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CRÓNICA

Sánchez echa el freno de mano para preservar el acuerdo del Poder Judicial y ancla al PP en “el mástil del neoliberalismo”

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ante el Pleno del Senado

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Y Sánchez bajó el tono, sí. Se lo había pedido el PP. Lo hizo. Quizá para no derrapar en la curva de la arrogancia por la que estuvo a punto de deslizarse en el anterior cara a cara con Feijóo en el Senado. Quizá para preservar la negociación sobre el Poder Judicial. O quizá por ambas cuestiones. El caso es que subió contenido a la tribuna y con el freno de mano echado, pero dispuesto una vez más a confrontar modelos con los que salir de la crisis económica, comprometer los recursos que sean necesarios para doblegar la curva de la inflación, repartir los costes de la crisis y anclar, de paso al PP, en “el mástil del neoliberalismo”. 

Enfrente se encontró a un Feijóo desatado que no hizo lo idem, sino todo lo contrario. Esto fue salir directamente a la ofensiva con un discurso hilvanado a base de lugares comunes y memes difundidos en las redes sociales que en ocasiones llegó a recordar a los que enjaretaba en tiempos su antecesor en el cargo, Pablo Casado. El líder del PP tiró de argumentario para arrancar el aplauso fácil de la derecha más dura e introducir así en el debate al independentismo, la lengua en Cataluña, Bildu y hasta al presidente del CIS, José Félix Tezanos. ¿Propuestas? Una: que Sánchez retire los Presupuestos Generales del Estado para 2023, que es tanto como pedirle que deje de gobernar y le ceda ya el paso. 

Todo en un segundo cara a cara en la Cámara Alta en el que el elefante del Poder Judicial sobrevolaba las paredes del hemiciclo, pero el presidente apenas lo mencionó de pasada un par de veces y el líder de la oposición directamente lo obvió mientras se distanciaba de la cofradía del moderantismo en un debate que no resultó en el reparto de tiempos tan desproporcionado como el protagonizado el pasado septiembre por los mismos protagonistas. La presidencia esta vez “regaló” algunos minutos a Feijóo para evitar quejas.

Sánchez, que reiteró en varias ocasiones su voluntad de llegar a acuerdos con el PP en materia económica, reconoció también que el espacio compartido con Feijóo cada vez se complica más en tanto en cuanto, en su opinión, su estrategia está construida sobre “descalificativos”, “bulos” y “mentiras”. Y no sólo en materia económica, que era el motivo de la comparecencia aunque Feijóo, más detenido en el cumplimiento de la Constitución en Cataluña y en otros asuntos, pareciera no estar enterado. 

El presidente había tratado de arrastrarlo sin éxito al ámbito económico y a una posición rotunda sobre el salario mínimo, la revalorización de las pensiones o los impuestos a las energéticas, las grandes fortunas y la banca, pero el gallego se zafó como pudo con invocaciones a la falta de tiempo que le otorgaba el reglamento.

En su primera exposición, el presidente se detuvo en el compromiso de su Gobierno para proteger “a la mayoría social”, desgranó las medidas aprobadas hasta el momento y anunció que aún queda margen fiscal para responder a eventualidades futuras, algo que no descarta en absoluto aunque sí dejase claro que “a nadie, a ningún hogar le va a faltar energía para cocinar ni calentarse este invierno”. Su plan, según sus propias palabras, pasa por la conjugación de tres verbos como son “reformar, proteger y repartir las cargas de forma justa”. De ahí que apelase a la corresponsabilidad fiscal de las grandes empresas que han aumentado sus márgenes de beneficios durante la guerra y afirmara solemne: “Tienen el deber moral de devolver a la sociedad una parte de lo que recibieron durante la pandemia”. 

Los datos invitan a Sánchez a la esperanza: “Que no a la autocomplacencia porque tenemos una inflación por debajo de la media de la UE y los datos de crecimiento de los organismos más prestigiosos coinciden en que España sorteará la recesión y liderará el crecimiento  en 2023”. Y esto con el beneplácito de la UE a todas las medidas desplegadas por el Gobierno, una circunstancia que el presidente quiso poner en valor primero para felicitarse por transitar por la senda de la ortodoxia de Bruselas y después para contraponer el modelo socialdemócrata frente al neoliberalismo que se aplicó durante la crisis financiera.

“Hoy los halcones de la austeridad pliegan velas y sólo algún irreductible permanece anclado al mástil del neoliberalismo mientras otros se mueven en la indefinición calculada. No puede ser que algunos obtengan beneficios extraordinarios gracias a la guerra y a costa de los consumidores. Los beneficios deben compartirse y canalizarse hacia quienes más lo necesitan”, afirmó tras recordar que las últimas eran palabras de Úrsula von der Leyen que hacía plenamente suyas. 

Para cuando Sánchez acabó su exposición, Feijóo ya estaba determinado a hacer uno de los discursos más duros que se le han escuchado desde que tomó las riendas del PP y, como diría Sabina, negarlo todo. Hasta la verdad. No hay crecimiento económico, la inflación no ha empezado a retroceder, el paro no ha disminuido y no pagamos la energía más barata de la UE. Minutos antes, Sánchez había dicho que lo deseable es que “los que hablaron de timo ibérico”, en alusión a los tuits que salieron de la cuenta oficial del PP, rectificaran porque, apostilló irónicamente, ahora tendrían que hablar de “timo europeo” ya que se pretende que el mecanismo se extienda a todos los estados miembros.

Feijóo no sólo hizo caso omiso de la propuesta de su oponente, sino que todo lo que aportó para combatir la crisis fue decir que la mejor decisión económica para España “es cambiar al Gobierno”. Todo en su intervención fueron alusiones, cuando no ataques directos a Sánchez, un recurso que el presidente evitó para evitar el cuerpo a cuerpo. 

Sobraron aplausos y faltaron contenidos

“La España de la gente necesita un Gobierno que crea en ella y el problema es que usted ya no cree en España, porque los españoles han dejado de creer en usted”, “es moralmente inaceptable que usted cargue sobre las generaciones futuras la mayor deuda pública que jamás ha tenido España” y “usted llegó al Gobierno cabalgando a lomos de una mentira para sellar después  una coalición sobre otra mentira –la de que no podía gobernar con Podemos– y ahora pretende despedirse con una gran falsedad: las Hipotecas Generales del Estado” fue lo más “moderado” que salió por boca del líder de la oposición que logró, sí, arrancar el aplauso de una bancada popular puesta en pie, pero que en los pasillos no derrochó precisamente entusiasmo con el papel desempeñado con su jefe de filas.

Sobraron aplausos y faltaron contenidos que el líder de la oposición intentó camuflar con la entrega de cuatro documentos al presidente de la cámara alta, Ander Gil, tras decir “ahí tiene mi propuesta”. En el anterior debate blandió una hoja en blanco y en este hizo creer que entregaba algo nuevo cuando en realidad era un corta y pega de los textos que en los últimos meses ha remitido al Gobierno y en los que insiste en la deflactación del IRPF.

Y todo mientras en los pasillos desde el PP advertían que el acuerdo sobre el Poder Judicial “o sale ya o no sale” y desde el PSOE se jactaban de que al líder de la oposición “cada día se le ven más las costuras” y “la falta de preparación” en cuanto Sánchez confronta datos y bla, bla, bla... ¿Y la negociación sobre el CGPJ avanza o no? En efecto, se agota el tiempo. Tic, tac...

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