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Esteban Moreno, historiador: “Es inútil lamentar lo perdido en Sevilla, y no ver que la agresión continúa en la arquitectura contemporánea”

Esteban Moreno

Alejandro Luque

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Antes de jubilarse, Esteban Moreno (Valencia, 1956) ejercía como profesor de Geografía e Historia en institutos de Enseñanza Secundaria de Alcalá de Guadaíra y Mairena del Aljarafe. Sus alumnos recordarán sin duda su gusto por salir a la calle para hablar del pasado de las ciudades, así como por su insistencia en la necesidad de “mirar todo lo que hay detrás de los monumentos”. Y ese es el espíritu que anima En torno a las murallas de Sevilla, un ensayo divulgativo que acaba de aparecer en la editorial El Paseo.

Aunque su interés por el patrimonio viene de lejos –es miembro fundador de la asociación Ben Baso de defensa del patrimonio–, fue durante la pandemia cuando puede poner en orden y al día todos los apuntes que tenía sobre las murallas sevillanas, así como acceder a bibliotecas y archivos virtuales que le sirven de gran ayuda. Finalmente, el profesor de la Universidad Hispalense Víctor Fernández Salinas le anima a dar forma de libro a todo el material recopilado.

Moreno, sin embargo, no necesitó culminar su proyecto para saber que las murallas de Sevilla permiten leer la Historia de la ciudad como un libro abierto. Pero sí ha conseguido iluminar facetas poco conocidas de las mismas, como la evolución del curso fluvial o la definición del perímetro amurallado. “Ha salido un trabajo con mucha potencialidad, aunque irán saliendo en los próximos años investigaciones de archiveros, arqueólogos, etc., que aportarán nuevos datos”, explica. “El paseo de la muralla no ha terminado, como pone de manifiesto el reciente hallazgo, hace un par de años, de un lienzo de la muralla romana en la Plaza de San Francisco. Irán apareciendo más, sin duda”.

Una armadura para la ciudad

Para Moreno, incluso muchos sevillanos ignoran el significado de las murallas, “la armadura que protegía la ciudad de Sevilla desde tiempos de los romanos hasta el siglo XIX”. Una armadura “moderna y ambiciosa”, que llegó a tener 7.000 metros, una cifra solo comparable a las de Roma y Constantinopla, y “que no se ha construido en un solo momento: hay una pequeña para un casco inicialmente pequeño, y luego se plantea otra para englobar no solo a los habitantes, sino también los recursos que podrían servir para resistir un asedio, como ocurrió con el castellano, que dura más de un año pero no impide que la ciudad resista, porque está bien abastecida”.

“La ciudad crece, y su escudo protector también”, prosigue Moreno, aunque también señala el momento en que, entre episodios como la Guerra de la Independencia o las guerras carlistas, empieza a cuestionarse su utilidad. “Ahí entran también criterios ideológicos, como la idea de que representaban al Antiguo Régimen, la especulación del suelo, con la instalación al otro lado de las murallas de las fábricas modernas, o la eliminación, tras la Revolución del 68, de los portazgos, esos impuestos medievales que hacían que las puertas de la ciudad funcionaran como aduanas, y que la población detestaba. También está el criterio higienista, que afirma que las murallas impiden el paso del aire limpio a la ciudad. Todo ello apunta a que las murallas van a caer, pero al mismo tiempo una pequeña porción de la ciudad reclama que se mantengan, y se logra que así sea con las exentas del sector de la Macarena”.

A lo largo de su estudio, Moreno fue asombrándose de algunos aspectos que no había contemplado antes. “Entendí que, si miras las murallas desde un plano, parece un dédalo, pero todo tiene sentido”, asevera. “Se trataba de aislar la ciudad palaciega, de la corte, donde vivían la minoría almorávide y almohade, de la Medina. La mezquita es sucedida por la catedral, ahí se instala la Casa de la Moneda y toda una serie de instituciones que convierten esa área en un conjunto palaciego”.

El gran reto

Por otro lado, Esteban Moreno incide no solo en las murallas visibles para todos, sino en los “más de 3.000 metros que están ocultos como mediana, y que la población se apropia porque encuentra valores de seguridad física. Ahí no solo tenemos un valor monumental, sino también un bien cultural que es de todos, y está en la calle Castelar, en Sol o en Gravina. La normativa municipal de la Edad Media prohibía acercarse con ninguna construcción a las murallas, pero las sociedades también se definen por su modo de plantear normas, observarlas y vigilarlas”.

En cuanto a los posibles misterios que siguen abiertos, el principal de ellos parece el perímetro de la muralla romana, así como la discusión sobre el origen almorávide o almohade de las murallas. “Pero el gran reto”, añade el investigador, “es darla a conocer. Hay que visitarlas, debe ser accesible desde algún punto, y está la necesidad de paneles informativos, que la definan y señalen, incluso la creación de un centro de interpretación”.

Por otra parte, Moreno se sorprende de que los sevillanos, tan dados a lamentar las pérdidas del pasado, no miren más a los posibles atentados contra el patrimonio de hoy: “Indudablemente, defiendo la conservación de ese patrimonio que hace de una vivienda, un templo o una edificación militar algo único en una ciudad. Pero es tarea inútil lamentar lo perdido, como lo que se perdió en la Plaza del Duque, que es verdad que fue una pena, y no ver que la agresión continúa en la arquitectura contemporánea, en zonas como Nervión o la Palmera”.

Historia de las personas

En este sentido, cree que “es importante educar en patrimonio, en valores cívicos. Siempre me acuerdo del poema de Bertolt Brecht que hablaba del rey que construyó unas murallas. No, el rey ordenó su construcción. Como profesor me interesaba que el alumnado entendiera qué hay detrás de que se decida construir un castillo o una catedral, o la demolición de todo un barrio. Ahí hay intereses, hay personas que lo han trabajado y lo han mantenido. La Historia ya no es solo aquella de fechas y batallas, está la Historia de las personas, cómo viven, cómo sufren”.  

¿Están a salvo hoy, en fin, las murallas sevillanas? Moreno responde: “Están garantizadas su protección y su estudio, pero hay tramos muy deteriorados. La restauración de la Macarena se va a quedar corta, tanto los Jardines del Valle como los de Murillo son dos tramos que necesitan que se intervenga con cierta urgencia. Pero también hay que estar pendiente de los tramos que no se ven para evitar desaguisados como el de la Puerta Osario, donde al demoler una vivienda, apareció un lienzo de muralla y se le dio la solución de que el edificio moderno cabalgara sobre ella. Es legal, pero falta un plan especial de protección, que hoy por hoy ni la Junta ni el Ayuntamiento tienen coordinado. Siempre que se les habla de ello, la respuesta es la misma: ‘se va a estudiar’”.      

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