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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

Preguntas y respuestas sobre la supuesta 'podemización' del PSOE de Pedro Sánchez

Pedro Sánchez y Javier Fernández en una imagen de archivo.

Irene Castro

El presidente de la gestora del PSOE, Javier Fernández, quiere retomar las tradicionales estructuras del partido tras la salida de Pedro Sánchez. Aspira a que los poderes territoriales retomen el diálogo y devolverles su peso en la toma de decisiones. Frente a la apelación de los pedristas a la militancia, el presidente asturiano va a recuperar al Consejo de Política Federal en el que se reúnen los barones socialistas para abordar el debate sobre la gobernabilidad que se zanjará en un Comité Federal. Nada de consultar a las bases.

“Se ha podemizado en gran medida el propio partido y queremos responder a los planteamientos como una organización nueva”, resumió Fernández sobre el mandato de Sánchez. Pero, ¿se ha podemizado el PSOE? 

¿Buena relación con Podemos?

Los socialistas han pasado por varias etapas en su relación y forma de hacer frente al partido de Pablo Iglesias. En su primer Comité Federal al frente del PSOE, Sánchez cargó con dureza contra Podemos, un partido al que en ese momento ni siquiera llegaba a citar, y aseguraba que jamás pactaría con el “populismo”. Era septiembre de 2014.

En ese momento, la federación de Susana Díaz evitaba hablar en esos términos de la organización de Iglesias y Javier Fernández recordaba que el adversario del PSOE era el PP, y no Podemos. Eran las primeras discrepancias internas con Sánchez. Nada comparados con el espectáculo “bochornoso” –en palabras de los socialistas– de este sábado. 

Los barones socialistas advirtieron entonces que Podemos podía ser su tabla de salvación en las autonómicas tras la ruptura de la mayoría absoluta del PP. Emiliano García-Page, acompañado de José Luis Rodríguez Zapatero y José Bono, fue el primer socialista en reunirse con Pablo Iglesias e Iñigo Errejón. Fue un gesto que causó un profundo malestar en la dirección de Sánchez. Luz Rodríguez –dos años después una de las 17 dimisionarias– fue la encargada de denunciarlo

Seis meses después del “no voy a pactar con populistas”, el PSOE dejó de hacer ascos a Podemos y admitía públicamente su capacidad de llegar a acuerdos para desbancar al PP. Así lo hicieron en cinco comunidades autónomas que ahora están en manos socialistas. También el PSOE apoyó a las marcas de Podemos en ayuntamientos de las principales ciudades españolas, entre ellas Madrid y Barcelona. “No les pedimos nada a cambio”, se encargaron de reprochar desde el PSOE ante las trabas de Iglesias para colocar a Sánchez en Moncloa. 

¿Mejor la copia que el original?

La vieja guardia dio por hecho que Sánchez estaba despreciando el pasado de un partido que siempre reivindica sus más de 100 años de historia. La crítica de Sánchez a la reforma del artículo 135 de la Constitución que ejecutó Zapatero y su admisión de que fue un “error” causó el alejamiento del expresidente y el entonces secretario general. 

No fue el único gesto de un líder que se atrevió a decir que preferiría que Felipe González estuviera “más calladito”. La expulsión sin miramientos de los usuarios de las tarjetas black de Caja Madrid también causó estupor en la vieja guardia. 

Esas distancias hacia el pasado de los socialistas lo atribuyeron muchos de ellos a la competencia que ejercía Podemos. “Entre el original y la copia, los ciudadanos se van a quedar con el original”, decían entonces muchos dirigentes, que advertían que superar a Iglesias tenía que ser por diferenciarse y no por tratar de parecerse a la incipiente organización. Es la línea de lo que ahora defiende el presidente de la gestora. 

¿Ciudadanos o Podemos?

Los resultados del 20D promovieron la primera sublevación de los barones contra Sánchez, pero se frenó a tiempo. Lo que sí le impusieron fue unos férreos límites a su negociación para llegar a Moncloa: ni independentistas ni hablar con quien defendiera el derecho a la autodeterminación. El PSOE acabó abriendo la mano y Sánchez pudo sentarse con Iglesias. 

Pero lo hizo prácticamente en el último momento. El PSOE centró sus esfuerzos en alcanzar un acuerdo con Ciudadanos. En la dirección sostuvieron que lo hicieron porque tocó así y porque Podemos se negaba a entablar un diálogo, pero también algunos dirigentes admitieron que era la fórmula de presionar a Iglesias para dejar gobernar a Sánchez. La maniobra no salió y se convirtió en la primera investidura fallida de la democracia. 

¿Impidió Iglesias que Sánchez llegara a Moncloa?

Sánchez no se lo perdonó a Iglesias y subió el tono contra él. Acusó a Podemos durante toda la campaña del 26J de ser el responsable de impedir que España tuviera un presidente socialista. La ruptura de las negociaciones llevó a Antonio Hernando a asegurar que a Iglesias le importaba “un bledo” la postura de los socialistas sobre el documento que aportó Compromís para intentar a la desesperada un acuerdo. 

En la campaña, el líder socialista acusó a Iglesias de ser el de “la hoz y el martillo”,el de “la intransigencia y el antisocialismo” o “el profeta del fin de la ideología”. También intentó hacerse con parte del voto de IU al asegurar que Podemos había insultado a los “comunistas de corazón”

Tras las elecciones, Sánchez e Iglesias mantuvieron abierta la línea de diálogo, pero la desconfianza mutua siempre ha existido entre ellos. El socialista estuvo dispuesto a llegar a un acuerdo tras el fracaso de Mariano Rajoy, pero los críticos siempre se opusieron. De hecho, algunas fuentes apuntan a que la maniobra final contra Sánchez se impulsó ante el temor a que el pacto con Podemos y los independentistas estuviera más avanzado de lo que admitían. 

¿Bases o barones?

La puerta que abrió Eduardo Madina a que los militantes tuvieran voz y voto en la elección del secretario general la cogió Sánchez como baza para erigirse como el líder de las bases. Se deshizo de la presión de los barones contra sus acuerdos para llegar a Moncloa con una consulta entre los afiliados. 

Era su fórmula para esquivar a los poderes territoriales, fundamentada en unos órganos controlados por los barones. Por eso Sánchez reclamó hasta la saciedad en el Comité Federal del sábado que la votación fuera secreta. Contaba con votos que podrían cambiar si los dirigentes regionales no podían vigilar qué elegían los delegados. 

Sánchez siempre se ha guardado el as de consultar a las bases un acuerdo con Unidos Podemos para esta legislatura, pero no ha tenido tiempo. El intento de Sánchez de acelerar el proceso de su reelección ante los militantes, y erigirse como el defensor del 'no' a Mariano Rajoy frente a quienes abogan por la abstención –a quienes acusó de ser “subalternos del PP”– acabó por movilizar definitivamente a sus críticos contra él. Ahora tratan de hacer “pedagogía” con los militantes para que no les castigue una posible abstención para que haya Gobierno. 

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