El PP se aferra a ETA al caer el mito de que la derecha genera riqueza y la izquierda sólo la distribuye

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En mayo de 2012 la diputada de Coalición Canaria (CC), Ana Oramas, desveló desde la tribuna del Congreso que el entonces ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, del PP, la había presionado para que votara en contra del paquete de recortes presentado en mayo de 2010 por el antaño presidente, José Luis Rodríguez Zapatero, a sabiendas de que España sería intervenida si no se aprobaban las medidas de ajuste. “Que caiga España, que ya la levantaremos nosotros”, contó que le espetó.

Los recortes de 2010 supusieron el mayor ajuste en gasto social de la democracia y se aprobaron por un solo voto gracias a la abstención de CiU y de CC, por lo que los nacionalistas canarios, con una sola diputada en aquella legislatura, tuvieron en su mano la llave de la votación. “Nos abstuvimos a pesar de las presiones”, desveló Oramas dos años después, al tiempo que recordaba que, en apenas 24 horas, el Parlamento tuvo que aprobar un decreto que, de haber decaído, hubiera sido la ruina de España.

Aquellas palabras, nunca desmentidas por Montoro, pusieron en entredicho el sentido de Estado de un PP que, entre los intereses del país y su irrefrenable deseo de que cayera el Gobierno socialista, optó por lo segundo. Por entonces, en el imaginario colectivo estaba instalado el mantra de que cuando la derecha gobierna genera riqueza y cuando lo hace la izquierda sólo la distribuye. Era ésta la forma más simple y directa de contraponer dos modelos económicos: el neoliberal y el socialdemócrata. Y un mito que, ante la evidencia de los datos, parece haber caído en esta crisis.

Los socialistas esta vez han logrado, a diferencia de otras ocasiones, la cuadratura del círculo, esto es que en tiempos de crisis como la sobrevenida por la guerra en Ucrania, la economía española crezca por encima de la media europea y que lo haga, además, con justicia social, un principio que más allá de las boutades de Ayuso, se fundamenta en la igualdad de oportunidades y en un reparto justo y equitativo de la riqueza.

Con la ayuda de la lluvia de millones de los fondos Next Generation, cierto. Con un cambio de paradigma respecto a la ortodoxia de la austeridad impuesta en la anterior crisis de la UE, también. Pero habiendo sido el Gobierno de España, arguyen los socialistas, “parte activa en el diseño de la eliminación de los viejos corsés austericidas la implementación de las políticas keynesianas para combatir la crisis mediante inversiones públicas que ceben la inversión privada”.

En efecto, lejos de que un tsunami económico se llevase por delante a la coalición de gobierno, que la subida del SMI o la reforma laboral destruyeran miles de puestos de trabajo o que los impuestos a la banca y a la riqueza hayan lastrado las perspectivas económicas, el Banco de España acaba de elevar esta semanas las previsiones de crecimiento al 2% para 2023, por encima de las del FMI y la OCDE. Y todo por el descenso de la inflación, la fortaleza del mercado de trabajo –con más de 20 millones de cotizantes– el sector exterior y el desatasco de las cadenas de suministro globales. 

El 84% de asalariados tiene empleo estable

Un dato que en la izquierda manejan con habilidad en estas semanas es que en 2018, cuando llegaron al gobierno, sólo el 60% de los asalariados tenía un empleo estable mientras que en 2023 son un 84% de los trabajadores españoles -de cada diez, 8,5- quienes tienen un puesto fijo. 

Ninguna de las siete plagas anunciadas por las derechas sobre la economía ha caído sobre España, a pesar de las políticas intensivas de gasto. Y esto, claro, complica sobremanera el relato del PP en una campaña electoral en la que no termina de encontrar un relato más allá de “derogar el 'sanchismo'” y ha tenido que recurrir, por enésima vez, al comodín de ETA.

