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“Invisibilizadas, no invisibles”

Prostitución
22 de abril de 2021 06:00 h

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Galardonada recientemente con el Premio Emakunde (Instituto Vasco de la Mujer) por su labor con las mujeres en contextos de prostitución y en situación de exclusión social, Askabide ha organizado a lo largo de los últimos cuatro años talleres y formaciones con mujeres que ejercen la prostitución. Los objetivos de estos encuentros son fomentar el autocuidado, dar formación y dotar de herramientas, tanto colectivas como individuales, de protección ante la violencia. Como resultado de este proceso surge el libro Déjame contarte, coordinado por Laura Lezkano. En él se pueden leer las vivencias de 24 mujeres que, a pesar de la dureza de sus revelaciones, reflejan sus realidades, sus historias de vida y sus testimonios contados en primera persona. También son historias de aprendizajes que ponen en valor sus potencialidades y fortalezas. En la cosecha del libro han participado casi 60 mujeres y, aunque no todas han compartido sus relatos, sí lo han hecho con algunas de sus experiencias, reivindicaciones y críticas. Laura Lezkano asegura que se trata de “mujeres invisibilizadas pero no invisibles” y destaca la importancia de evidenciarlas y, una forma de hacerlo, es dejando que ellas mismas cuenten sus propias historias. 

El libro consta de 13 capítulos titulados con duras y explícitas citas textuales que recogen, dentro de cada uno de ellos, un conjunto de historias e imágenes. Cuando se habla de prostitución en Euskadi es importante tener en cuenta que es un colectivo diverso y heterogéneo, y las circunstancias son diferentes dependiendo de cada historia de vida y de cada mujer. Además, también se habla de identidades sexuales diferentes, de raza, de clase y de género. Sin embargo, a pesar de ser mujeres que están expuestas a unos niveles de violencia muy difíciles de abordar, se alejan de la categoría de víctima porque la mayoría de veces y la mayoría de ellas afrontan solas estas agresiones. Por ello, desde Askabide, consideran importante trabajar en estos términos con los colectivos para no caer en la revictimización y sugieren, además, revisarnos la mirada paternalista que solemos tener con el colectivo de mujeres en situación de prostitución. 

En este caso, las autoras de los relatos han preferido mantener su anonimato por razones de seguridad, a pesar del ejercicio de valentía que supone desvelar este tipo de situaciones cargadas de crudeza y sin eufemismos. Algunas relatan palizas, otras describen la dureza y peligrosidad que supone, a veces, ejercer esta actividad. También hablan de experiencias en sus países de origen con la policía y clientes, o de lo que supone fiarse de la apariencia de algunos hombres que luego las maltratan. Clientes habituales que, bajo los efectos del alcohol y las drogas, se convierten en agresores. Historias que ocurren en hoteles, en pisos o locales cuyos dueños, muchas veces, no se responsabilizan de tales hechos. Otras trabajan en la calle “bien vestidas y guapas”, mientras engañan a sus clientes para “sacarles el dinero”. Además, una de ellas relata cómo tuvo que irse de Bilbao debido al miedo que tenía por las amenazas de uno de sus clientes. Ella quitó la denuncia porque él no paraba de buscarla, a pesar de haberla intentado tirar de un séptimo piso. Otra de las protagonistas cuenta, después de agradecer la oportunidad de narrar su experiencia, cómo un cliente intentó violarla. De nuevo, no denuncia.

Están presentes también las experiencias con las drogas, el alcohol, la necesidad y la dificultad de “trabajar en la noche”. Hay quienes relatan que “podrían llenar cuadernos enteros” con todo lo que han vivido. Procesos migratorios, deudas, hijas e hijos de por medio, relaciones, insultos y autoestimas devastadas contadas durante 125 páginas. Asimismo, se narran episodios de dominaciones, casos no resueltos, amenazas, trabajo sexual, humillaciones, racismo, dificultades, robos y otras manifestaciones de violencia que padece el colectivo de prostitución que ejerce en Euskadi. A pesar de la exposición a las violencias a las que están sometidas son perfectamente capaces de identificar las violencias machistas no solo de sus parejas, sino también de otros hombres o clientes, por eso se refieren a ellos como “malas personas” en sus narraciones. Sin embargo, existe cierto grado de aceptación como consecuencia del tipo de actividad, en cuanto a precarizada, desprotegida e invisible.

