido ayudas públicas por la nariz (como reveló el chófer del exdirector general de Trabajo de la Junta de Andalucía), gente que pagaba con dinero de todos putas, gomina, pinzas para el pelo de un euro, huevos Kinder o el mantenimiento de una planta exótica de despacho. También hemos visto herencias misteriosas, políticos megalómanos despilfarrando para construir “un aeropuerto para las personas” o mujeres de políticos megalómanos con escobillas de váter de 400 euros pagando una lechuga con un billete de 200 euros o también individuos que decoraban sus baños con cuadros de Miró. Incluso hemos asistido a comparecencias judiciales que se tienen que suspender porque los imputados no han cambiado las pilas del audífono y no pueden oír las preguntas del fiscal.

Imaginación para otras cosas, como para formar gobierno, ya tal... Pero en este país hay que reconocer que nos estamos haciendo auténticos expertos en que nos tomen el pelo y, al mismo tiempo, mantener la capacidad de reír por no llorar.

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