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El hombre tranquilo

Luz Sanchis

Mariano Rajoy, el hombre que contempla “extraordinariamente tranquilo” el caso Bárcenas como si fuera una etapa llana del Tour después de comer, ha hablado hoy de corrupción. No tenía más remedio porque tocaba clausurar en Almería la reunión anual de política municipal del PP. Es muy posible que si no, no hubiera hecho en público el menor comentario. Pero ni admitió que su partido tiene un problema ni anunció una investigación interna ni pronunció el nombre de Luis Bárcenas. “Quiero deciros que estéis tranquilos”, dijo a los suyos.

Para el presidente del PP y de España, la corrupción es un problema que le puede pasar a cualquiera y no sólo a los políticos que han estado o aún siguen bajo su mando. Toda la respuesta de su discurso ha sido que si “alguna vez” se entera de “alguna irregularidad o conducta impropia” no le temblará la mano. O sea, que tampoco le consta. Del departamento de asuntos internos que Esperanza Aguirre repite como un mantra estos días para aparecer como ejemplo de integridad, no dijo nada. Como se apresuró a responder el PP valenciano, donde la corrupción ha sido generalizada en su grupo parlamentario, para eso ya tenemos el comité de garantías y no hace falta más.

Los avalistas de que todo en el PP es transparente son Ángel Acebes y Javier Arenas, los predecesores en el cargo de Mª Dolores de Cospedal. Los tres juran y perjuran que por corrupción en Génova, 13 no les viene nada y que todos debemos hacer un acto de fe. En los agradecimientos, Rajoy se dejó por el camino al general secretario, Francisco Álvarez Cascos. Como Bárcenas, él tampoco está ya en el PP aunque no consta que a Cascos le guarden aún el despacho y la secretaria o que le pagasen el abogado en el pasado.

El líder estaba allí para presumir de ímpetu reformista, de transparencia, de regeneración y de políticos honrados e incorruptibles que no han visto en su vida un sobre con billetes de 500. Los que no saben de comisiones de constructoras o empresas de seguridad. Y estaba también para prometer que el Gobierno no va a caer “ni en el inmovilismo ni en la relajación” y que va a darle la vuelta a la economía como si fuera un calcetín. No parece que vaya a aplicar ese entusiasmo para hacer limpieza general en su casa de la calle Génova.

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