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En el nombre de las “madrastras”

Una escena de 'Los hijos de otros', en la que Virginie Efira es una madrastra que se plantea si quiere ser madre.
2 de octubre de 2023 23:06 h

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Queridos académicos de la RAE, en la sociedad en la que vivimos es hora de inventar una palabra para nombrar a “la novia de papá”, “el marido de mamá” o sucedáneos. Un vocablo que defina a esas personas que cuidamos a tiempo parcial (e incluso completo) de hijos que no son nuestros pero en la práctica lo son. No existe un término que defina el singular vínculo que nos une, porque cuando a “la hija de mi novio” le preguntan quién soy yo, solo puede responder que soy “la novia de su padre” (algo de él, pero nada de ella), y las dos nos miramos sintiendo que ahí hay algo que no funciona, porque ella también es algo mío y yo lo soy de ella.

Sabemos que existe el concepto “madrastra” pero solo pronunciarlo me visualizo obligándole a fregar el suelo de rodillas. Y no es solo la cultura popular la que da a ese término un componente negativo demasiado pesado como para llevarlo a cuestas, sino que en la segunda acepción que aparece en vuestro (nuestro) diccionario indica que una “madrastra” es alguien “que trata mal a sus hijos”, como un “padrastro” es quien “trata mal” a los suyos. Un horror y un error que esa sea nuestra única opción.

El lenguaje nos invisibiliza al no existir una rama con la que definirnos en sus árboles genealógicos. Ni ella aparece en el mío, ni yo en el de ella, hasta que quizá algún día tenga hijos y sean sus hermanos. Entonces sí que ellos tendrán casilla y de ahí saldrá una línea que me enlazará a ellos. ¿Y si no los tengo? Habremos crecido juntas, aprendido la una de la otra, respondido a las preguntas más delicadas, buscado respuestas para las complejas, volcado valores y dedicado más tiempo que a nadie... sin existir una palabra que contenga (menos sangre) todo lo que significamos la una para la otra.

Vamos tarde porque somos mayoría, desde hace años, las familias que crecemos con miembros “sin identificar”. Pero estamos a tiempo. Por el momento ella prefiere definirme como “madrina” (algo más reconfortante, aunque insuficiente) y yo como “hada”. Y así, de golpe, las “hadas madrinas” tienen aún más sentido entre nosotras. Ahora les toca a ustedes hacer su magia y que de repente entendamos lo que somos la una de la otra. 

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