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Kafka en el Parlament

La mayoría independentista lleva una semana enzarzándose en broncas.

Neus Tomàs

Hace siete meses, Àlex Cubero, uno de los periodistas que cubre habitualmente la información parlamentaria en Catalunya, escribió un tuit que se ha convertido en el mejor resumen de la actividad (cuando la hay) en la Cámara catalana: “Lío en el Parlament. Da igual cuando leas esto”. De lío en lío hasta demostrar que la capacidad de enredarse que tienen Junts per Catalunya y ERC en sus broncas diarias solo puede explicarse por la falta de respeto mutuo a la que han llegado y al poco que demuestran tener a los electores. Y no solo a sus votantes, puesto que paralizar la celebración de plenos por sus desavenencias se ha convertido en una triste costumbre en el Parlament. La excepcionalidad que supone tener presos encarcelados de manera injusta y dirigentes en el extranjero no justifica espectáculos como los de esta semana.

Si hubiese que buscar responsables del penúltimo desaguisado en las filas independentistas seguramente el origen hay que atribuírselo a una parte de la cúpula de Junts per Catalunya. El presidente del Parlament, Roger Torrent, el dirigente con mayor proyección en ERC, hasta ahora se había negado a desobedecer y eso le costó un enfrentamiento con Carles Puigdemont que algunos aún no le han perdonado.

Sea por los agravios acumulados o porque cada vez es más lo que les divide, JxCat ha tensado esta vez la cuerda del pacto con los republicanos hasta el límite de poner en riesgo la legislatura. Es cierto que el juez Pablo Llarena no puede limitar la soberanía del Parlament. Tan cierto como que los partidos independentistas deben decidir si les conviene o no tener a más imputados.

Los diputados procesados no pueden votar y desde el mes de julio ya no cobran el sueldo. De facto no son diputados pero el grupo de Puigdemont-Torra se niega a explicarlo así (es fácil pensar que temen que los gritos de “traidor” les dejarían sordos en Twitter).

Al final, tras suspender el pleno durante siete horas, este jueves JxCat aceptó entregar el escrito que les reclamaba Torrent desde la mañana para poder reprender la sesión del debate de política general. Ese que se presupone que es uno de los debates importantes. La alternativa a no llegar a un acuerdo era que la mayoría parlamentaria saltase por los aires. Se ha preservado el pacto aunque los letrados de la Cámara ya les han alertado de que se arriesgan a que el Constitucional sea más duro que Llarena.

¿Hay algo más absurdo que quedarte en minoría durante lo que quede de legislatura para castigar a tu socio? Tal vez no, pero no descarten que veamos episodios más kafkianos en el laboratorio de pruebas del absurdo en que se ha convertido el Parlament.

El pacto entre Junts per Catalunya y ERC nació con la separación de bienes firmada y pronto se comprobó que ni unos ni otros tenían intención de disimular sus diferencias. Hace cinco meses que Torra tomó posesión pero este es un Govern que está ya en tiempo de descuento.

Tenían y tienen estrategias diferentes y a veces contradictorias. Tres ejemplos: un presidente del Parlament y un vicepresidente que defienden posiciones divergentes respecto a si hay que acatar o no a los letrados, un presidente de la Generalitat y un vicepresidente que no están de acuerdo en si hay que presionar o no a Pedro Sánchez con un ultimátum, y unos grupos parlamentarios en Madrid que se enteran por los medios de lo que sus jefes negocian en Barcelona. Todo eso en solo una semana.

Que frente al independentismo no haya una oposición con un proyecto alternativo común ni una solución para un conflicto que va para largo no debería ser ni excusa ni eximente para no gobernar ni respetar las mínimas reglas parlamentarias.

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