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La suerte de las elecciones generales parece estar echada

El PSOE lo apuesta todo a la carta de Pedro Sánchez (izquierda).

Carlos Elordi

Empieza a estar claro el marco en el que se moverá la política cuando llegue septiembre y desde entonces hasta las generales de 2015, si es que Rajoy no decide adelantarlas, lo cual no es para nada descartable. En los últimos días, unos y otros partidos, salvo IU, que sigue debatiendo cuál será su futuro, han perfilado sus planteamientos y, más o menos, se sabe qué se puede esperar de ellos. Y la impresión es que no va a haber muchas sorpresas y, en todo caso, ninguna tan grande como la que produjo la irrupción de Podemos en las europeas. Y también que nada indica que se esté gestando un proceso consistente que conduzca a alejar al PP de La Moncloa.

El PSOE acaba de dar el paso de cambiar de secretario general, al que estaba irremediablemente obligado desde hacía tiempo. Lo ha hecho sin traumas internos. Pero habrá que esperar a que Pedro Sánchez articule su dirección y las alianzas en que ésta se apoyará para saber si los que no figurarán en ella, porque no quieren o porque no pueden, asumen o no su condición de postergados. En todo caso, y durante un tiempo que puede que no sea muy corto, cabe esperar que el imperativo de mejorar posiciones electorales se imponga sobre cualquier otro cálculo en las filas socialistas. Y que, con mayor o menor entusiasmo, todos coincidan en que las nuevas caras que encabezan el partido constituyen la mejor opción para empezar a salir del agujero en el que éste ha caído.

Caben pocas dudas de que Pedro Sánchez encabezará la lista electoral de las generales. Que diera mejor imagen que sus rivales para ese empeño es seguramente el motivo principal de su elección como secretario general. También es prácticamente seguro que no habrá primarias en noviembre. Porque esa fecha pertenece a un calendario que los hechos han dejado desfasado. Porque la organización de unas primarias supondría un esfuerzo que impediría que el partido se dedicara a tareas más urgentes y prioritarias. Entre ellas, las de tratar de restañar alguna de las muchas heridas que le aquejan y, sobre todo, la de preparar las municipales y autonómicas. Y, por último, porque el efecto beneficioso para la imagen del partido que podrían proporcionar las primarias, sería tanto mayor cuanto más cerca éstas estuvieran de las legislativas.

El PSOE trata así de recomponerse en la medida de lo posible, que hoy por hoy parece que no va a ser mucho, aunque nunca se sabe. Y sin cambiar sustancialmente la orientación de su programa. Porque aunque en el debate de los dos últimos meses han tratado sólo de pasada el asunto, está bastante claro que la opción de todos los socialistas, incluidos los que se proclaman más de izquierdas, es atraerse a la mayor cantidad posible de sus electores de siempre y parecen estar convencidos de que eso no se logra con mensajes más radicales, sino mejorando la imagen y tratando de que la gente se olvide del pasado reciente del PSOE.

También el PP ha dado señales muy claras de hacia dónde va a encaminar sus pasos. La bajada de impuestos, que en algunos capítulos será efectiva a partir del 1 de enero de 2015, y la consigna de que la recuperación está en marcha, aunque esto sea falso por mucho que se oculten algunas estadísticas y se manipulen otras, serán, lo están siendo ya, los pilares de su mensaje electoral: el de que a la “gente sensata” no le conviene meterse en aventuras porque, mal que bien, este gobierno está tirando del carro. Los muchos millones de ciudadanos que padecen más intensamente la crisis no entran en el cálculo electoral de la derecha. Saben que no les van a votar y por eso el PP no tiene inconveniente en despreciarlos cada día diciendo que las cosas van mejor.

Es muy posible que eso no le dé la mayoría absoluta. Es también muy probable que no pueda pactar con nacionalistas catalanes y vascos los apoyos necesarios para formar gobierno. Pero como por el momento ese asunto es insoluble –los analistas de Rajoy parecen haber concluido que un acuerdo con Artur Mas sobre la consulta catalana produciría tal rechazo en su electorado que le haría perder las generales– se deja para más adelante. Ya se verá cuando llegue el día.

Las intenciones de Podemos han quedado igualmente claras tras la publicación del borrador de la ponencia política que la dirección espera que sea aprobada en la asamblea ciudadana del próximo otoño. El análisis que hace el texto no se anda con ambages: la crisis de los socialistas es la principal palanca en la que puede apoyarse el crecimiento futuro de Podemos. “Es la que abre las oportunidades políticas para una nueva mayoría”, dice el documento. Y más adelante, en un gesto de sinceridad poco habitual, aunque pueda no ser muy alentador para alguno de sus seguidores, añade: “Si el PSOE se recompusiera, siquiera parcialmente, de su desprestigio y sus problemas internos, podría recuperar parte del espacio perdido y estrechar así las opciones para una fuerza de ruptura democrática”.

De lo que se desprende que, tal y como lo ven sus dirigentes, el futuro de Podemos depende del futuro del PSOE. Si las cosas le van mal a los socialistas, Podemos subirá y si ocurre lo contrario, “siquiera parcialmente”, Podemos se estancará. Además, el texto no precisa qué acciones políticas concretas emprenderá la organización para influir decididamente en esa dinámica. Y éstas tendrían que ser novedosas, pues hasta ahora Podemos ha dedicado lo principal de su actuación a la promoción electoral. Habrá que esperar a la asamblea.

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