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La tele te fríe la cabeza

Dos rombos: no apto para menores de 18 años

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Sí, has leído bien. Una investigación realizada durante una década con más de 140.000 personas mayores de 65 años puede haber demostrado lo que muchos nos temíamos: que la televisión te fríe el cerebro.

Los investigadores pretendían comprobar si el sedentarismo contribuye al desarrollo de la demencia, pero, en el camino, se han topado con una revelación inesperada: resulta que hay sedentarismos más perniciosos que otros. Según el estudio, las personas mayores que matan el tiempo viendo la tele parecen ser más proclives a desarrollar demencia que aquellas que prefieren navegar por internet.

De confirmarse la causalidad, la tele entraría en la categoría de producto legal pero dañino, una lista que compartiría con el alcohol, la carne roja y el tabaco. Si algunos padres ya manifiestan un desmedido rechazo a las pantallas, hasta el punto de racionar la exposición de sus retoños a unos pocos minutos a la semana, cualquiera se atreve a contradecirles ahora. ¿O acaso le darías un par de caladas de tabaco semanales a tu hijo?

Yo no descartaría que la televisión acabe siendo objeto de estudio de la epidemiología. Hasta esta semana, cuando criticábamos la mala televisión, lo hacíamos siempre desde perspectivas éticas o estéticas. Ahora también podremos hacerlo desde el punto de vista de la salud pública. Por fin podremos mirar a los directivos de las cadenas, a los directores de programación y de parrilla, a los productores ejecutivos y a los presentadores, y decirles: “está usted enfermando a mi país, adjunto paper”.

Los más veteranos recordarán el sistema de rombos que existía en la Televisión Española franquista y posfranquista. Un rombo: no apto para menores de 16 años. Dos rombos: no apto para menores de 18. Quizá haya llegado el momento de recuperarlo, pero no desde una óptica moral, sino estrictamente biosanitaria. Un rombo: deterioro neuronal moderado. Dos rombos: deterioro neuronal agudo.

Existe otra posibilidad, desde luego. Y es que los mandamases de las televisiones experimenten un súbito arrebato de responsabilidad social y empiecen a programar contenidos intelectualmente estimulantes. Lo de los rombos, ya lo sé, es más probable.

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