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CRÓNICA

¿Cuánta leña hay que dar en política para que te escuchen?

Yolanda Díaz con cara de circunstancias en su escaño mientras los socialistas aplauden el discurso de Óscar Puente.

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Fue una de las fotos del día en la sesión de investidura del martes. Los diputados del PSOE, empezando por Pedro Sánchez, se levantan del escaño, sonríen en estado de gracia divina y aplauden como locos a Óscar Puente después de que este se pasara cuarenta minutos zurrando al PP como si no hubiera un mañana. En la imagen de Kiko Huesca, Yolanda Díaz permanece sentada, con cara de circunstancias y mirando al infinito.

Si la situamos en la escala Richter de la incomodidad, la líder de Sumar se hallaba en un punto muy alto reventando el sismógrafo. No parecía que le hubiera gustado nada la tormenta de espadas que había protagonizado el exalcalde de Valladolid.

No se pudo contener. A las 16.42, hora y cuarto después de que Puente iniciara su discurso jalonado por una lluvia de improperios desde los escaños del Partido Popular, Díaz tradujo su malestar en dos frases en Twitter: “El espectáculo es un lujo que solo se pueden permitir los privilegiados, los que no necesitan la política. La ciudadanía no puede perder más tiempo”. Mientras tanto, los socialistas estaban encantados con la actuación que había ofrecido el escudero elegido por Sánchez para aguarle la fiesta a Feijóo. No cabían en sí de gozo.

Alberto Núñez Feijóo inició su réplica diciendo que no quería participar “en el club de la comedia”. Lo cierto es que se picó, tanto es así que siguió hablando de los ataques de Puente hasta en su respuesta a Santiago Abascal. Es lo que tienen los espectáculos, como los 'realities' televisivos. Nadie puede dejar de hablar de ellos, aunque no los haya visto.

En una foto posterior, es Díaz la que se levanta sonriente del escaño para felicitar a Aina Vidal, de En Comú, mientras se quedan quietos los socialistas y Sánchez aplaude medio desganado. En general, cada uno aplaude a los suyos, aunque algunas imágenes ofrecen más lecturas de las que les gustarían a sus participantes.

La intervención de la portavoz principal de Sumar, Marta Lois, fue lo contrario de la de Puente. No fue nada enérgica, porque realmente no es su estilo. Enarboló una foto de los Pactos de La Moncloa sólo para afirmar que era propia de otro tiempo, algo que resulta bastante obvio. No había mujeres, es cierto, como tampoco las hubo después en el primer Gobierno de Felipe González.

Como resulta casi inevitable en la coalición Sumar, el debate de investidura también se utilizó en las disputas entre la nave nodriza (que también se llama Sumar) y el satélite de Podemos, cada vez con más ganas de marcar rumbo propio. En Podemos tomaron nota de la falta de contundencia de Lois. Díaz les había dejado fuera de la investidura reservando tres plazas para Lois, Vidal y Enrique Santiago.

El dirigente de IU salió como un cohete –no tenía mucho tiempo– y enseñó una copia de una portada de ABC de 2017 que contó que Rajoy había ofrecido una “amnistía” a Puigdemont si convocaba elecciones autonómicas dentro de la legalidad después del referéndum del 1-O. Mucho más efectivo a la hora de sacudir.

Al día siguiente, preguntaron a Irene Montero sobre el debate. No podía ocultar lo mucho que le había gustado la agresividad de Puente. Reclamó el copyright de Podemos. “Creo que el partido socialista hizo ayer lo que tenía que hacer, y con algunas modificaciones podría haber sido perfectamente un discurso que hubiese hecho Podemos”, dijo. Dicho en otras palabras, lo que no fue el discurso de Lois.

La política también es pasión, energía e incluso atizar duro al rival en ciertos temas fundamentales. Más aún cuando lo que está en juego es el Gobierno de los próximos cuatro años. Se trata de convencer al votante de que su inversión –la papeleta– será administrada con la intensidad que requiera cada momento. Pero no se aprueban leyes sólo con gritar desde la tribuna. En ese equilibrio entre fondo y forma, hay tantas opiniones como diputados.

“La política va de hablar de la vida de la gente. No va de ruidos, no va de fuerzas ni de presiones”, dijo la vicepresidenta en julio. Pero también va de hacer ruido para que te escuchen, porque de lo contrario no te hace caso nadie. “Sin ruido se trabaja muchísimo mejor”, dijo antes sobre las negociaciones dentro del Gobierno de coalición. Cierto, pero sin insistir, sin algo de ruido o presiones, Nadia Calviño se habría quedado tan ricamente en su despacho amarrada al argumento de que no convenía subir tanto el salario mínimo o aprobar una ley de vivienda.

Yolanda Díaz había preparado un discurso para la investidura de Feijóo. El PSOE contraprogramó con la aparición de Puente. Los del PP no fueron los únicos sorprendidos. La jugada combinaba dos objetivos: atacar a Feijóo con dureza e ignorar una investidura sin posibilidades de éxito. Machacarlo y ningunearlo al mismo tiempo. Esto último con la inacción de Sánchez, que se conformó esta vez con aplaudir y pasar un buen rato.

Díaz no pudo salir a la tribuna y Sumar pasó un tanto desapercibido en un debate que no hay que olvidar que no era sobre un futuro Gobierno de izquierdas, sino sobre la candidatura de Feijóo.

Más allá de la relevancia de un debate que se olvidará a nada que progresen las negociaciones sobre la investidura de Sánchez, la cuestión aportó más materia prima para el conflicto permanente entre Sumar y Podemos. El partido de Ione Belarra no desaprovechó la oportunidad para afirmar que se siente marginado e incluso para denunciar el “autoritarismo” de Díaz, en palabras de su portavoz, Pablo Fernández.

Algo le falta a Sumar, en este caso como coalición, para que Alberto Garzón reclame un auténtico “frente amplio” que reúna las aportaciones de todos sus integrantes. Y que alguien responda a la pregunta sobre de qué hablamos cuando hablamos de Sumar dentro de Sumar.

Juan Carlos Monedero, cofundador de Podemos, ha alertado en un artículo sobre el peligro de que la competencia entre Sumar, Podemos e Izquierda Unida lleve “a todos los votantes de nuevo al PSOE, quedándose la izquierda de los socialistas en una situación peor que la estuvo en su momento Izquierda Unida”.

El conflicto es consustancial a la política y se reproduce también dentro de los partidos y coaliciones. Monedero sostiene que Sumar debe acordar un funcionamiento democrático, que cree que ahora no existe, que permita participar a sus integrantes y que no todo se reduzca a la voluntad de la líder, porque eso no sería un frente amplio. Y con respecto a Podemos, siempre en estado de ebullición, plantea que reduzca “el diapasón de su ira” o terminará pareciéndose a “aquella IU de Cayo Lara, enfadada y desconcertada por su escasa audiencia”.

No parece que ese diapasón vaya a dejar de vibrar. Monedero cita un editorial reciente de Canal Red –el medio al que llama “portavoz oficioso de Podemos” y que está dirigido por Pablo Iglesias– que ya ha dado su veredicto hasta un punto desde el que es difícil retroceder. El texto muestra su escaso interés por una confluencia de partidos de izquierda en las condiciones actuales: “Para eso (la idea de frente amplio) sería necesario reconstruir confianzas que son incompatibles con el liderazgo de Yolanda Díaz”.

Son las cosas de la izquierda, que es capaz de avivar el fuego de sus discordias internas incluso cuando el foco de la atención se encuentra en la investidura fracasada de un candidato de derechas.

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