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El miedo a las vacunas y el efecto 'nocebo'

Imagen de archivo de un ensayo de la vacuna contra la Covid.

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Hace unos días, múltiples medios de comunicación a lo largo del mundo difundieron, con cierto alarmismo, el desmayo de Tiffany Dover tras recibir la vacuna de Pfizer contra el virus SARS-CoV-2. Dover, enfermera jefe del hospital CHI Memorial del Estado de Tennessee (Estados Unidos), se mareó y se desvaneció (no llegó a perder el conocimiento) a los pocos minutos de que le administrasen la vacuna ante las cámaras que retransmitían el evento en directo. Breves instantes después, la enfermera se recuperaba y se iba caminando por su propio pie. La propia sanitaria aclaró que se desmaya con frecuencia cuando siente dolor: “Me siento bien ahora. Probablemente me he desmayado seis veces en las últimas seis semanas”. Como otras muchas personas con aversión a las inyecciones o al dolor, Dover sufrió una reacción vasovagal al recibir la vacuna, que provocó una disminución súbita del flujo sanguíneo al cerebro. Esta reacción vasovagal puede desencadenarse por ansiedad, dolor o emociones extremas, entre otros muchos factores.

A pesar de la irrelevancia médica del suceso, antivacunas y conspiranoicos aprovecharon la oportunidad para desinformar y alarmar en las redes sociales sobre los supuestos peligros de las vacunas contra la COVID-19. No ha sido el primer caso ni será el último. Ya se preveía que cualquier sospecha infundada de efecto adverso, por muy delirante que fuera, se terminaría utilizando como arma antivacuna. Hace unos días, varios medios recogieron la noticia que un jubilado sufrió el impacto de un rayo un mes después de recibir la vacuna de Moderna como voluntario en un ensayo clínico. No existe absolutamente ninguna plausibilidad biológica por la que la administración de una vacuna te convierta en un pararrayos, pero esta información volvió a usarse para atacar injustificadamente a este tratamiento preventivo.

Uno de los recursos que ya se han empleado en el pasado y se van a seguir utilizando para difundir miedo irracional sobre las vacunas es la tergiversación del efecto nocebo. A diferencia del efecto placebo, su polo opuesto, que es bien conocido por buena parte de la población general, el efecto nocebo sigue siendo un fenómeno bastante ignorado por la cultura popular. En cualquier caso, ambos efectos son las dos caras de una misma moneda y surgen de las expectativas que muestran las personas a sus tratamientos médicos.

Así, el efecto placebo consiste en el efecto positivo y beneficioso para la salud que ocurre en algunas personas ante las expectativas de un determinado tratamiento, el cual no tiene por qué tener ningún efecto farmacológico o terapéutico (o si lo tiene, este efecto positivo no se debe per se al efecto de ese tratamiento). Este fenómeno no solo ocurre con pastillas sin principios activos, como podrían ser una píldora de azúcar, sino que los medicamentos también pueden tener un efecto placebo añadido. 

Un ejemplo muy típico de efecto placebo combinado con medicamentos ocurre en aquellas personas que notan un alivio en su dolor de cabeza a los pocos minutos de tomar un paracetamol. Por el tiempo de absorción y distribución de este fármaco, es imposible que el efecto analgésico ocurra tan rápido, así que este alivio subjetivo está, en realidad, provocado por un efecto placebo.

El efecto nocebo, en cambio, es el lado oscuro del efecto placebo. Las expectativas negativas a un determinado tratamiento pueden originar efectos negativos que no se deben, en realidad, a dicho tratamiento. La literatura médica recoge numerosos casos sobre este peculiar fenómeno. Una revisión sobre el asunto publicada en 2018 observó que la mitad de los pacientes que tomaban placebo en ensayos clínicos informaba sobre efectos adversos que se atribuían al tratamiento, pero que, en realidad, no podían explicarse ni por los efectos del placebo (porque no tenía), ni tampoco por la evolución de su enfermedad o su historia clínica.

Diferentes factores pueden potenciar el efecto nocebo, como el miedo o la ansiedad a recibir dicho tratamiento, la sugestión o una comunicación inapropiada de los efectos adversos por parte del personal sanitario. En ese sentido, un estudio detectó que cuando en el consentimiento informado de un ensayo clínico se alertaba sobre posibles síntomas gastrointestinales por la ingesta de aspirina, las personas que abandonaban el ensayo por problemas leves y subjetivos gastrointestinales se multiplicaban por seis, comparado con el grupo de personas que tomaban aspirina y no habían recibido esa información. Sin embargo, el número de complicaciones objetivas y graves como úlceras pépticas o sangrado en todos los grupos era similar.

Cuando el miedo se desata: Episodios de histeria colectiva a las vacunas

Sabemos, por campañas anteriores de vacunación, que el miedo a estos tratamientos preventivos puede despertar, en ocasiones, efectos nocebos colectivos y “enfermedad psicogénica de masas”, un fenómeno más conocido como “histeria colectiva” en la población general. Uno de los casos más llamativos en ese sentido ocurrió en 2014 en Carmen de Bolívar (Colombia), durante las campañas de vacunación por el virus del papiloma humano. Más de 200 niñas experimentaron convulsiones y desmayos al ir recibiendo dicha vacuna en grupo. 

Tras más de medio año de investigaciones, pruebas clínicas, análisis de laboratorio y trabajos de campo para aclarar lo sucedido y averiguar si el lote de vacunas tenía algún problema, los expertos llegaron a una conclusión: sugestión colectiva desencadenada, en parte, “por la percepción exagerada del riesgo relacionado con haber sido expuestas (a la vacuna)”. En aquel entonces,  Federico Martinón, jefe de Pediatría del Hospital Clínico Universitario de Santiago de Compostela, declaraba que “todas copiaban la forma de convulsionar de la primera que lo hacía”.

El miedo exagerado a las vacunas y la sugestión al ver a compañeras desmayándose y convulsionando en el citado municipio colombiano formaron un cóctel explosivo que dio alas al efecto nocebo, causando efectos adversos colectivos que no podían explicarse por los efectos de la propia vacuna. No se trata de un suceso aislado. En nuestro país, sin ir más lejos, hay varios brotes epidémicos de histeria colectiva documentados.

Las próximas campañas de vacunación contra el coronavirus comenzarán en nuestro país con una buena parte de la población con dudas acerca de ellas y con el sector antivacunas tratando de alarmar y desinformar con cualquier efecto adverso. No es el mejor punto de partida, pero conforme avancen las campañas es de esperar que la confianza a las vacunas se vaya incrementando. La comunicación transparente y clara de las autoridades y profesionales sanitarios sobre sus efectos adversos es clave no solo para dar seguridad sobre estos tratamientos preventivos, sino también para controlar el miedo. Aunque este sentimiento sea libre, como el viento, podría ser perjudicial si desencadena efectos nocebos que resientan las campañas de vacunación.

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