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No toda la gente errante anda perdida

El secretario general de Junts, Jordi Turull.

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"No se deje engañar por lo que aparezca en la superficie. En las profundidades es donde todo se vuelve ley"

Rainer María Rilke

No todo es lo que lo parece. Desde Rojas en La Celestina –“No es oro todo lo que reluce”– a la contra imagen desplegada por J.R.R Tolkien –“Todo lo que es oro no brilla”–, la sabiduría humana viene alertando sobre el peligro de tomar las apariencias por realidad. Seguro que recuerdan el poema de Bilbo Bolsón al que hace referencia el título de esta columna. Ese que escribió en su época de aventuras y que Gandalf tuvo que adjuntar en una carta que dejó en El Poney Pisador para que Cebadilla Mantecona se lo entregara a Frodo. Hoy me va a tocar hacer de Barliman Butterbur –que ese es el nombre en la edición original de Cebadilla y que a mi me resulta menos embarazoso encarnar– y entregarles el sobre que recoge las claves para desconfiar de las apariencias y confiar en Aragorn:

“No es oro todo lo que reluce,

ni toda la gente errante anda perdida;

a las raíces profundas no llega la escarcha,

el viejo vigoroso no se marchita.“

Todo servía para dejar claro que Trancos no era un vulgar montaraz del norte, vagabundo sin causa, sino que estaban ante el legítimo heredero del rey Isildur de Arnor que merecía, sin duda, pertenecer a La Compañía. 

La política actual es tan montaraz que renta enredarla con el mito literario para hacer un poco de luz en ella. Lograr una apariencia de hermosura, un remedo de épica. No sufran por las cesiones aparentemente descabelladas realizadas por el PSOE en el último momento a Junts porque o bien les han dado algo que brilla pero no es oro, sin que se den cuenta, o bien ambos saben que se trata de una transacción de relato y no de otra cosa. En el Gobierno silban y miran para otro lado, como es habitual, mientras los de Puigdemont hacen notas de prensa y dan entrevistas con su logro del traspaso integral de las competencias de inmigración, que en otras citas se transforma en “delegación integral”, en un baile de términos que obvia la imposibilidad de un traspaso de estas competencias que son inalienables del Estado, más allá de la gestión de cuestiones administrativas como de facto ya sucedió en su día con la administración de la Administración de Justicia: una carga autonómica que nunca ha aportado la influencia ni el poder buscado al reclamarla.

Mi única duda consiste en saber si Bolaños y Montero –aunque otros dicen que en verdad fueron Zapatero y Santos Cerdán– le hicieron una chicuelina a los de Junts in extremis o si los Junts también saben en el fondo que el relato les dará de sí una temporada pero que luego vendrá Paco con las rebajas, llámese Paco a las mayorías parlamentarias, al Tribunal Constitucional o a las normas europeas. Hay miembros de Junts y aledaños que no tienen ninguna duda: tal vez lo único que se llevaron de cierto es la baja a cero del IVA del aceite y eso porque la UE ya se lo ha permitido a otros países de forma temporal. Digamos que el Gobierno consiguió su objetivo a un coste político muy alto mientras que Junts consiguió un rédito político muy alto sin que vaya a lograr objetivos.

El coste político de los socialistas es evidente. No se van a librar de la acusación de entregar cualquier cosa, incluso aquellas que no pueden, para rascar votos o abstenciones; reproche este que no sólo le hace la oposición sino que resuena también dentro del partido. No se van a librar de las sospecha frente a los socios mas de izquierdas de estar tonteando con posturas en inmigración próximas a la ultraderecha montaraz. Cuando Turull afirma en una entrevista que “no estar contra los reincidentes, haga 15 días que están aquí o haga ocho generaciones, pone en riesgo la convivencia”, por mucho miedo que le de la competencia de los de la alcaldesa de Ripoll, ¿está retrotrayéndose al nacionalismo étnico excluyente que ve a los charnegos como charnegos así pasen las generaciones? Curiosa postura para un partido cuyo líder está casado con una rumana y para un momento histórico en el que el nacionalismo trata de sostenerse ampliando sus huestes identitarias. Así lo hacen los partidos vascos soberanistas –vasco es el que vive aquí o en el Athletic juegan los Williams– y así dijo Pujol en Prades: “De aquí somos todos los que queremos ser de aquí”. Vistas las estadísticas de natalidad y las cifras de votantes, ya se sabe. 

A los de Junts no les conmovió la cenita en Moncloa porque, aunque tienen mucho que aprender de los usos del poder en Madrid, hay que asimilar, si se quiere negociar con ellos, que se les da una higa lo que suceda con la gobernanza de España. A ellos ni el lobo de Vox ni la pérdida del poder progresista les saca una sola lágrima. Sólo la aprobación y ejecución de la Ley de Amnistía les resulta decisiva y contra el riesgo de que esta decayera -con unas elecciones anticipadas, cosa que al parecer también se usó como acicate emocional en la negociación- está la convicción que los juntaires tienen de que en una repetición el PSOE y Sumar no llegarían a la cifra actual y de que, en todo caso, seguirían necesitándolos a ellos. 

Así que quedamos en que no todos los errantes andan perdidos ni todo lo que brilla es oro. Es evidente que ERC lo sabe y por eso reacciona como reacciona, aunque no puede dejar de pesarle el jugo que Junts va a sacarle durante una temporada a lo que no llegará, porque es imposible que puedan recibir las competencias para decidir quién entra y quién se queda, porque las balanzas fiscales se restringen a los datos que el Gobierno dará a centros de investigación y servicios de análisis, porque la aportación del Gobierno para el transporte no va a pasar del 30% aunque se deje de condicionar al 20% autonómico –Montero dixit– y porque no se va a obligar a ninguna empresa a volver a Catalunya por más que se vigile que no haya ingeniería fiscal entre la sede declarada y la efectiva del negocio. No hará falta ni que el Gobierno se desdiga porque los contrapesos que salvaguardan el sistema funcionarán. 

En Quintos de Mora se hablará este finde de algo tan obvio como que Junts no es ERC y de que no se puede usar una estrategia tan burda como la desplegada con quienes no tienen ningún interés en salvarte el culo, más allá de una amnistía que tienen asegurada. Y es que los hechos consumados y lo de que no queda otra no funciona porque no es cierto. Un paso en falso y la legislatura se va por un barranco. Nunca ha sido de otra forma y que Iglesias no lo olvida está más que claro.

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