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Abascal se anima a jugar al póker con Feijóo y le tira la baraja a la cara

Santiago Abascal en el mitin de Valencia del jueves.

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¿Cómo te quedas cuando presumes de que eres el macho alfa de la España imperial ante el que los sarracenos tiemblan al ver brillar la hoja de tu espada y de repente descubres que la derechita cobarde te acusa de ser el tonto útil que favorece a tu más odiado enemigo? Santiago Abascal está pasando por una situación que no esperaba al ver que el PP insiste en el que será su mensaje en los últimos diez días de campaña: votar a Vox da opciones a Pedro Sánchez para seguir en Moncloa.

Que sea cierto o no, poco importa. Sólo se podrá estar seguro cuando se conozcan los resultados de las urnas. Pero crea dudas entre los votantes de la extrema derecha sobre el sentido de su voto. 

En Vox están preocupados porque el más mínimo comentario especulativo de fuentes del PP sobre lo que ocurrirá tras el 23J adquiere honores de titular en algunos medios. Un día dicen que pueden llegar a 165 diputados nada menos, situación en la que Vox tendría muy poco margen para exigir la entrada en un Gobierno de coalición. Otro día, después del debate que tan mal le fue a Sánchez, se sacan otra cifra, algo menor, 155, con la que sostener en el PP que lo tienen hecho y que no habrá ministros de Vox. 

Con la intención de que no se escapen sus votantes hacia el PP, Abascal afirma de forma solemne, como si fuera Don Pelayo pasando el finde en Covadonga, que van a derogar todo lo que se mueva y cita varias leyes aprobadas en esta legislatura. Resulta que el PP se ha comprometido a hacer lo mismo con esas mismas leyes. El valor específico de votar a Vox corre el riesgo de diluirse cuando Abascal creía que iba a ser todo lo contrario.

El líder de Vox utilizó su mitin de Valencia del jueves para responder a los dirigentes del PP que ya les han dejado fuera de la ecuación. Lo que hizo fue subir la apuesta. La intención era dejar claro que el partido no sólo no se resignará a hacer de comparsa del PP, sino que pondrá sobre la mesa condiciones que harán que Alberto Núñez Feijóo se quede lívido. Por eso, hizo el “anuncio solemne” de todas las consultas o referendos que el Gobierno tendrá que convocar, en los términos que dicta el artículo 92 de la Constitución.

La primera sobre inmigración. Los asistentes al mitin ya empezaban a excitarse. “¿Están a favor de la repatriación inmediata de los inmigrantes ilegales?”, les dijo y todos respondieron, como era de esperar, “síííí”.

No era la única consulta de la que habló. También otra sobre “el agua y la crisis del campo”. No para preguntar a la gente si está a favor de que llueva. El tema sería la “interconexión de todas las cuencas”, un asunto del que no se habla mucho en las ciudades. Otra sobre energía para “derogar las leyes climáticas que impiden el acceso a nuestros recursos energéticos”. Una más sobre la reducción de subvenciones a partidos y organizaciones sindicales, que son la mayor fuente de financiación de Vox en más de un 60%. Aquí la gente dijo “sí” con más ganas. Y la última sobre protección de datos personales.

Podría haber más. “Estas y muchas más cosas son las que tenemos el deber de preguntar a los españoles”, dijo a un público que ya se veía votando cada seis meses.

Seguro que Abascal no tiene problemas en olvidarse de este 'procés' de la extrema derecha con todo tipo de referendos si consigue que Feijóo le permita ser el vicepresidente de su Gobierno. De entrada, lo que le está enviando es un mensaje. Estoy lo bastante loco como para desdeñar una oferta que se limite a abstenerse en la investidura o votar a favor sólo a cambio de un acuerdo programático sin entrar en el Gabinete. Si me vienes con esas, te planto en la cara cinco referendos para abrir boca.

En el día en que el PP y Vox pusieron en marcha su Gobierno de coalición en la Comunidad Valenciana con la investidura de Carlos Mazón, Abascal planteó que no van a aceptar nada por debajo de eso, es decir, nada como lo de Murcia. “No vamos a ceder a ningún chantaje, aunque saquen a pasear al presidente Aznar”, comentó, revelando así que Aznar goza de buen cartel entre los votantes de Vox y que le convenía afirmar que eso no le preocupa.

“Feijóo está algo despistado”, dijo, porque no se da cuenta de que el PP y Vox representan ofertas al electorado muy distintas. “Parece más interesado en ganar a Vox que al PSOE”.

Puestos a ponerse chulo, puso al propio Feijóo como ejemplo negativo de lo que el PP no hará a menos que Vox esté en su Gobierno. En relación al pacto valenciano de ambos partidos sobre el acceso a la educación en castellano, recordó que “esa garantía aún no ha llegado a Galicia, donde han gobernado tantos años”.

Todos los votantes de Vox querrán cargarse a Sánchez. No es suficiente con sustituirlo por Feijóo, les estaba diciendo Abascal. No se pueden fiar del expresidente de la Xunta, porque es un flojo: “Vox es más útil que entregar el voto a esos a los que les tiemblan las piernas”.

El mitin tuvo la sorpresa de la aparición por videoconferencia de Giorgia Meloni, primera ministra de Italia. Meloni es el ejemplo en la extrema derecha europea por el que Abascal ha decidido apostar y ella parece confiar mucho en él. No ofreció un breve saludo con palabras de ánimo. Fue un discurso largo leído en un español casi perfecto, en el que sólo tropezó al decir “elecciones automáticas”, en vez de autonómicas. Se notaba que lo había practicado.

“Hemos demostrado que los patriotas pueden gobernar”, anunció sobre su Gobierno de coalición en el que la derecha tiene un papel secundario mientras las encuestas sitúan a Hermanos de Italia, el partido de Meloni, en torno al 30%. “Sé que está siendo una campaña difícil (para Vox). He pasado por eso”. La italiana quería decirles que, aunque fueran ninguneados por la derecha y los medios de comunicación –en Vox ya saben que la prensa de derechas los ve como un estorbo para Feijóo–, ella ha demostrado que se puede superar esa situación.

Meloni presumió de que la situación económica de Italia ha mejorado, lo que es mucho presumir, dijo sobre inmigración lo que la audiencia esperaba escuchar y luego les sorprendió con otro de sus logros: “Hemos aprobado una nueva ley muy dura contra la violencia contra la mujer”.

Después de un breve silencio, hubo algunos aplausos, no muchos, más por cortesía que por otra cosa.

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