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Hay gresca para rato

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, interviene durante una sesión de control al Gobierno, en el Congreso de los Diputados el pasado 20 de marzo de 2024.

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Está cada vez más claro que tanto el PP como el PSOE han concluido que la mejor táctica para ganar votos es golpear cuanto puedan a su rival. Lo cual quiere decir que por ahora no va a haber más política que esa, para escándalo de quien quiera escandalizarse. Y una conclusión adicional: esa guerra verbal sin contemplaciones supone que ambos rivales han llegado a un nivel de pobreza argumental y de propuestas que no deja de ser muy preocupante de cara al futuro político de este país.

A base de dar caña un día sí y otro también, Alberto Núñez Feijoo y la dirección de su partido – con la reciente incorporación del duro por excelencia, Miguel Tellado- están consiguiendo que la derecha vaya olvidando la frustración de las elecciones del pasado junio y el marasmo que siguió a la misma durante varios meses. La batalla contra la amnistía no dio los resultados seguramente apetecidos, mientras que la agresividad sin límites que le siguió está logrando que el PP suba en las encuestas. No cabe por tanto pensar en un cambio de rumbo en esas condiciones. Sino tal vez en todo lo contrario. Tal vez afinando en los contenidos de la ofensiva.

El proceso que ha llevado a Pedro Sánchez y los suyos a colocarse del otro lado de la trinchera con similar intención belicosa es distinto. El elemento que está en la base de la nueva agresividad socialista son los resultados de las pasadas elecciones municipales y autonómicas. El PSOE cree ahora que el motivo principal de aquel batacazo fue que el partido decidió no contestar con la misma moneda a la durísima campaña emprendida entonces por el PP contra la izquierda y prefirió contratacar aduciendo la buena gestión del Gobierno y los buenos resultados que se estaban alcanzando sociales y económicos.

Estos mensajes no calaron en la minoría indecisa de la opinión, una parte de la cual -justamente la que hizo oscilar la balanza electoral hacia la derecha- se sintió más atraída por el lenguaje sin concesiones del PP. Sánchez endureció su discurso de cara a las generales de junio y los analistas del PSOE creen que eso permitió que Feijóo no consiguiera los escaños necesarios para alcanzar la presidencia.

La conclusión, por tanto, también en el campo socialista es que lo único que puede ser rentable electoralmente es la caña. Cuando menos en lo que al partido a nivel nacional se refiere. Que los PS catalán y vasco pueden modular ese planteamiento. Pero pasadas las elecciones en esos dos territorios, la campaña de las europeas se prevé particularmente dura. Con dos notas adicionales: las encuestas son muy favorables para el PP, pero la gran incógnita para el resultado final es la participación, que hoy por hoy se prevé baja. O incluso muy baja.

Volviendo al PP, Núñez Feijóo ha obtenido un éxito inesperado en las últimas semanas: el escándalo que protagoniza el novio de Isabel Díaz Ayuso, pero, sobre todo, ella misma, ha acabado seguramente con todas las aspiraciones de la presidenta de la Comunidad de Madrid de sustituir algún día a Feijóo a la cabeza del PP, en contra de lo que muchos creían perfectamente posible hace solo tres o cuatro meses.

Y particularmente su brazo derecho, Miguel Ángel Rodríguez, que lleva años trabajando en ese empeño. Seguramente convencido de que podía repetir el éxito que logró hace 25 años con un José María Aznar no mucho menos mediocre que la señora Ayuso. Las histéricas reacciones de Rodríguez a las revelaciones sobre los manejos del novio de la presidenta sólo se explican por la dureza del golpe recibido y sus consecuencias. ¿Alguien que no sea un fanático se puede creer lo de los periodistas encapuchados o acosando a una niña para obtener información?

Por unas y otras cosas quedan por tanto meses de lo mismo que se ha visto estas últimas semanas, por mucho que unos y otros empiecen a decir que convendría rectificar. No hay espacio para ello.

Pasadas las elecciones llegará el verano y algo de paz. Pero lo más probable es que a la vuelta del mismo se vuelva a las andadas. Si es que los resultados electorales no propician un vuelco del panorama y la posibilidad de una moción de censura no se abre paso tras una hipotética debacle socialista en las europeas.

Habría que ver qué haría en una tesitura como esa el partido de Puigdemont. Lo que sí es seguro es que de aquí a que se pueda plantear esa hipótesis la única política que va a haber es la de la bronca. Seguramente para desesperación de Sumar, que no puede hacer otra cosa sino desdibujarse en ese ambiente irracional. ¿Podría Yolanda Díaz encabezar una reacción contra el mismo, aunando las voluntades de cordura que existen en una y otra parte del espectro pero que las direcciones de uno y otro gran partido han acallado hasta el momento?

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