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Si la cloaca revienta

Isabel Díaz Ayuso, en una imagen de archivo.

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Todavía no ha comenzado oficialmente la campaña electoral para las elecciones autonómicas de Madrid y ya estamos saturados. Si, dados los resultados que aparentemente se dibujan, hubiera que repetir elecciones dos meses más tarde llegaríamos al delirio. España, harta de tanto Madrid, debe saber que aquí se juega también su futuro. La guerra es a muerte y desde luego no se reduce al “éste dice, el otro dice”, sesgado además, con el que se informa. Grandes intereses están en juego.

La batalla se está dando en los medios. Estamos hablando mucho de periodismo. Forma parte del todo y a todos afecta. Un grupo de destacados informadores se han mostrado profundamente ofendidos por aparecer en un vídeo de Unidas Podemos. Lo cierto es que –con alguna excepción que no debería estar ahí- son ellos de viva voz proclamando bulos e inexactitudes, o cargando las tintas contra esta formación. Se han sentido insultados por verse a sí mismos. En mi opinión lo que hace la mayoría de este grupo -y algunos más- es absolutamente indefendible y degrada el periodismo.

También en RTVE se han quejado por las críticas de Pablo Iglesias, manifestando que deben hacerlo muy bien cuando todos se quejan.  Atribuyen a condicionamientos ideológicos las críticas, a través del Consejo de Informativos. Lo expliqué con más amplitud en mi blog.

El presentador del noticiario más visto de España opina entre informaciones para soltar: “Podemos insiste en su estrategia de propaganda más repetida. La de colocar en una diana a periodistas y medios a los que no controla y pretende atemorizar”. Y lo dice inmediatamente después de contar que el Supremo pide procesar a un alto cargo de Podemos. Es Alberto Rodríguez, el número 3 en el organigrama, pero no se aclara que el alto Tribunal rescata una denuncia por un presunto delito una manifestación de hace siete años.  Era el mismo día en el que López del Hierro, marido de Dolores de Cospedal, dijo ante el juez que investiga la caja B del PP que no era López del Hierro.

Nunca he entendido que se pueda atacar y hasta difamar desde la prensa sin que haya derecho ni a quejarse. Pero el movimiento corporativo es intenso en ese lado de la profesión. Son los que el periodista GerardoTece llama “La Sala Vip del periodismo”. “No podéis llamar por su nombre a lo que sucede (...) porque, sencillamente, vuestro asiento en la Sala VIP lo impide”. Olga Rodríguez publicaba este lunes aquí un magistral artículo, “El activismo en los medios de comunicación”, sobre este momento del periodismo, con un amplio contexto como debe ser. “Hay periodistas que afirman que nunca se han sentido presionados. Seguro que no mienten. Los sillones del establishment son reconfortantes y además, son los oficialmente neutrales, el lado bueno de la historia”. Somos muchos por fortuna, pero con menos influencia que ese lobby poderoso que copa los grandes medios. Tan estricto en su derecho de admisión.

Detrás está la batalla por Madrid, que es la batalla por España y un modelo económico e ideológico, con Ayuso y ultraderecha oficial. Ahora les urgen dos temas claves: no perder el control del Poder Judicial y atrincherar Madrid como paraíso fiscal.

Apostar por el Madrid de Ayuso, por esa España, les deja como parte con opciones en el reparto de ganadores o ganancias. Todo esto ocurre durante una pandemia que nos ha dañado profundamente en múltiples aspectos de nuestras vidas. Es brutal. Pero hay poderes que no se paran en daños colaterales.

Como escribe Olga Rodríguez, cito de nuevo, “El poder mediático de masas tiene un dominio similar al que sustentaba la Iglesia en la Edad Media. Es la elite que nos guía, que nos sermonea, que quiere influir en cómo tenemos que ser y pensar, que confecciona consensos”.

El periodismo ofendidito pregunta a Fernando Simón si es cierto que Madrid falsea los datos, y él –en su línea de científico- dice que “no le consta”. Pero ese periodismo no mira los datos de Madrid y lo publicado al respecto. Así funciona esto.

Madrid vuelve a liderar contagios, con una incidencia ya de 336/100.000, con Cataluña en 227/100.000. Sobre la media española de 199/100.000. Y tiene el 40% de las UCI ya ocupadas por enfermos de coronavirus. No se reforzó el sistema, ni en personal, ni en medios, si exceptuamos el almacén Zendal. Y además tiene toda la restauración abierta, también en interiores contra el criterio de Sanidad.

De otro lado, la tesis de que las restricciones hunden el PIB y la “libertad” de Ayuso sanea la economía no se cumple en la realidad: Madrid cae tanto como Cataluña, Comunitat Valenciana y Andalucía.

La lista electoral del PP a la comunidad de Madrid incluye hasta cinco nombres que aparecen en los sumarios de 'Gürtel' y 'Púnica'. Y lleva un cuarto de siglo al servicio de los negocios de constructoras y acaparadores de servicios públicos, privatizados o en régimen de concesión. 

¿Todavía creen los comunicadores quejosos de las críticas que están informando a la ciudadanía y que el principal problema que tiene España es Pablo Iglesias especialmente cuando los nombra?

La crispación está haciendo irrespirable el ambiente. Beneficia a la derecha. Y todavía queda un largo trecho. El lunes se despidió de Twitter la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau. Hoy lo ha hecho la periodista Cristina Fallarás. Los insultos recibidos en esa red social son de un calibre inhumano, insoportable, inadmisible. “Aquí he aguantado incluso amenazas de muerte a mis hijos. Y aquí seguí porque era un medio de comunicación sin igual. Ya no”, explica. Algunas periodistas de elDiario.es y de otros medios lo sufren también en distintos grados.

Es como si la cloaca que alberga España estuviera en ebullición. Lo que sí sé es lo que expande cuando se desparrama. Si sigue ahuyentando el esfuerzo de informar contra el muro, contra la marea; el de hacer y trabajar por el bien común, va a quedar apenas un pantano hediondo sin vida sana. 

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