Esta es la foto: Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo se enzarzan en el 'y tú más' por la corrupción que afecta al PSOE, con los dos últimos secretarios de Organización —uno de ellos, ministro— implicados en gravísimos casos de amaños de contratos y mordidas, y ahora al PP, que tras la estela que aún le persigue de la Gürtel se enfrenta a un terremoto por fraude con las mascarillas en la Diputación de Almería. Mientras, Santiago Abascal se frota las manos. La corrupción acecha a los dos grandes partidos a las puertas de un nuevo ciclo electoral al que Vox llega disparado gracias al trasvase de votos procedentes del PP y con expectativas de crecimiento gracias a la imagen de putrefracción institucional.
Pedro Sánchez puso este viernes rumbo a Johannesburgo (Sudáfrica) para participar en el G20 tras una nueva semana horribilis para el Gobierno. Comenzó con el duro informe de la UCO sobre los amaños de contratos en el Ministerio de Transportes de José Luis Ábalos gracias al enlace de Santos Cerdán, siguió con su salida de prisión, que coincidió con el primer acto de precampaña de Sánchez en Extremadura, y culminó con la condena al fiscal general, un golpe para una izquierda que se ha revuelto contra la sentencia del Supremo.
La imagen que tiene Sánchez en el extranjero no tiene nada que ver con la que se proyecta en España, pero esta semana se enfrentó, con Volodímir Zelenski al lado en Moncloa, a una rueda de prensa en la que las preguntas de la prensa española se limitaron a los casos de corrupción del PSOE ante un presidente ucraniano que no entendía nada.
En las filas socialistas hay una cierta sensación de resignación y confían en que el daño por los desmanes de Cerdán y Ábalos estén amortizados. En Moncloa sostienen que la caída en picado que experimentaron en junio, en plena catarsis por la involucración del entonces número tres, se ha disipado, aunque se preparan para una retahíla de golpes judiciales lo que queda de legislatura. Mientras, tratan de encapsular los casos en las personas ya implicadas y alejar la imagen de una corrupción sistémica o que involucrara al PSOE en forma de financiación ilegal.
La relevancia del denominado 'caso Koldo' y sus repercusiones –el informe de la UCO de esta semana y la petición de 24 años de cárcel por parte de la Fiscalía para Ábalos– no permitió al PSOE respirar el oxígeno que pensaban que iban a tener con las detenciones del presidente y el vicepresidente de la Diputación de Almería por un nuevo fraude relacionado con las mascarillas. Javier Aureliano García Molina presentó su renuncia este viernes.
La reacción del PP de Feijóo ha sido intentar enterrar el caso, enmarcándolo en la etapa de su antecesor, Pablo Casado. Pero los populares también se enfrentan a réplicas de un terremoto a las puertas de las elecciones en Andalucía en las que Juan Manuel Moreno Bonilla busca revalidar la mayoría absoluta y evitar depender de Vox.
En el PP creen que la asfixia política que sufre el Gobierno por las causas judiciales, a la que se une la anunciada ruptura de Junts que deja en minoría parlamentaria al Ejecutivo, hará palidecer sus propios problemas y no impedirán a Feijóo ganar con holgura las próximas elecciones generales y, esta vez sí, gobernar.
La condena a Álvaro García Ortiz por participar en la filtración del correo de la pareja de Isabel Díaz Ayuso es fundamental, en este contexto.
Con todo, el primer partido de la oposición mira de reojo a sus supuestos aliados de extrema derecha. Vox ha torpedeado los presupuestos en todas las comunidades donde el PP no tiene mayoría absoluta, excepto en la Comunidad Valenciana, lo que ha conducido a Extremadura a adelantar sus elecciones. También el presidente de Aragón, Jorge Azcón, ha verbalizado ya la opción de un adelanto. En Murcia, Fernando López Miras sopesa sus opciones.
Los comicios del 21 de diciembre en Extremadura medirán si el auge nacional de Vox tiene traslación autonómica. En marzo llegará el turno de Castilla y León, y en junio el de Andalucía. En los dos primeros territorios nadie cuenta con que el PP consiga mayoría suficiente para gobernar sin el apoyo de Vox. Pero es que también está en duda esa mayoría en Andalucía.
