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¿Va a poder Pedro Sánchez arreglar esto?

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y la vicepresidenta primera y ministra de Asuntos Económicos y Transformación Digital, Nadia Calviño, en el Senado.

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De repente, cuando parecía que tenía la situación bajo control, el Gobierno de coalición ha empezado a recibir golpes muy contundentes que, aun no poniendo en cuestión su supervivencia a corto plazo, pueden tener una incidencia muy negativa en las perspectivas electorales de la izquierda. La aparición de una trama de corrupción a la vieja usanza en el grupo parlamentario del PSOE es muy grave, sobre todo porque se suponía que esas cosas ya no iban a pasar más. La marcha del grupo Ferrovial a Holanda puede hacer mucho daño a la imagen financiera internacional de España… y del Gobierno. Y el goteo imparable de revisiones de sentencias por la ley del “sí es sí” sigue erosionando, y mucho, el prestigio popular del Gobierno.

Es sorprendente que tales desaguisados hayan ocurrido todos en un lapso muy breve de tiempo y justamente cuando faltan menos de dos meses para las elecciones municipales y autonómicas. Tan sorprendente, que se puede sospechar que no todo haya sido casual y que algunas manos anónimas hayan movido los hilos necesarios para que esas noticias se hayan producido justo en este momento.

No sería la primera vez y el pasado nos deja muchos indicios de cómo esas manipulaciones pueden producirse. Manejos en el interior de los cuerpos de seguridad, utilización de recursos judiciales con la colaboración de algunos jueces, colusión con algunos medios de comunicación, han sido recursos habituales para crear o agigantar escándalos. Esta misma semana “El País” ha denunciado “la acción coordinada entre el PP y un grupo de vocales del Consejo General del Poder Judicial” para amplificar el impacto de la revisión de condenas por el 'solo sí es sÍ' y, en concreto, para exagerar la cifra final de las mismas antes de que se hayan realizado las oportunas verificaciones.

No quiere eso decir que el problema no exista y que esas revisiones no se estén produciendo. Muchas a cargo de jueces de intachable trayectoria, otras a cargo de magistrados de más dudosa actitud. Pero la exageración  de las cifras totales tiene una indudable finalidad política: la de poner al Ejecutivo en mayores dificultades de las que ya de por sí el asunto le provoca, aumentando así su descrédito. Problemas a los que, por cierto, el Gobierno sigue sin hacer nada para afrontar y resolver. Seguramente porque teme que una iniciativa de ese tipo termine por romper la coalición de gobierno, que ya está bastante tocada y sin futuro.

La marcha del grupo Ferrovial a Holanda es también un asunto lleno de aristas, del que, por cierto, hasta el momento, solo se sabe una parte y puede que ésta sea la menos sustancial. La primera pregunta que surge al respecto es cómo el Gobierno se ha dejado meter ese gol, cuando la empresa había dejado caer en más de una ocasión, últimamente y hace tiempo, que esas podían ser sus intenciones.

Y la respuesta, a bote pronto, es que el Ejecutivo tenía en sus manos instrumentos para haber cegado esa perspectiva. Los mismos que ahora está aduciendo más como expresión de un ansia de venganza que como soluciones operativas. Entre ellos la exigencia de que Ferrovial devuelva todos los fondos públicos que el Estado le ha venido proporcionando a lo largo de los años.

Pero más allá de amenazas concretas, lo que de verdad habría podido disuadir a la multinacional es una actitud de firmeza y dureza sin paliativos, ante la cual cualquier empresa por grande que sea tiene que dudar y, generalmente, echarse para atrás. ¿Por qué el Gobierno no se ha atrevido a emprender ese camino? Tal vez por temor a que otros grandes conglomerados, ya bastante calientes contra el Gobierno en estos momentos, terminaran por colocarse del lado de Ferrovial… y en contra del Ejecutivo.

Si esto último fuera cierto, la cosa sería más grave de lo que parece. Porque vendría a decir que el Gobierno está inerme frente al poder empresarial. Y, tirando de ese hilo, que el Ejecutivo ya no la tendría todas consigo respecto del acierto de las medidas que en los últimos tiempos ha tomado, particularmente en el terreno fiscal, respecto de ese poder. Que en los cuarenta años largos de democracia ningún gobierno se ha atrevido a desafiar abiertamente, salvo en aspectos secundarios.

Ferrovial sabe del daño que su decisión ha hecho al Gobierno de coalición de izquierdas, particularmente en términos de su imagen en el mundo de las finanzas internacionales. Que está siguiendo paso a paso la peripecia de estos últimos días a través de los medios más influyentes. Y si sabe del daño que ha hecho a Sánchez, sabe también lo bien que ha sido recibida su iniciativa en el ámbito de la derecha, con la cual muy probablemente Ferrovial habrá consultado en el algún momento.

Con respecto al escándalo “Mediador”, el mal ya está hecho y no es pequeño. Porque confirma -y eso mientras el asunto no adquiera aún mayores dimensiones- que después de toda la corrupción que ha caído, en el corazón mismo del PSOE, y probablemente a vista de muchos que quisieran mirarlo, se estaban reproduciendo las mismas prácticas de siempre, con las mismas obscenidades y los mismos malos de siempre. Sin que la dirección socialista hiciera nada para frenarlo. La rapidez en la respuesta punitiva no exime de los intolerables fallos in vigilando cometidos por las gentes de Sánchez.

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