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Gobernar para los tuyos, aunque no suba la Bolsa

El ministro Alberto Garzón en una imagen de archivo.

Antonio Maestre

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Es necesario hacer oposición desde la izquierda a la izquierda. Defender a quienes se sientan descontentos por los límites de la Administración, descontentos por una posición de subalternidad inmovilizante que haga pensar a la ciudadanía que ha apoyado la entrada en este Gobierno que no se pueden cambiar las cosas. Evitar el conformismo ante reformas que sean tan estéticas que se conviertan en banales. La izquierda tiene el deber de ser crítica hasta con sus dirigentes. De construir, sin condescendencia ni seguidismo acrítico.

Alberto Garzón ha dado la primera muestra de imposibilidad de actuación en uno de los campos más delicados para los suyos. La regulación de la publicidad de las casas de apuestas no cumple ni las expectativas propias: no ya las que anunciaron en el acuerdo de Gobierno entre PSOE y UP, que prometía equipararla a la del tabaco; ni siquiera las anunciadas por el propio equipo de Garzón cuando ya ocupaba la cartera. Algo ha pasado y tiene que explicarlo.

Las declaraciones en la rueda de prensa de Alberto Garzón, en la que anunciaba las medidas en materia de regulación de la publicidad del juego negando las presiones de grupos mediáticos importantes y lobbies, son un cepo del que tiene que desprenderse para mantener una mínima credibilidad. La existencia de reuniones con grupos de poder que ha publicado Iván Gil en El Confidencial desmonta la inexistencia de esas presiones. No es tolerable que desde unas posiciones políticas a priori transformadoras se prive a la ciudadanía del conocimiento de la existencia y la importancia de esos grupos que poseen la capacidad de marcar el camino a un ministerio que iba a velar por la salud pública y el bienestar de los más débiles.

Si existen esos lobbies y han doblado el brazo a Alberto Garzón, tiene que reconocerlo para enseñar a sus votantes los límites de lo posible. Si es al contrario, como ha afirmado, y no existen esas presiones, significa que se debe simplemente a una posición pragmática surgida del propio convencimiento, y eso es tremendamente decepcionante en términos de voluntad política. “En 30 días es todo lo que hemos podido hacer”, ha aseverado Garzón. Una declaración de este tipo da buena muestra de la frustración a la que puede empujarse a un electorado que llevaba décadas esperando llegar al poder para cambiar de manera sustancial la vida de la gente. Debe a la ciudadanía una aclaración urgente.

La presión de los propios ha sacado la primera tarjeta amarilla a Alberto Garzón. De un ministro del Partido Comunista se espera que contente a los nadie y decepcione al mercado de valores. Ha sido a la inversa y las medidas han sido tomadas con alborozo por la patronal del juego, que se disparó en la Bolsa más de un 7%. Eso debiera valerle para que viera lo errado de su planteamiento. Si los barrios, la militancia, la gente humilde y los débiles no están contentos con el proceder de quien ocupa un ministerio, es la obligación moral del pensamiento crítico desde la izquierda medir, fiscalizar y marcar líneas rojas desde posiciones externas, para no dejar lugar a la condescendencia y que las moquetas impregnen la ambición. Están en el Gobierno para mover al PSOE a la izquierda, así que los que se han quedado fuera tienen la obligación de no dejar que la izquierda se mueva al socioliberalismo y acepte como orden natural los correajes de la Administración para no ser ambiciosos. La regulación de la publicidad de las casas de apuestas es un compromiso con los tuyos y es una obligación cumplir.

Gobernar para los propios es la única exigencia moral que hay que tener presente y no hacerlo fue en el pasado uno de los mayores errores que se cometieron. No se puede contentar al adversario, porque nunca quedará satisfecho. Que Garzón aprenda de Carmena lo que sucede cuando no quieres molestar demasiado a los que jamás te votarán. La labor de este Gobierno en solo treinta días está siendo bastante positiva en materia social, y seguir por ese camino implica no dejar pasar errores como el cometido en lo que respecta a la regulación de publicidad en las casas de apuestas. Porque la crítica y la asunción de responsabilidades son imprescindibles para el progreso social. En el Ministerio de Consumo están a tiempo de revertirlo y contentar a aquellos que les pusieron en ese despacho. En los barrios se les reconocerá si lo hacen, aunque quizás no suba la Bolsa.

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