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Los candidatos del PSOE exprimen la economía y el escudo social del Gobierno para combatir el mantra del “antisanchismo”

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez

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En El nuevo príncipe, Dick Morris, el estratega político que fue decisivo en la reelección de Bill Clinton en 1996, distingue entre tres tipos de políticos: los “idealistas fallidos”, los “idealistas astutos” y los “demagogos”. Los primeros son seres morales, fieles a sus convicciones que predican en el desierto de la indiferencia colectiva porque a pesar de tener visión de futuro no logran jamás transmitirla. Los segundos, que también albergan convicciones pero las mezclan con el pragmatismo, tienen la misma visión de futuro y se diferencian de los primeros en que sí consiguen comunicarla. Los terceros carecen de perspectiva y se contentan con halagar a su público porque su verdadero fin no es la persuasión para llegar a la verdad sino la manipulación para conquistar el poder. 

Cada cual que etiquete a su gusto a quienes pululan hoy en el universo de esta política nuestra, pero para quienes dirigen las estrategias de comunicación, más allá de clasificaciones, a veces la conquista no está tanto en responder a los ataques o en la posición ante los principales asuntos públicos sino en el control de los mensajes. Más claro: en marcar la agenda y llevar la iniciativa política. 

Y eso es precisamente lo que los socialistas aseguran haber conseguido, tras las polémicas de la malversación y la sedición y los efectos indeseados de la ley del 'solo sí es sí'. “Nuestra campaña está perfectamente orientada a las políticas sociales. El presidente ha tomado decisiones que afectan a la vida de la gente y hará más anuncios en este sentido durante las próximas dos semanas. Frente a un PP que ha vuelto al 'casadismo' y del que no se recuerda una sola propuesta en positivo, nosotros llevamos la iniciativa y marcamos la agenda cada semana. Así ha sido con las cifras récord del mercado de trabajo, con la ley de vivienda o con la movilización de los pisos de la SAREB, y antes con la reforma de las pensiones, el aumento del SMI o el escudo social desplegado para afrontar las consecuencias de la guerra en Ucrania”, aseguran.

Un ejemplo muy revelador de ello, apuntan desde la fontanería 'monclovita', es que todos los candidatos socialistas –locales o regionales– en sus intervenciones públicas están poniendo en valor las políticas del Gobierno, las medidas sociales y “los dos modelos tan diferentes de afrontar las turbulencias económicas para que nadie olvide los recortes aprobados por el último gobierno del PP durante la crisis financiera de hace una década”.

En esta ocasión, 11 millones de pensionistas han visto cómo su pensión ha aumentado este 2023 un 8,5%;  2,5 millones de trabajadores ganan un salario mínimo interprofesional que se situó en 1.080 euros el pasado 1 de enero frente a los 735 euros del 2018; el Gobierno ha financiado la creación de 210.000 plazas de FP, con el compromiso de llegar a 300.000 en  2024 y hay 90.000 profesionales sanitarios más en el Sistema Nacional de Salud que cuando Rajoy salió de La Moncloa. En los últimos años, se han invertido también 1.000 millones de euros en Atención Primaria;  800 en el Plan de Inversión en Equipamientos y 600.000 hogares perciben el IMV mientras que 1,4 millones se benefician del bono social eléctrico. De todo ello, y de los 2,1 millones de abonos de Renfe bonificados por el Gobierno hablan los candidatos socialistas en esta campaña.

A diferencia de lo que propagaron algunos antes de entrar en la refriega electoral, los aspirantes a alcalde o presidente autonómico y quienes buscan revalidar mandato no esconden la marca PSOE ni tampoco a Pedro Sánchez. Todo lo contrario: exhiben con orgullo sus políticas porque todas ellas tienen una traducción territorializada que les beneficia en sus campañas. Es el caso también de las 115.000 viviendas públicas anunciadas en pocos días por el presidente.

El presidente lleva recorridos unos 32.000 km y cuando finalice la campaña habrá participado en 50 mítines y aunque en algunas regiones admiten que en un sector del electorado ha calado el mantra del “antisanchismo” que repiten sin descanso  las derechas, creen que la hoja de servicios de su gobierno es “altamente satisfactoria”. Algo que coincide con lo que reflejan la mayoría de las encuestas: baja valoración de Sánchez pero gran aceptación de sus políticas, incluso entre el electorado de derechas. 

Entre las políticas sociales y la robustez del mercado laboral que sigue ofreciendo cifras récord, en el cuartel general del PSOE sacan pecho también con los datos de abril, cuando el paró cayó en 74.000 personas y se redujo la cifra total de desempleados hasta los 2.788.370. La creación de empleo superó además todas las expectativas con 240.000 nuevos puestos de trabajo, que situaron el número de afiliados medios a la Seguridad Social en 20.614.989, el dato más elevado desde que hay registros. 

Y todo ello está siendo exprimido por el conjunto de los candidatos socialistas sin excepción. Lo que está por demostrar es que los electores voten las políticas y no tengan en cuenta que tras ellas está el nombre de Pedro Sánchez, a quien las derechas “han demonizado de forma obsesiva”, subraya un candidato a alcalde.

Pese a ello, los socialistas se aferran a la gestión ante el 28M convencidos también de que, en palabras de uno de los estrategas de campaña,  “Sánchez no sólo lleva la iniciativa y aporta soluciones a los problemas de los ciudadanos sino que ha conseguido desnudar el vacío de un PP que ha acabado de nuevo, como en los peores tiempos de Pablo Casado, en el populismo, el insulto, los eslóganes fáciles y la negación de la realidad económica y social”. 

La gestión importa

En la misma dirección apuntan los análisis de La Moncloa, desde donde no recuerdan “una sola propuesta de Feijóo que haya quedado en el imaginario del electorado. Ni aquella que proponía que gobernase la lista más votada, ni el pacto del agua ni aquél pomposo plan para mejorar la democracia”. El marco de campaña de los populares se limita a “derogar el 'sanchismo'”, esto es sólo movilizar contra el presidente del Gobierno, pero no hay un hilo conductor en su narrativa que haya hecho mella en ese electorado socialista en el que Feijóo pretendía pescar votos. Tanto es así que el trasvase de papeletas del PSOE al PP que algunas encuestas detectaron cuando el jefe de la oposición tomó las riendas de Génova y llegó a situarse cerca del 10% del electorado ha caído en picado, según los datos que manejan hoy los socialistas.

Quizá sea, ironiza un destacado socialista, “porque la gestión sí importa” y los candidatos socialistas no están dispuestos a pasarlo por alto, porque lejos de restarle apoyos creen que los suma. No en vano, Sánchez repite en cada mitin que, a pesar de las dificultades, “España avanza mientras el PP y Vox rabian”. 

“¿Sabéis por qué?”, se pregunta el presidente: “Porque demostramos que se puede crear empleo y subir el SMI; que se pueden revalorizar las pensiones y cuadrar las cuentas; que se puede pactar una reforma de pensiones al mismo tiempo con Bruselas y con los sindicatos… Es lo que estamos haciendo, y cuando el PP y Vox dicen que es imposible es porque pretenden justificar sus recortes y contrarreformas”. 

En el otro lado, en el principal partido de la oposición no ocultan tampoco que lo de “derogar el 'sanchismo'” puede movilizar a los muy convencidos, pero que “para conseguir una amplia mayoría como la que busca Feijóo hace falta algo más que reiterar las razones que existen para echar a Sánchez”.

Más claro: el PP sigue sin encontrar una bandera propia más allá de la polarización y el 'antisanchismo'.

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