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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

La serie 'Machos Alfa', la equidistancia y el igualismo en su máximo esplendor

Los protagonistas masculinos de 'Machos Alfa'.

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La serie 'Machos Alfa' está por todos lados y, como todo fenómeno que se viraliza, da lugar a múltiples debates y opiniones. Si algo ha conseguido la serie es que se hable de ella. Podemos ver como algo positivo que la visibilidad de ciertos temas se presente como una oportunidad para transformar los idearios instaurados en la sociedad, pero en mi opinión lo mas relevante que ha conseguido es que a día de hoy podamos hablar de cómo se perdió una gran oportunidad para empezar a construir relatos verdaderamente novedosos y subversivos sobre la masculinidad que queremos desmontar.

Me pregunto si deberíamos conformarnos con que se empiecen a visibilizar algunas cosas, o más bien deberíamos asumir que la visibilidad sin una intención y una conciencia concreta puede enturbiar y difuminar la complejidad de los cambios sociales y políticos a los que nos enfrentamos. Cambios que necesitan de un análisis sobre por qué la masculinidad y los hombres que tanto ansían habitarla acaban formando parte de un sistema que genera desigualdades y opresiones. Nadie pretende que la dirección y guionistas de la serie construyan una historia inmaculada y perfectamente ejecutada, donde no existan fisuras y la coherencia de los personajes sea plena, pero tampoco podemos tomar como referente en nuevas masculinidades, o al menos como una semilla iniciática, una ficción superficial que tras verla genera mas contradicciones que posibles reflexiones.

El problema no viene de presentar a personajes estereotipados que pueden perfectamente corresponder con los que hay en la realidad actual, sino en cómo estos navegan por sus conflictos y cómo se acaban resolviendo. Si reducimos la masculinidad a esa castración emocional que nos impide explorar nuestras emociones, a los chascarrillos machistas entre colegas y al sexo como vehículo para validarnos nos estamos dejando por el camino lo más importante: cómo los hombres, a través de las creencias machistas, hacemos uso del poder para tener todo bajo control y, sea cual sea, la circunstancia nos acabe beneficiando.

Me parece cuanto menos relevante que en una serie que pretende abordar los problemas de la masculinidad hegemónica, patriarcal, normativa, tradicional o como la queramos llamar, para dar sentido a los malestares masculinos necesitemos del dibujo de unos personajes femeninos que desde lo antagónico parecen reforzar las conductas de los hombres, intentando que conectemos desde una empatía victimista con estos sujetos que son azotados por el feminismo, pese a que este movimiento busque la equidad en derechos y la erradicación de la violencia contra las mujeres.

Resulta que hasta cuando decidimos hablar del sujeto hombre, y de cómo se construye, el foco vuelve a caer, una vez más, en las mujeres. Lo peor en este es cómo se habla de ellas y se las presenta con la única intención de justificar por qué somos, al fin y al cabo, esos hombres. La representación de las mujeres pasa por la ex loca que con solo una llamada a la policía, sin justificación, te mete en el calabozo; una alusión totalmente desafortunada e innecesaria la de meter en una serie de masculinidades el relato de las denuncias falsas. No es el único caso en el que las mujeres salen mal paradas. Las mujeres que conoce unos de los personajes masculinos a través de Tinder son el colmo de lo dantesco. Mujeres borrachas, desequilibradas, histriónicas e inestables que buscan follar a cualquier coste y pese a todo. Mujeres dibujadas a través de un empoderamiento que poco tiene que ver con las reivindicaciones del feminismo y mucho con la masculinización y el triunfo del neoliberalismo relacional, en el que prima la inmediatez, el consumo del cuerpo y la inexistencia del deseo y la seducción.

También es digno de analizar cómo una de las mujeres deja pasar una oportunidad de crecimiento laboral y de proyección profesional por amor, o cómo otra de las mujeres busca fuera del matrimonio lo que su marido, descrito como un hombre corresponsable, poco machista y entregado a sus hijos, no consigue darle. En este caso vuelve a revolotear el ideario del hombre blandengue que es indeseable frente a la figura del hombre empotrador que despierta el deseo femenino como un resorte “natural”.

La serie parece querer mostrar qué es esto de la masculinidad, cuál es la norma desde la que nos hemos socializado como hombres y qué costes conlleva encarnar un modelo hegemónico de masculinidad. Nos muestra a través de los personajes la imagen de un hombre proveedor que entra en conflicto con su identidad al verse desplazado de ese rol. También la dificultad de un hombre para encontrar en sus amistades un espacio de vulnerabilidad, así como la perpetuación del machismo mediante comentarios y prácticas que favorecen la complicidad entre el grupo de iguales.

Pero, ¿consigue algo la serie cuando muestra estas y otras problemáticas? En mi opinión, no. Y no porque no sea necesario plantear y cambiar todo esto, sino porque el lugar desde el que se hace acaba generando tanta duda que terminas no sabiendo qué es lo que quieren reflejar. Lo que podría ser un punto de inflexión para abrir debates transformadores se acaba quedando en una caricatura de la actualidad que no aporta ningún tipo de claridad de hacia dónde deberíamos ir. Se ridiculiza el lenguaje inclusivo, el feminismo y las nuevas masculinidades. La figura del macho alfa se señala pero sin saber muy bien qué nos quieren decir, hasta el punto de terminar con una sensación de que la serie puede acabar reforzando el ideario de muchos hombres negacionistas del machismo y la violencia contra las mujeres.

Es tan superficial el viaje que se hace de las masculinidades, con el impacto político y social para la convivencia que tiene, que al final todo parece resumirse a unos cuantos ítems a cambiar y un cursillo que puede hacer de ti como hombre individual alguien supuestamente mejor.

Pienso que hemos depositado demasiadas esperanzas en un producto que lo único que hace es enseñarnos que todavía queda mucho que hacer. Si tuviera que sacar algo positivo de la serie es que ya tenemos una referencia de cómo no crear relatos que tienen lo mismo de nuevo que de añejo. Si nuestra verdadera intención es querer construir nuevos paradigmas haciendo uso de la cultura y el arte tenemos la oportunidad de hacer por primera vez algo que merezca la pena y cuyo alcance reflexivo sí lleve al espectador a movilizarse de ese lugar de confort identitario en el que está.

'Machos Alfa' nos acerca y nos aleja tanto de las nuevas masculinidades como lo hace con la masculinidad tradicional. 'Machos Alfa' es tan equidistante que no sabes muy bien a dónde quiere llegar, ni qué nos han querido contar. 'Machos Alfa' es tan contradictoria que tras terminarla podrías verte diciendo con el mando de la tele en la mano: “Lo que yo pensaba, ni machismo ni feminismo, igualismo”.

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