A veces aceptan convivir con estas violencias pero, no porque no las reconozcan o porque crean que las merecen, si no por supervivencia. Las mujeres que relatan sus historias en el libro, por lo general, no han denunciado o el porcentaje que lo hace es muy pequeño. ¿Quién va a denunciar a un cliente con el riesgo que eso conlleva? ¿Cómo van a denunciar al dueño de un local, por ejemplo? ¿O un exceso de fuerza policial? Todo eso sumado al estigma de la prostitución que, a su vez, deslegitima los relatos de estas mujeres y sus discursos. El capítulo octavo titulado “Hasta la fecha el caso no se ha resuelto”, es un ejemplo de cómo los relatos de estas mujeres no resultan creíbles debido al estigma que las acompaña. Otra dificultad a la que se ven sometidas es al robo de su dinero. Puesto que se trata de una actividad que no está regulada ni reconocida con ningún derecho laboral, por lo tanto, no hay manera de acreditar los robos que sufren por parte de clientes. El cuarto capítulo del libro titulado Yo me negué y por eso dijo que yo le estaba robando, expone este tipo de situaciones.

En Askabide trabajan en ofrecer el mecanismo de denuncia penal, puesto que denunciar es un derecho pero no una obligación. A muchas mujeres la herramienta de la denuncia les resulta distante, como se puede leer en sus propios relatos, puesto que está alejada de su vida. No las repara ni les da respuesta a su situación. A su vez, existe una desinformación en cuanto a derechos y eso se evidencia en que algunas mujeres que no poseen permiso de residencia no acuden a denunciar por miedo a un expediente de expulsión. Desde Askabide recuerdan que “se puede denunciar sin que abran un expediente de expulsión”. Como relata una de las protagonistas del libro, muchas de ellas sienten vergüenza de ellas mismas, ya sea porque son extranjeras o porque no tienen formación. Sin embargo, la coordinadora del proyecto resalta la capacidad social de este colectivo -y de otros- y recalca que el objetivo de Askabide es reconocer el valor que aportan sus experiencias, además de compartir, aclarar dudas y complementarse. La denuncia no es la única respuesta y, en estos talleres, han buscado esas estrategias y herramientas. Estos testimonios salpican todo el libro, con prólogo de Carmen Meneses, profesora de la Universidad de Cantabria, y están vinculados, a su vez, a ciertas imágenes y diseño artístico que puede ayudar a despojar la mirada victimizante. El libro posee mucha carga emocional pero permite acercarse a la realidad de estas mujeres, muchas veces estereotipada y llena de prejuicios sexistas y racistas. Como la historia que cuenta la protagonista del penúltimo capítulo titulado Puta negra, vete a tu país, impregnada de racismo y aporofobia.

El objetivo de la asociación Askabide es la prevención y visibilización de las distintas violencias que sufren las mujeres que ejercen la prostitución. Esta violencia pone en evidencia y da significado al estado de desprotección y exclusión al que está sometido este colectivo. La asociación aborda estas cuestiones desde cuatro claves. La primera: la dimensión del trabajo con la sociedad a través de la sensibilización en clave de transformación social. Para ello es necesario hacer visible a este colectivo y poner de manifiesto la situación en la que se encuentran. La segunda clave es la dimensión de trabajo con las propias mujeres. Esto es a través de formación, generando espacios de encuentro, dotándolas de herramientas y empoderándolas para que manejen mejor estas situaciones y conozcan sus derechos. En definitiva, que sepan cómo actuar y cómo identificar la violencia. En tercer lugar está el trabajo con el cliente que contrata servicios de prostitución, tratando de concienciarle de la importancia de su comportamientos adecuados, siempre en la linea de la prevencion de la violencia. Y en cuarto lugar está el trabajo con las instituciones. Tanto las que colaboran y con las que quieren seguir colaborando, como de las que pretenden seguir recibiendo apoyos y recursos para continuar con esta labor. Junto con otros agentes, además, y desde la Diputación foral de Bizkaia, se ha empezado a trabajar en el desarrollo del plan de la trata con fines de explotación sexual, puesto que se trata de una realidad que no se visibiliza a pesar de encontrarse en entornos cercanos.

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