A la crisis de los cribados de cáncer a mujeres se ha unido el golpe policial en Almería, granero de voto de la derecha en Andalucía. El PP logró en las últimas elecciones más del 40% del voto y, aunque nadie espera un vuelco total, sí se anticipa la posibilidad de que Vox mejore sus resultados. La mayoría absoluta de Juan Manuel Moreno se asienta en cuatro escaños logrados en 2022 con las últimas papeletas del recuento. Si un puñado de votos cae hacia otro lado en 2026, Moreno podría perder su poder total.
“Gasolina” para la extrema derecha
“No hay una correlación directa y lineal entre el incremento de la corrupción y un aumento de la extrema derecha. Ojalá, porque sería fácil desactivarla”, reflexiona Anna López, doctora en Ciencia Política, que sí ve que, en un país como España, donde el Índice de Percepción de la Corrupción está disparado más de 20 puntos sobre la media europea, las nuevas revelaciones pueden suponer “combustible” para alimentarla: “Es una gasolina más”.
El CIS vuelve a situar la corrupción entre las principales preocupaciones de los españoles y la diferencia es sustancial entre partidos. “Al votante de Vox es al que más le preocupa con un 6,4% por encima de la media que es 6,1%. A los del PSOE les preocupa el 4,1%. En el caso de la última encuesta, los votantes del PP empatan con los del PP, pero lo importante no es foto fija sino tendencia. Hace un año la corrupción sólo le importaba al 0,6% y, en el caso de los de Vox, era el 2,6%”, señala la autora de La extrema derecha en Europa“ (Tirant, 2025): ”La tendencia del votante de Vox es que percibe la corrupción como sistémica“.
Los casos de corrupción, explica López, permiten a Vox enfatizar su discurso contra la “confianza en los partidos tradicionales” y “pueden desplegar el de que no son como ellos”. “Se aprovechan de la ventana de desafección, aunque no compartan la narrativa, sí comparte la visión de la élite contra nosotros”, agrega la politóloga.
“El votante del PP y del PSOE se siente defraudado, se va a la abstención e incluso puede dar el voto a la extrema derecha”, señala la experta en extrema derecha europea, que considera que “estamos atrapados en la foto de 2015”, cuando la percepción era que la corrupción era sistémica: “Pero ahora con una extrema derecha que es la que lo capitaliza”.
El diagnóstico lo comparte Ignacio Urquizu, profesor de Sociología en la Universidad Complutense, que considera que la corrupción no afecta desde el punto de vista ideológico porque la detestan todos los votantes, sean de izquierdas o de derechas, pero que “afecta mucho a los votantes de centro, que son los que deciden muchas veces las elecciones”. “Tienen que estar ojipláticos por todos estos casos. El votante moderado no lo va a tener fácil para decidir”, afirma el consultor externo de Metroscopia.
“La corrupción mina la confianza y eso va a implicar que los ciudadanos crean que la democracia funciona mal y va a provocar abstención”, pronostica Urquizu, que cree que “en un escenario muy polarizado” son “los extremos los que se ven polarizados”. “En 2015 el partido de moda era Podemos y el PP se benefició. Ahora va a pasar al revés porque el voto de moda es Vox y el PSOE puede decir: Me castigas, pero viene Vox”, agrega el exdiputado socialista.
Hooliganismo político tras la condena al fiscal general
¿Y qué va a pasar sociológicamente tras la condena al fiscal general? “Va a provocar un efecto doble: un hooliganismo del votante más fiel socialista porque percibe que la justicia no es imparcial. El PSOE va a percibir que su votante es más fiel mientras se va a crear abstencionismo de mucho votante que perciba que la justicia no es imparcial y no quiera ir a votar porque piense que el Estado ha fracasado”, argumenta Anna López.
Por otro lado, también apunta a una mayor movilización de la derecha, que se “reafirmará aún más en el voto antisanchista y en que el Gobierno es corrupto”. “Veremos votantes mucho más movilizados, hooliganismo político y también veremos desafección, gente defraudada con el sistema que se encontraba en los indecisos, especialmente de Podemos y Sumar que ya estaban muy desmovilizados”, sentencia López, sobre una campaña permanente que no ha hecho más que empezar.