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La mansión

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Dyrham Park es una mansión del siglo XVII cerca de Bath, en el suroeste de Inglaterra, una de las centenares de propiedades históricas que se pueden visitar en Reino Unido. Allí se rodaron películas como Lo que queda del día y Sentido y sensibilidad: el cine es una de las fuentes de financiación de estos lugares que también reciben fondos públicos a través de lo que se llama National Trust. 

En uno de los salones de la casa hay dos estatuas que representan a dos hombres negros agachados, con una anilla dorada al cuello y cadenas que se cierran en los tobillos, y un plato en la cabeza. El plato se llenaba de agua de rosas para que los visitantes se lavaran las manos. Los visitantes pasan por allí y reciben todo tipo de explicaciones sobre el mobiliario, los cuadros o los juegos de té. Pero hasta ahora el guía solía “olvidarse” hasta de mencionar esas estatuas, según contaba el reportero del New Yorker que participó hace unos meses en el tour y entrevistó a personas que habían hecho el recorrido. La consigna de los guías de estas mansiones es crear un espacio agradable para dar una vuelta el fin de semana, no necesariamente dar una clase de Historia. 

Los dueños de la mansión fueron George y William Wynter, que como muchos británicos hicieron su fortuna en el siglo XVI con el comercio de esclavos. Desde que el National Trust aceptó aprender y explicar un poco más de la historia de estas casas y sus habitantes, en la web de Dyrham Park, entre los anuncios de talleres otoñales y los detalles de los tipos de ardillas, también hay un apartado dedicado a “nuestras historias de colonialismo y esclavitud histórica”.

No se trata de quitar las estatuas ni esconderlas, sino todo lo contrario, de explicar, de completar. Y aun así, tanto la mansión como la organización que preserva estas casas han recibido quejas y hasta violentas amenazas. Como es habitual en un país con una prensa mediocre, varios diarios han aprovechado para convertir el estudio en una acusación de racismo de la jardinería o una supuesta condena universal de Churchill porque su mansión también tuvo conexiones con el colonialismo. 

Dar más información sobre la Historia en lugar de verla como algo sagrado y congelado en el relato de unos pocos no es una amenaza, es una manera de mirar hacia atrás con más datos. Sí, los ojos con los que miramos son los del presente porque no tenemos otros y así ha mirado cada generación. A menudo hablar de ello es simplemente recordar hechos olvidados por la mayoría, como que Reino Unido siguió pagando deudas hasta 2015 para indemnizar a las familias que habían esclavizado a personas por su “pérdida” tras la prohibición de la esclavitud en el siglo XIX.

Mirar hacia atrás también es una oportunidad para recordar que las sociedades pueden mejorar incluso en medio de los tiempos más turbulentos y desesperanzados. 

El miedo británico a molestar con más explicaciones tiene que ver con quién sigue constituyendo la mayoría del órgano de conservación de las casas y quiénes siguen siendo sus principales visitantes. Pese a la variedad multicultural del país, las mansiones siguen siendo una actividad de recreo esencialmente para blancos. El National Trust organiza ahora tours especiales con la ayuda de grupos de comunidades habitualmente excluidas. Pero la mejor manera de incluir a más personas es contando una historia al menos más completa. 

Es muy probable que la mayoría siga visitando las mansiones para ver ardillas o recordar la serie o la película que se rodó allí, pero también que más personas puedan tener respuestas a preguntas pertinentes. 

Tener miedo a afrontar las partes más incómodas de nuestra historia revela complejos presentes que tratan de cancelar cualquier debate en una sociedad cada vez más abierta, más inquieta y con menos ganas de callarse ante las voces dominantes de siempre.