La inclusión en listas de EH Bildu de 44 candidatos condenados por pertenecer a ETA, 7 de ellos por delito de asesinato han servido para que el PP cargue, no contra la coalición abertzale por su evidente desprecio a las víctimas del terrorismo, sino contra Sánchez y los socialistas como si la mismísima banda terrorista se sentara hoy en la mesa del Consejo de Ministros.

ETA dejó de matar hace más de 10 años, se disolvió hace 5 pero siempre ha sido para la derecha un argumento de utilización partidista a su conveniencia. En su distorsionado relato iguala al PSOE con Bildu, a Sánchez con Otegi y al gobierno en su conjunto con los cómplices de la extinta banda terrorista. Nada nuevo. 

El terrorismo, presente o ausente de la vida de los españoles, siempre ha sido blandido como arma arrojadiza por los populares, y con mucho más énfasis en vísperas electorales si la demoscopia no soplaba a favor de una clara mayoría conservadora. Se usó contra Felipe González entre 1993-1996, desapareció durante los gobiernos de José María Aznar cuando el PP prometía generosidad con la banda si dejaba de matar, volvió con los gobiernos de José Luis Rodríguez Zapatero y regresa de nuevo ahora con Pedro Sánchez. Una estrategia que en el cuartel general del PSOE creen que responde a que la evolución del voto no está siendo del todo satisfactoria para los populares que hace menos de un mes hablaban de “cambio de ciclo” y de “vuelco histórico”.

Un líder que no entusiasma

Todo esto en el arranque de una campaña en la que los socialistas creen que los de Feijóo no han encontrado una narrativa propia ni un líder nacional que entusiasme a su electorado mientras que Sanchez “ha llevado la iniciativa con un goteo de anuncios y medidas sociales” que mantendrá hasta el 28M y “se percibe un aumento notable de la movilización de los socialistas en todo el territorio”. 

En el cuartel general de los socialistas cuentan con que en Génova tratarán de estirar el chicle de las listas del EH Bildu “para no hablar ni del acuerdo social para un aumento salarial del 10% firmado por patronal y sindicatos, ni de la relevancia de la entrevista de Sánchez con Joe Biden en la Casa Blanca, ni de la lluvia de datos positivos sobre la marcha de la economía”

Y es que el PSOE se jacta de haber roto con un “ciclo histórico en el que estaba muy instalado que cuando la izquierda llegaba al poder sólo sabía gastar y retraer el crecimiento económico mientras que cuando lo hacía la derecha generaba riqueza”. Por primera vez en 40 años, añaden los estrategas socialistas, “hemos demostrado que sabemos hacer las dos cosas: subir el SMI y crear empleo; maximizar la presencia del Estado allí donde es necesario mientras se disparan los beneficios de las empresas; redoblar las políticas de gasto y atraer la inversión extranjera”.

Además de sobre vivienda, ayudas sociales, inversión en FP, sanidad, educación y pensiones, los socialistas se ven también en disposición de debatir ahora con la derecha “sobre quién gestiona mejor la economía”. Algo que, en palabras de un miembro del comité de estrategia de la campaña, les permite circular “por un carril de 18 pistas” en una campaña en la que pueden hablar de vivienda, empleo, crecimiento económico o pensiones y  en la que ya nadie duda de que Sánchez y Feijóo miden también sus liderazgos.

El PP reconoce ya que si no logran arrebatar alguno de los 9 gobiernos regionales que hoy tiene la izquierda el resultado será insuficiente para Feijóo, que ha rebajado últimamente las expectativas de esta su primera prueba como líder nacional. Aunque el líder del PP se juegue menos que Sánchez, en los territorios empieza a estar bastante instalado que su presidente no tira de la marca y que todo lo que crecen los populares es pura matemática, esto es el resultado de absorber el voto del extinto Ciudadanos. Ni uno más ni uno menos. Y esto, admiten entre bambalinas, también es consecuencia de que “hace falta algo más que el deseo de echar a Sánchez”. 

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