La legislatura X
Se nos agotan las metáforas, alegorías y paralelismos para tratar de explicar esta legislatura. Desde la teoría del imprevisible y devastador cisne negro a la sucesión de catastróficas desdichas pasando por la vida y la caja de bombones de Forrest Gump, las hemos explorado todas.
Creíamos haberlo visto todo con el disputado voto del diputado Casero y el increíble liderazgo menguante de Pablo Casado, pero, una vez más, nos equivocábamos. Lo mejor siempre está por llegar en esta legislatura. Deberíamos saberlo a estas alturas, después de tanto ver al ministro Félix Bolaños vivir cada día con la tensión de un participante en 'Lo que Necesitas es Amor', esperando a que Isabel Gemio le anunciase la siguiente sorpresa tras presentarse ante su puerta.
En medio de la tormenta provocada por la versión cañí de la Stasi, mientras Margarita Robles se preguntaba qué tiene que hacer un Estado para defenderse, exponiéndose a que cualquiera le contestase que precisamente lo que ella justificaba es lo único que jamás debe hacer, pillado Pedro Sánchez entre el dilema imposible de entregar una cabeza a ERC para sumar sus votos o darle a Núñez Feijóo la rebaja de impuestos que hasta ayer resultaba imposible, EH Bildu asumía el papel de partido de Estado que los demás prefieren pasarse entre ellos y salvaba el decreto anti guerra. Eso es un cliffhanger como Dios manda.
Menos mal que nos quedan los políticos vascos, los únicos que aún entienden que la política es una actividad propia de gente madura, sensata y racional y se comportan como tal, sin dejar nunca que la estrategia se les confunda con la realidad. Da vértigo pensar dónde estaríamos ahora mismo si durante los últimos cinco años el PNV y Bildu no se hubieran comportado como los adultos mayores que son en un patio repleto de niñatos y testosterona.
El presidente Sánchez puede dar gracias a que Núñez Feijóo aún anda ocupado emocionándose en la media docena de despedidas de la Xunta de Galicia que aún tiene programadas. De haber estado a lo que tiene que estar no habría cometido el inmenso error de regalarle un voto en contra que le da hecho el argumentario para lo que resta de legislatura. En lugar de abstenerse y demostrar que la infantil etapa Casado terminó, que no juega con las cosas de comer, tiene criterio propio y sabe cuándo contenerse por el bien de la mayoría.
No hacía falta un No que aporta absolutamente nada; del papel salvador de Bildu nos habríamos enterado igual. Ir a continuación a recibir la bendición de Bertín Osborne como líder de la derecha, de la mano de Díaz Ayuso y Moreno Bonilla, es la guinda de semejante pastel.
Hacer pronósticos en esta legislatura X donde casi todo se convierte en una incógnita se ha vuelto una pérdida de tiempo. Nuestro nivel de tolerancia hacia lo inesperado ha escalado hasta las nubes. Si mañana se estrellara un meteorito en la Cortes, seguramente pensaríamos que se veía venir. No se amarguen. Disfruten del espectáculo.
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