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Los espejos 'saben' cosas

Una mujer se mira al espejo.

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Circulan estos días por las redes sociales distintas variantes de un mismo vídeo en el que alguien coloca un objeto pequeño, como un vaso, detrás de otro más grande y se pone delante de un espejo mientras se graba con el móvil. De frente, el vaso queda oculto a la vista, pero cuando quien graba se mueve a un lateral y descubre que se sigue viendo reflejado detrás del objeto más grande, la persona alucina. “¿Cómo es que el espejo sabe dónde está el vaso?”, se pregunta la protagonista de una de las versiones. “No me lo explico”.

El asunto me parece fascinante por varias razones. Antes de nada, supongo que algunos de los que reproducen el meme conocen lo que sucede, pero lo repiten para conseguir visitas. También estoy seguro de que el vídeo generará dudas en un buen número de personas y no creo que sea una muestra de ignorancia de la que haya que hacer mofa, más bien lo veo como un sano ejemplo de curiosidad y una buena oportunidad para entender que la forma en que la luz rebota en el espejo y viaja hasta nuestro ojo explica este pequeño juego de perspectivas. 

En cuanto al efecto que produce, me inclino a pensar que la sorpresa tiene que ver con la asunción errónea de que el espejo es como una pantalla y que lo que se ve en él se registra de la misma forma en que lo hace una cámara. Acostumbrados como estamos a la lógica de la visión digital, es posible que algo tan analógico como un espejo nos parezca de pronto misterioso. Pero la clave es que el autor del vídeo utiliza un truco psicológico: nos fuerza a interpretar la visión del vaso como si el espectador siguiera frente al espejo y lo que él nos está mostrando fuera algo oculto y secreto, un punto de vista exclusivo y muy tentador, la puerta de entrada de muchos razonamientos ‘conspiranoicos’.

Esta semana, mientras el juego del espejo se hacía viral, otro vídeo, en este caso protagonizado por el vicepresidente de Castilla y León, Juan García-Gallardo, alcanzaba gran difusión en las redes. Durante una conferencia en un colegio, y en un tono motivacional, el político de Vox llamaba a los alumnos a “tener una mentalidad crítica”, “ser escépticos” y plantearse hechos como “si el CO2 es o no un contaminante”. Encendido por las críticas en redes, más adelante se reafirmaba en sus posiciones y escribía: “De hecho, es el mejor de los gases para el desarrollo de la naturaleza”. 

Lo que hace este político de ultraderecha es tomar un dato que es cierto, que el CO2 es imprescindible para el crecimiento de las plantas, para reafirmar su creencia previa de que el calentamiento es una patraña. Se monta su propio truco del espejo y desvía la mirada de sus potenciales votantes donde le interesa. Es un engaño bastante burdo y habitual de los negacionistas, que consiste en colocar al receptor en un punto de vista forzado y mostrarle únicamente los datos que favorecen su tesis, independientemente de los hechos probados durante años por los científicos.

Todas estas triquiñuelas son a veces autoengaños, no siempre hay mala fe. Cuando uno tiene un sistema de creencias muy asentadas lo que hace es aplicar el piloto automático y agarrarse a los datos que le cuadran —que el CO2 es bueno para las plantas o el señuelo de que el vapor de agua es el principal gas de efecto invernadero— para seguir manteniendo su postura sin tener que darle muchas vueltas. El cerebro confiado y ahorrador de energía toma lo que le sirve y descarta lo demás en favor de la tesis más cómoda.  

Lo que resulta llamativo es la autoconfianza de quien desprecia las montañas de pruebas sobre el cambio climático y cree que lleva razón porque acaba de descubrir una ‘cosa’ y se considera un valiente pensador a contracorriente.  Lo mismo ocurre con quien graba un vídeo como el del espejo y no se plantea ni por un instante que generaciones de seres humanos han mirado antes que ellos sin encontrar este hecho “revolucionario”.  

Pero ser escéptico no consiste en hacerse trampas al solitario y tratar de llevar razón con el menor esfuerzo intelectual posible. Hay que subir la montaña y analizar todos los hechos, no quedarse en el primer escalón de la etapa. El CO2 es bueno para las plantas, por supuesto, pero al mismo tiempo la acumulación en la atmósfera está provocando un aumento de temperatura sin precedentes. Los termómetros no mienten y los espejos no saben cosas, sino que tienen un funcionamiento muy simple que se conoce desde antes de Aristóteles. Eso sí, y, si se me permite el chiste malo, está claro que son más propensos a la reflexión que algunas personas. 

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