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Femilistos

Amancio Delgado Álvarez

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Corría el año 1983. En Bilbao. Las feministas habían convocado una manifestación. Acudieron hombres que en un momento dado lanzaron piedras a los grises, que cargaron contra la manifestación. Como los hombres eran más rápidos, huyeron. Los golpes los recibieron las mujeres, que habían querido impedir la presencia de hombres pero cedieron al final por un aquel de compañerismo.

A partir de aquellos incidentes las mujeres impidieron la asistencia de hombres a sus asambleas. Algunos montaron en cólera, reclamándose marginados.

Desde el movimiento gay pudimos contemplar las razones. Cuando hacíamos asambleas conjuntas con las lesbianas, constatamos efectivamente que la presencia de hombres cohibía la participación de las mujeres, que por alguna razón se sentían coartadas. Así que la decisión que tomaron de no aceptar hombres en sus asambleas la tuvimos que asumir con humildad respetuosa.

Fue por entonces que se puso en boga un término que luego pasó de moda: femilisto. Para designar al hetero progre blanco que en un rasgo de prepotencia típicamente masculino, se sentía imprescindible para liderar el crecimiento de la liberación tanto femenina como global.

Por entonces en el movimiento gay estábamos enfrentados los “serios” (las políticas nos llamaban) y las “locas”, con la pluma como elemento de discordia. Según las “políticas”, la pluma desacreditaba al movimiento, banalizándolo. Según las “locas”, la pluma era la seña de identidad más patente para enfrentar al sistema. Luego el movimiento punk le daría a la pluma un sentido más social, y hoy día resultaría anacrónico que nadie pensase que un aro en la oreja o una camisa rosa desmereciese del respeto que se merece quien lo porte, sea del sexo que sea.

Hoy, cuarenta años después, contemplo con estupor que IU se atreva a marginar al Partido Feminista. Me pilla un poco a desmano y no soy capaz de entender si a la izquierda le parecen muy “plumeras” las mujeres o si a las mujeres les parecen muy “plumeras” las trans. Pero creo que en cualquier caso la izquierda no está sobrada de fuerzas, aunque haya conquistado dignamente el poder, como para permitirse lujos de “quítame allá esas pajas”. Sospecho que hay movimientos de fondo de intereses inconfesables, pero no es de recibo que se invoquen a los Estatutos. Los Estatutos de cualquier formación, como las Constituciones, están para servir a los objetivos. Y si se han vuelto inadecuados, se cambian. Porque sino, se nos ve el plumero, la pluma.

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