La última sorpresa de la política española: la pinza del PP y ERC
De todas las opciones que se presentaban al PSOE de cara al trámite parlamentario de la ley de amnistía, había una que no le interesaba nada. Que coincidiera con la campaña electoral catalana. Al final, eso es lo que ha ocurrido y las consecuencias han sido las previsibles. Por razones diferentes, el Partido Popular y Esquerra han hecho una pinza que desactiva el discurso socialista sobre el perdón a los implicados en las causas del procés.
El Senado fue el lunes el escenario de ese espectáculo. Era una reunión de la Comisión General de las Comunidades Autónomas inventada por el PP para ofrecer un desfile de presidentes autonómicos con ganas de sacudir al Gobierno, como si en la Constitución existiera un mecanismo que les permita intervenir en la elaboración de las leyes (pista: no existe). Los presidentes socialistas vieron el truco y la boicotearon. Hasta Emiliano García-Page se negó a asistir para no parecer un tonto útil del PP. El Gobierno decidió no presentarse en el debate, una medida más discutible al dejar el campo libre a la oposición.
Al sentirse presionada por Junts y por los ataques de Carles Puigdemont, que no deja escapar ninguna oportunidad de decir que sus antiguos socios no dan la talla, ERC demostró que siempre pica en el anzuelo. El presidente Pere Aragonès suscribió prácticamente el argumentario del PP. “La amnistía dejó de ser inconstitucional de un día para otro. Lo mismo pasará con el referéndum” de independencia, dijo. El candidato a la reelección había dicho días antes que le gustaba el debate porque le serviría para “trolear” al PP. Lo que hizo fue trolear al PSOE, el partido que aceptó llevar al Parlamento una amnistía que no habrá gustado a muchos de sus votantes.
El presidente murciano, Fernando López Miras, dio por hecho que habrá “referéndum de autodeterminación” si de eso depende que Pedro Sánchez siga en el poder. “Lo que hoy es no, mañana será sí”, añadió el valenciano Carlos Mazón.
Es un pronóstico que el PP repite todos los días. No tiene pruebas de ello. Le vale con insistir continuamente en que Sánchez y otros socialistas negaron cualquier posibilidad de que se aprobara una amnistía. Aragonès empleó la misma táctica en el Senado, en su caso citando a Miquel Iceta y Salvador Illa.
Contra lo que dice el preámbulo de la ley, el presidente del Govern afirmó que “la amnistía es una enmienda a la totalidad de una sentencia injusta”. Eso es exactamente idéntico a las quejas expresadas por la derecha y la extrema derecha. Sánchez y el PSOE han intentado negar que pretendan enmendar la plana al Tribunal Supremo o criticarle directamente.
Aragonès también exigió “un sistema de financiación singular” y propio con el que la Generalitat recaude todos los impuestos, un sistema que parece similar al del Concierto Económico vasco y que el Gobierno tendría imposible extender a Catalunya por las propias dimensiones de la economía de esa comunidad. Para el PP, sólo pedirlo supone una provocación intolerable.
Puestos a trolear, Aragonès hasta terminó dando la razón a José María Aznar cuando dijo que la amnistía legitimaría al proceso independentista. Seguro que el PSOE no esperaba escuchar algo así.
El president se mostró confiado en que los partidos favorables a la independencia podrán volver a aplicar sus estrategias políticas en pos de ese objetivo. Nunca hay que pensar que los discursos en los parlamentos se basan en la realidad, aunque a veces las diferencias son de las que te dejan sin palabras. No hay ningún proceso independentista que pueda aparentar ser viable si no existe unidad de acción entre ERC y Junts. Los dirigentes de esos partidos se odian ahora cordialmente.
El apoyo a la independencia está en el 42% de la población, frente a un 51% que se opone, según la última encuesta del CEO catalán. Si se le presentan varias opciones, ese sentimiento independentista se queda en el 31%, un 23% opta por “un Estado propio dentro de una España federal”, un 31% pide ser una comunidad autónoma dentro de España, y un 9% se limita a desear ser “una región de España”.
Otro factor relevante es la crisis de la ANC, la organización que tuvo un papel esencial en la movilización en la calle de centenares de miles de personas en sucesivas Diadas. La ANC se ha desangrado en una batalla interna que ha provocado un alto número de dimisiones y una fuerte división por la propuesta fracasada de presentarse a las elecciones con una lista propia.
Puede parecer por tanto que el discurso de Aragonès está a día de hoy dentro del mundo de las fantasías. Él respondería que la única realidad que le interesa es la que se producirá el 12 de mayo en unas elecciones en Catalunya en las que necesita que su partido quede por delante de Junts y que los tres partidos independentistas mantengan la mayoría absoluta. Si no ocurre ninguna de estas dos posibilidades, tampoco es que tenga muy claro qué es lo que puede pasar.
El debate cumplió las expectativas que el PP se había marcado. El discurso de Aragonès no le habría venido mejor si lo hubieran redactado en Génova. En sus mejores sueños, ese mensaje podría servir para restar votos al PSC en las elecciones de mayo. Todo lo que sea impedir que Illa tenga opciones de presidir la Generalitat viene bien al PP. Una nueva mayoría independentista no sería un problema irresoluble. Siempre pueden echar las culpas a los socialistas.
No estaban todos los presidentes del PP, pero los que se presentaron cumplieron con lo que se espera de ellos en el partido. Isabel Díaz Ayuso afirmó que Sánchez apoya “el plan criminal ensoñado por ETA”, lo que confirma que no se enteraba de nada cuando visitaba Euskadi para solidarizarse con sus compañeros de partido.
Alfonso Fernández Mañueco alegó que la ley de amnistía “va contra las directivas europeas en materia de terrorismo”, una opinión que nadie encontrará en el último informe de la Comisión de Venecia o en la Comisión Europea. Los socialistas “han entregado competencias exclusivas sobre inmigración a Cataluña y el País Vasco”, dijo Jorge Azcón, una afirmación falsa.
Por más que se inventaran cosas, estos dirigentes se quedaron a mucha distancia de Aragonès, que ofreció la intervención más favorable para los intereses del PP. Es lo que tienen las pinzas. Sus integrantes pueden odiarse, pero de alguna manera se necesitan.
111