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Ya no hay madres

Un bebé coge el dedo de su madre.

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El día que parí a mi hijo solo admití a mi madre en la habitación previa al paritorio. Ahí donde se tienen las contracciones y aúllas de dolor cada pocos segundos, y cada vez más y con menos segundos de diferencia. Y lo hice para echarle la bronca: “Este dolor que me parte en dos no me lo habías contado”. Éramos la madre y la madre inminente haciendo lo de siempre. Transmitiendo todo. No hay concepto más pervertido, usado y manoseado que la maternidad. La reducción de la mujer a lo único sobre lo que tiene exclusividad, el embarazo y el parto. Y la crianza. En el espejo, el rechazo, la imposición. Parir, el dolor definitivo solo superable por la posibilitad de, algún día, perder lo que hemos parido. 

No tenemos hijos. Las españolas, digo. Yo tengo uno. Tarde, mal y sin estar casada, con lo cual soy pura estadística, la no excepción, la regla. Según el INE, debería haber llamado a mi hijo Mateo o Lucía, nombres preciosos pero recurrentes. No me he casado, y realmente no sé por qué, no tengo nada en contra del matrimonio. Crecen los hijos de madres de alquiler. Yo tuve un hijo sin poder pagarlo. El dinero y la maternidad. La maternidad y el matrimonio, los números. Por primera vez desde que se tienen registros, el número de mujeres que fueron madres sin estar casadas, 165.062, superó en 2022 al de las que lo fueron habiendo contraído matrimonio, 164.189. A la vez, aumentan los matrimonios porque triunfa la narrativa matrimonial que viene de EE UU: hay que casarse, porque todos, y especialmente las mujeres, están mejor casadas. Una mujer soltera de cierta edad es una anomalía, algo tendrá. Y ya no hay que casarse para tener hijos, esa ecuación ya se ha despejado hacia el no. Todo el dinero se gasta ahora en la boda, la celebración más hortera del mundo. El mundo sigue rodando.

Los hijos se tienen para que vivan, entendemos la muerte cuando aceptamos que preferimos morir antes de que mueran ellos, inmortales en nuestra cabeza desde que los parimos. Antes, la vida. Los propietarios de pisos ya dicen que no quieren a familias con hijos y mucho menos a madres con hijos, mejor funcionarios con sueldo fijo sin cargas. ¿Es normal el egoísmo particular? El mismo ciudadano que no alquila a una madre con hijos se quejará mañana del Gran Reemplazo, porque no hay hijos de españoles y porque hay niños y niños, no todos valen o mismo y a algunos no hay quien los compre. Por extranjeros, por abandonados. En España, se dice que se fomentará la natalidad. Supongo que primero arreglarán lo de la vivienda y luego se meterán con la violencia en los partos, la discriminación de las madres solas y la conciliación. Mientras tanto, algunas tenemos hijos.  

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