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La economía española, de nuevo, la gran sorpresa positiva de 2023

La exministra de Economía, Nadia Calviño conversa con su sucesor en el cargo, Carlos Cuerpo y la nueva vicepresidenta primera y ministra de Hacienda a María Jesús Montero.

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2023 ha sido para España una continuación del buen hacer de 2022. Ha crecido, de nuevo, más que casi todos los países europeos en 2023, siendo el país grande con un crecimiento más vigoroso, mientras que cierra con una de las menores tasas de inflación de la Unión Europea. Todo ello aderezado con unos caldos de generación de empleo excepcionales, y una capacidad de financiación positiva récord. Se puede calificar la añada económica de 2023, otra vez, como inusualmente buena. Todo ello para disgusto de una derecha patria que, inmersa en su estrategia conjunta con la extrema derecha, veía de nuevo como cada una de esas previsiones agoreras que había ido esparciendo en sus altavoces mediáticos no solo no llegaban, sino que la realidad se deslizaba por derroteros opuestos.

Las plagas bíblicas predichas por los economistas conservadores patrios, alrededor de determinadas medidas de políticas económicas implementadas por el anterior gobierno de coalición “social-comunista, bolivariano y filoetarra” de España, no solo no es que no se hayan cumplido, sino que el resultado final ha sido diametralmente el opuesto a los agoreros pronósticos que todos estos tahúres esparcían usando sus bolas de cristal y sus cartas de tarot. Pero no lo olviden, son inasequibles al desaliento, y esos mismos chamanes llevaban meses dándonos la turra con algo distinto, el anterior gobierno de coalición era un gobierno manirroto. Repetían y repiten una y otra vez ese mantra de que el gobierno debe comportarse como una familia. Deberemos armarnos de paciencia y enseñarles, hasta que algún día lo entiendan, los balances financieros sectoriales de Wynne Godley para explicarles que el Estado no se comporta ni actúa como una familia. Demostrarles por activa y por pasiva que cuando el BCE financia a los Tesoros europeos en los mercados secundarios, jamás hay y nunca habrá problemas de financiación. Y, sobre todo, decirles que cuando el Estado tiene superávits presupuestarios no es síntoma de un buen hacer de política económica sino el resultado de un ciclo de endeudamiento privado descomunal que nos llevará a una Gran Recesión, o Gran Depresión. 

Solo la irresponsabilidad del Banco Central europeo, subiendo tipos de interés para hacer frente a una inflación que no es de demanda, y la maldita obsesión de cierta gente de Bruselas por restablecer las reglas fiscales europeas, detrás de cuyo razonamiento solo existe un comportamiento gregario, irracional, vestido con grandilocuentes palabras, podría hacer descarrilar la economía española. En ese caso, el resto de Europa se hundiría irremediablemente. Por eso el gobierno español debe mantener una posición de fuerza frente a la irresponsabilidad de los hacedores de política monetaria y fiscal europeas. Una actitud complaciente con quienes promueven esta mix de política económica sería el inicio de una nueva recesión económica en 2024-2025.

Pero 2023 ha sido un “annus horribilis” a nivel global

Sin embargo, el año 2023 ha sido un “annus horribilis” en términos de paz, libertad y fraternidad global. El año que acaba de iniciarse debería marcar un cambio de rumbo tanto en las políticas económicas globales como en la geopolítica de un mundo multipolar en el que ya estamos inmersos. Para ello debería demolerse de una vez por todas ese sistema de gobernanza occidental llamado Neoliberalismo, que ha devenido en desigualdad, ineficiencia, cambio climático, guerras y totalitarismo. A su vez, las bases de las relaciones internacionales deberían ser la cooperación y el respeto a la diversidad, de manera que los organismos multilaterales representen al mundo en su conjunto, abandonando su control por un Occidente en crisis. 

Europa debería haber actuado como muro de contención contra el fascismo, el racismo, la intolerancia… Pero lejos de ser un referente moral ha entrado en un proceso de decadencia, donde la ciudadanía de muchos países, especialmente del centro y norte de Europa, hastiada, cansada, ha acabado comprando la mercancía averiada que esparcen unos medios de comunicación controlados por quienes hace décadas convirtieron nuestras democracias en Totalitarismos Invertidos “a lo Sheldon Wolin”. Después de validar en las urnas gobiernos que han ido desmontando el estado de bienestar, esos mismos votantes han comprado la idea de que la culpa de dicho desmantelamiento la tienen los inmigrantes.

Para ello se ha dado la vuelta a la tortilla, utilizando el mito de Robin Hood en beneficio de una super clase. En esta nueva versión de Robin Hood los otrora pobres y débiles -desempleados, inmigrantes, refugiados…- han sido recolocados en el cuadro conceptual donde solíamos situar a los más ricos y poderosos. Son ellos, la categoría social previamente etiquetada como “pobre”, a quienes se les presentan como vagos, perezosos, parásitos. Mientras que los que antes se consideraban ricos, ahora, por obra y gracia del lenguaje, se les presenta como aquellos que trabajan muy duro para obtener una recompensa más o menos justa. Y bajo ese lenguaje perverso, “hay que apoyar a esta nueva categoría de pobres”, los otrora ricos. Se acuerdan de quienes nos hablan de las paguitas, ¿verdad?

Los nuevos ricos, en esta nueva versión de Robin Hood, son los desempleados, los inmigrantes, los sin papeles, quienes luchan por un salario digno. Mención especial merece la actitud contra los miles de emigrantes que abandonan por necesidad países sumidos en guerras, que, nosotros, desde Occidente, alentamos; o bien simplemente abandonan países asediados por élites corruptas, a nuestro servicio, que persiguen al disidente. En un ejemplo de deshumanización extremo, culpabilizan a aquellos que proceden de un país pobre, atraídos por “las bondades y casas de lujo que ofrecen los gobiernos extranjeros”. ¡Cuánta mentira! ¡Cómo me repugnan todos y cada uno de estos manipuladores! Pero está pasando, sí, aquí en nuestra dulce Europa. Por eso 2023 ha sido un año agridulce. Mientras que en España se paró in extremis el ascenso al gobierno central de una ultraderecha, que va incluida en el paquete de la derecha clásica, en el centro y norte de Europa el dique de contención contra el racismo, la xenofobia y el odio al diferente empieza a desquebrajarse. Solo Ángela Merkel, desde la derecha clásica centroeuropea, tuvo una posición clara e intransigente contra el fascismo. Me temo que el resto, no. Esperemos que 2024 sea el inicio de un período donde la libertad, fraternidad, y la igualdad den de nuevo brillo a nuestras democracias. Sí, lo sé, peco de optimismo, pero al menos, como al comienzo de todo año nuevo, permítanme soñar porque, como recitaba el poeta Carl Sandburg, “nada sucede a menos que primero lo soñemos”.

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