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El resultado del 12J enciende las alarmas en Unidas Podemos por la falta de implantación territorial

El secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, durante una sesión en el Senado.

Aitor Riveiro

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En la dirección de Unidas Podemos hay una evidente “preocupación” tras las elecciones autonómicas en Galicia y Euskadi de este fin de semana. El resultado que se esperaba no era bueno, ni mucho menos. Pero sí se confiaba en aguantar el tipo y lograr compensar los graves problemas de implantación territorial que arrastra el espacio político desde su fundación, y que sigue sin solventar, con el papel desarrollado en el Gobierno central. No ha sido así. La caída ha sido muy fuerte en el País Vasco, pero el derrumbe total en Galicia es quizá lo que más asusta. No solo porque se suma otro parlamento autonómico sin representación, sino por el valor simbólico de la plaza para algunas de las figuras más representativas del grupo confederal.

La primera expresión electoral del 15M no llegó con Podemos en 2014. Dos años antes, una coalición entre Anova (una escisión del BNG liderada por el histórico dirigente Xosé Manuel Beiras) y una casi testimonial Esquerda Unida (IU) lograba en pocos meses de vida nueve diputados y ser la tercera fuerza de Galicia, por encima precisamente de los nacionalistas. El buen resultado pasó muy desapercibido en el resto de España ya que Alberto Núñez-Feijóo, quien, como ahora, convocó elecciones a rebufo de las vascas, se hizo con la mayoría absoluta. En aquella campaña brilló una joven Yolanda Díaz, número dos de la candidatura y coordinadora de EU. Entre bambalinas, otro joven desconocido por aquel entonces: Pablo Iglesias.

Hoy ambos están en el Gobierno. Y su presencia en la campaña no ha logrado levantar una tendencia que viene de atrás y que quedó muy patente en el intenso ciclo electoral de 2019. Unidas Podemos se resintió, y mucho, a nivel estatal. Tanto, que el 10N obtuvo la mitad de votos y diputados que en 2015-2016. Pero en el ámbito autonómico y municipal la sangría de apoyos fue mucho más pronunciada. Hasta el punto de que Iglesias cambió a su secretario de Organización: Alberto Rodríguez sustituyó a un quemado Pablo Echenique.

El relevo se produjo hace poco más de un año. Y desde entonces el partido ha abordado una profunda reorganización interna. Hasta 11 nuevas direcciones regionales se han estrenado en el reciente proceso asambleario. Pero no ha sido suficiente o no ha dado tiempo para revertir una tendencia que empieza a parecer irremontable si no se logra un punto de inflexión. Casi todos quitan importancia a la presencia de Unidas Podemos en el Gobierno, aunque la realidad es que los esfuerzos de una formación joven y con escasez de cuadros formados se han volcado en el Ejecutivo.

Todos los dirigentes contactados por eldiario.es a las pocas horas de conocerse los resultados del 12J coinciden en señalar a la falta de implantación territorial como el principal factor que explica lo ocurrido el domingo. Podemos, y por tanto Unidas Podemos, sigue siendo un proyecto marcadamente estatal, sin capacidad ni tiempo de arraigarse en el territorio.

Los análisis iniciales que se hacen dentro del espacio, a falta de una revisión más sosegada de los datos, son en esencia similares a los que se hacían después de las municipales y autonómicas de mayo de 2019. “Falta implantación territorial, y con ello capilaridad”, apunta un dirigente de IU quien sostiene que “eso ya se vio en las municipales gallegas”. Efectivamente, hace un año ya perdieron algunas de las principales ciudades: A Coruña, Santiago y Ferrol. Junto con la mayoría de las llamadas Alcaldías del Cambio.

Ya se anticipaba el batacazo, pero la horquilla de diputados con la que contaban los estrategas del partido era de entre cinco y nueve. Han sido cero. Ocho años después de la irrupción de AGE, se ha producido un camino inverso. “Tras estos cuatro años de matanzas internas [en Galicia], el camino del BNG estaba preparado, como había pasado a la inversa en 2012”, apunta un destacado dirigente a elDiario.es. “Han sido cuatro años tremendos, a hostias con la otra Marea, dando espectáculo”, apunta alguien que conoce muy bien los entresijos de lo ocurrido en Galicia.

La “otra Marea”, la que el juez Luis Villares, antes de dejar la política, quiso controlar por encima de la tutela de los partidos y al margen de las decisiones colectivas, ha obtenido un 0,22% de los votos, pese a ser jurídicamente la heredera directa de la candidatura que logró 14 diputados en 2016 y contar, así, con los pertinentes espacios televisivos y publicitarios.

La “guerra civil” vivida desde 2015, como califican dentro de Unidas Podemos a lo ocurrido a nivel interno en la comunidad, supuso que en Galicia nadie se preocupaba de Galicia. La sucesión de secretarios generales de Podemos, las broncas con Anova, especialmente tras la eclosión del conflicto territorial catalán, y un grupo parlamentario atomizado, lo impedían. Lo que se hiciera desde Madrid, fuera poco o mucho, se hacía desde Madrid.

Auge de la izquierda nacionalista

Sobre Euskadi la sensación es la misma, con la salvedad de que Podemos perdió a toda su dirección autonómica en febrero, después de que esta perdiera por sorpresa las primarias para las elecciones previstas en principio para el mes de abril. El partido ha intentado construir sobre la marcha una candidatura con una persona desconocida para más de la mitad de los electores vascos.

Si en Galicia el voto del espacio político se ha ido hacia el BNG, en Euskadi todo parece indicar que se ha ido a Bildu. En la dirección de Podemos creen que esto afianza la tesis de los problemas locales y que los resultados no tienen relación con una supuesta fagocitación en el Gobierno central. Que el PSOE no haya recibido apenas transferencia de voto, según los primeros análisis, así lo ratificaría.

Lo que también se deduce del resultado es que la acción de Unidas Podemos en el Gobierno tampoco ha ayudado. “Se lo ponemos muy fácil”, reconoce uno de los principales colaboradores de Pablo Iglesias desde los primeros pasos del partido, quien señala que tanto el BNG como Bildu han bebido del discurso que el espacio confederal ha hecho estos años tanto a nivel social como territorial. Un dirigente de Unidas Podemos apunta a “un contexto de rebrote nacionalista” como “reacción a la extrema derecha” para terminar de explicar lo sucedido.

Estos análisis lo comparte uno de los fundadores del partido, Juan Carlos Monedero, quien en Twitter señalaba que “la izquierda nacionalista vasca y gallega se han podemizado”. Monedero dejaba no obstante un recado a su formación: “Sigue sin dedicar el grueso de sus energías a lo que debe: construir partido”.

Monedero, aunque fuera de los órganos de dirección formal del partido, mantiene su compromiso con el espacio político y con su líder. Otros de los fundadores o de las personas que estuvieron en lugares destacados en Podemos señala directamente a Pablo Iglesias y las decisiones tomadas por él y ratificadas por los militantes en las diferentes asambleas celebradas hasta ahora.

El que fuera número dos de Podemos, Íñigo Errejón, apunta, también en la red social favorita de este espacio político, que los resultados del domingo “indican un cierre de ciclo”. E incide en una de sus principales críticas: “No era 'unir a la izquierda', era más ambicioso: construir pueblo”.

En términos similares se expresó el ex secretario general de Madrid, Ramón Espinar, quien abandonó el partido precisamente en desacuerdo con cómo se gestionó la escisión de Errejón para fundar Más Madrid y después Más País, con el que obtuvo tres diputados al Congreso en alianza con Compromís.

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