El calor extremo pone a toda la península en grave peligro de incendio forestal

Raúl Rejón

5 de agosto de 2025 22:01 h

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La ola de calor que se cierne sobre España va a llevar a casi toda la península ibérica al nivel extremo de peligro de incendio forestales, según la Agencia Estatal de Meteorología.

Si este lunes –al inicio de la ola– el riesgo más alto se circunscribía al sureste, la meseta norte y el sur de Galicia, la persistencia de las temperaturas extremadamente altas hace que el rojo intenso de máximo peligro se esparza hasta ocupar casi el 100% peninsular.

De hecho, en Extremadura, Castilla y León o Galicia ven cómo el termómetro sube hasta cotas inusualmente altas cuando tienen diversos focos de fuego activos lo que hace temer que reavive las llamas.

Es cada vez más frecuente

En España las condiciones meteorológicas especialmente peligrosas para la propagación de incendios forestales –que es de lo que avisa la Aemet– son cada vez más frecuentes y están directamente relacionadas con el avance del calentamiento global del planeta, según advierten los científicos.

La relación se explica así: las emisiones humanas de CO2 que crean la capa de gases de efecto invernadero atrapan el calor del Sol que, entre otras cosas, está recalentando el planeta. Esto ha derivado en fenómenos ya constatados como la subida global de las temperaturas o el incremento e intensificación de las olas de calor.

“El cambio climático está haciendo que las olas de calor sean más frecuentes, intensas y duraderas”, describía en julio pasado un grupo de investigadores españoles al trazar la relación entre la crisis climática y los episodios de calor severo en España. “Sabemos que muchos fenómenos recientes no habrían ocurrido o no lo habrían hecho con la misma severidad o frecuencia sin el calentamiento global”, concluían los científicos de la Universidad Complutense y el CSIC.

Sin ir más lejos, el calentamiento global hizo cinco veces más probable la ola de temperaturas que convirtió a junio de 2025 en el más cálido registrado. Estamos así ante una alteración de clima que está generando esas condiciones favorables para el fuego. Y es de lo está certificándose en esta semana marcada por la segunda ola de calor del año.

En la cuenca mediterránea en general, y España en particular, los días con riesgo extremo de fuego como los que se están produciendo ahora, se han doblado en los últimos 40 años. La temporada de incendios aquí se ha alargado, de promedio, un 55% respecto a 1980, según concluyó una investigación internacional en la que participó el CSIC. Y los días con peligro extremo han crecido un “escalofriante”, en palabras de los investigadores, 132% en la cuenca mediterránea.

“Allí donde hay combustible, las condiciones meteorológicas juegan un papel fundamental a la hora de determinar el riesgo de incendio”, explican desde el programa Copernicus de la Unión Europea. La temperatura, la humedad relativa, el viento y las precipitaciones componen el índice de riesgo meteorológico de incendios. “No aporta información sobre incendios reales porque no tiene en cuenta la ignición, pero ha mostrado una correlación entre la actividad de los incendios y las áreas quemadas”, dicen. Traducido: los días donde ese índice muestra peligro alto o extremo son jornadas donde se han calcinado grandes extensiones.

Es decir, para que se produzca un incendio forestal hace falta que haya una vegetación seca que actúe como combustible y una ignición que dispare las llamas (una chispa) que puede ir desde un rayo –apenas un 5% de los siniestros en España– a las actividades humanas –bien accidentes y negligencias (un 28%) o fuegos intencionados (un 52%)–, según las estadísticas del Ministerio de Transición Ecológica.

Una vez que se ha prendido y hay llamas, “cuanto mayor es el índice de riesgo meteorológico, más favorables son las condiciones para que el incendio se dispare”, abundan en Copernicus. Y el motivo de este salto en los días de riesgo extremo es el calentamiento global del planeta.

Esto hace que los incendios más grandes, intensos y difíciles de contener sean ahora más probables que en el pasado. En este sentido, uno de los grandes incendios de este año, el declarado en la provincia de Lleida a finales de junio, derivó en un fuego de sexta generación “inextinguible” por medios humanos, según dijeron las autoridades. Unos chubascos fueron cruciales para atacar las llamas.

Lo cierto es que este año, hasta mayo, las precipitaciones acumuladas habían resultado en una cifra baja de hectáreas calcinadas. Sin embargo, a partir de ese momento comenzaron a encadenarse semanas de altas temperaturas que han ido secando la vegetación favorecida por esa lluvia. Eso elevó la alerta ante el inicio de la temporada de incendios forestales porque así se generaba el combustible para las llamas. Ahora, la ola de calor ha disparado el riesgo.